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viernes, setiembre 26, 2008

Martín Hopenhayn y las operaciones de la crítica


Ayer dictó una charla aquí en Ottawa Martín Hopenhayn, investigador asociado a la Comisión Económica para América Latina y el Caribe CEPAL - Chile. Conversé con él unos minutos. Le comenté que uno de mis trabajos tenía como sustento teórico una reflexión suya relacionada a la noción de atrincheramiento neotribal. También le conté un poco del ChilePoesía 2007. Le pedí me dedicara uno de sus libros: Después del nihilismo: de Nietzsche a Foucault. "A Paolo de Lima, en esta complicidad entre pensar y poetizar para romper trincheras", escribió. De ese libro, capítulo segundo "El sudor de la crítica", incluyo el acápite titulado

OPERACIONES DE LA CRÍTICA

¿Pero qué pretende Nietzsche? Por un lado exponer la voluntad que se oculta, revelar la compulsión ascética y la intención del esclavo tras las máscaras de la modernidad. Pero esto sobre todo para ejemplificar cómo toda voluntad puede recurrir a la astucia de la máscara para imprimir sus huellas en la subjetividad del otro. Hecha esta extensión del caso a la regla, ya no pueden ser ni la verdad ni los valores quienes convenzan sobre la legitimidad del sujeto: todo puede ser interpretación, estrategias de persuasión, manipulación del interlocutor.
Con ello la crítica busca revertir el valor de la verdad contra quienes enmascaran su propia voluntad de poder apelando a dicho valor. La verdad como recurso de enmascaramiento queda revertida en verdad de la crítica, como función de desenmascaramiento: el mismo mecanismo ya no funciona como dispositivo de dominio y se vuelca contra su propia voluntad. Desde esta operación Nietzsche da cuenta del nihilismo: como desenlace de un valor que se hace inoperante y delata a quien ha servido. El pasado queda expuesto como farsa o autoengaño. La crítica de la voluntad de verdad, como última fase de esa misma voluntad, no puede dejar de revelar incluso la manipulación que se hace del propio valor-verdad. De esta manera transmuta el logos de la verdad en un saber crítico sobre el logos.
Cuánto más grande la brecha que abre la crítica más prueba su eficacia. Para este camino sin retorno no basta, empero, con aplicar la violencia interpretativa. Debe sumarse una cierta profundidad en la crítica misma, y esto en más de un sentido. De una parte, en la capacidad de la crítica para avanzar un paso más en des-fundamentar aquello que se propone objetar: debilitar el supuesto principio especulativo (o ético, o político) que se confronta, y mostrar ese fundamento último en su rango de pretensión o invención. Debe llegar, pues, al fondo de ese sistema y allí mover lo que parecía incólume.
En segundo lugar la crítica remite esta pretensión a una voluntad que la disimula para ejercer su forma específica de poderío. Se trata, con ello, de develar la voluntad de poder en su aspecto de manipulación de la subjetividad. La crítica puede ejercer un efecto irreversible cuando aquello que nos era dado como originario y fundamental se pone en evidencia como recurso de dominación ejercido sobre nuestra subjetividad. Este sentido de la crítica tiene una clara motivación movilizadora. Se busca con ello desencadenar en el interlocutor una toma de partido contra el discurso que, hasta antes de la crítica, el propio interlocutor podía identificar (engañado, domesticado) como ley natural o verdad divina. Habermas resume este efecto desmitificador de la crítica en un tono claramente secularizado, al señalar que la crítica "pone en cuestión la verdad de una teoría sospechosa poniendo al descubierto su falta de veracidad [...] demostrando a una teoría que en principio presupone una comprensión desmitologizada del mundo, cómo en realidad sigue prisionera del mito" (El discurso filosófico de la modernidad, pág. 146).
Por último la crítica se afinca en lo inédito de su conexión, vale decir, al vincular elementos que hasta entonces parecían independientes e incluso contradictorios. En esto la genealogía nietzscheana desentraña una conexión íntima entre moral, metafísica, racionalismo y voluntad de dominio, y con ello sienta un precedente interpretativo difícil de revertir. Es tal la conexión analógica y causal que Nietzsche establece entre los elementos más duros de nuestra ideología y nuestra sensibilidad, que parece imposible seguir evocando la razón contra el mito, la ciencia contra la metafísica, la psicología contra la moral, y/o la modernidad contra la tradición. La crítica es tanto más eficaz en la medida en que logra mostrar la filiación de elementos que parecían oponerse. (53-55)

En la foto: Martín Hopenhayn. "El concepto de sujeto tiene algo de inagotable: cuanto más se lo impugna más se lo perpetúa como tema de interpelación. Nunca se ha profundizado tanto en torno al sujeto como en la filosofía que lo niega. Para removerlo y atizarlo, nada mejor que ir a sus sepultureros: Nietzsche, Heidegger, Foucault. En la fogata donde se inmola el concepto, también se inmortaliza su cadáver", sostiene en su libro (11).