Entrevista a Raúl Zurita
Ana María Falconí acaba de entrevistar en Santiago de Chile al poeta chileno Raúl Zurita. En la misma, Falconí traslada a su vez preguntas de seis poetas peruanos residentes en Lima: Rossella di Paolo, Carlos López Degregori, Domingo de Ramos, César Panduro (joven poeta iqueño que acaba de publicar su primer poemario), Alessandra Tenorio y Cecilia Podestá. Incluyo la pregunta realizada por la autora de Piel Alzada. Antes, pueden acceder a la entrevista completa entrando aquí. "Rossella di Paolo: ¿Qué puedes decirnos acerca de la relación entre gesto y palabra en tu/la poesía? ¿Has sentido la influencia de Jorge Eduardo Eielson en este aspecto y en el de la plástica?": "El Gesto y la Palabra yo la entiendo un poco así: o sea que es una vieja batalla invencible en la cual somos eternamente derrotados; es la relación arte-vida; la única obra de arte que finalmente merece la pena ser contemplada, ser abrazada, ser amada, es la que entiende a la vida de cada uno como una obra de arte. Entonces, Gesto-Palabra no son sino formas todas de apuntar hacia horizontes donde la poesía deja de ser necesaria porque cada segundo de la vida desde las cosas más simples como tomarse un café, por ejemplo, hasta las operaciones mentales más complejas, como resolver una ecuación diferencial de quinto grado, todo pasa a ser un acto creativo. Entonces siempre el sueño es un mundo y un universo donde el poema cesa. Cesa porque, como digo, cada vida pasaría a ser la más grande obra de arte cada segundo, la más grande sinfonía, el más grande poema, las más grandes obras de teatro, el más grande mural. Entonces, en la obra, entre Palabra-Gesto las diferencias son solamente casi ritualísticas; son diferencias conceptuales pero que nos ponen enzarzados en la vida. Yo entiendo que lo importante, en última instancia, no es la obra en sí sino lo que hay entre obra y obra. Es decir, tu haces un poema y en dos meses más haces otro y esos poemas son como los letreros que hay en un camino; te dicen, Tacna a tantos kilómetros, Arequipa a tantos otros, desvíese por allá y va a llegar a Ica. En fin, es como los poemas o las obras de arte; pero lo importante es el camino, el camino que hay entre Tacna y Lima, el camino que hay entre Lima y Arequipa. Lo importante son los trayectos de vida concretos, la vida segundo a segundo; esa es la obra de arte. Todos los poemas, todo desde El juicio final de Miguel Ángel hasta el último poema de Whitman o de Eielson o de Belli es como si estuvieran diciendo no te fijes en mí, en esa obra que somos sino fíjate en lo que está afuera de nosotros. Esa es la obra por construir, no este poema.
Eielson a mí me impactó mucho pero fue por una novela que se llamaba El Cuerpo de Giulia-no, que era Giulia-ano o Giulia-no, y realmente eso influyó en Severo Sarduy, a todos creo que trajo un cambio muy profundo, muy radical en la ampliación de los universos que estaban considerados dentro de la literatura. Ahora, su poesía la admiré y la vi de lejos hasta que yo estuve en Italia; entonces allí conocí sus instalaciones, conocí, por así decirlo, su obra visual. El vivía en Milán; yo estuve cinco años en Roma, y nos vimos varias veces. Y junto con tener una enorme admiración a su obra, siento que eran como caminos paralelos. El era más conceptual, más lúdico y al mismo tiempo tenía una distancia física con el Perú. Tremendamente fuerte. Una distancia elegida, por así decirlo, incluso una vez hablamos sobre los valsecitos peruanos, que a mí me encantan, y Eielson los detestaba, los odiaba. Me decía cómo te pueden gustar esas cosas, y yo le decía a mí me encantan. Entonces creo que era un artista, un poeta completísimo, brillante, casi renacentista, pero que su acento era fundamentalmente conceptual y de paisajes que estaban en el trasfondo, el desierto, sus nudos, sus cuerdas, obras, poemas que se fundían en una sola con su poesía; pero creo sentir que teníamos, por así decirlo, aproximaciones distintas, y que, por supuesto, coincidíamos en lo visual, en lo gestual; pero era de ángulos muy distintos. Aunque si hubiéramos sido parecidos no lo hubiera admirado".
En la foto: Raúl Zurita (fotografiado por Navale Quiroz).
Eielson a mí me impactó mucho pero fue por una novela que se llamaba El Cuerpo de Giulia-no, que era Giulia-ano o Giulia-no, y realmente eso influyó en Severo Sarduy, a todos creo que trajo un cambio muy profundo, muy radical en la ampliación de los universos que estaban considerados dentro de la literatura. Ahora, su poesía la admiré y la vi de lejos hasta que yo estuve en Italia; entonces allí conocí sus instalaciones, conocí, por así decirlo, su obra visual. El vivía en Milán; yo estuve cinco años en Roma, y nos vimos varias veces. Y junto con tener una enorme admiración a su obra, siento que eran como caminos paralelos. El era más conceptual, más lúdico y al mismo tiempo tenía una distancia física con el Perú. Tremendamente fuerte. Una distancia elegida, por así decirlo, incluso una vez hablamos sobre los valsecitos peruanos, que a mí me encantan, y Eielson los detestaba, los odiaba. Me decía cómo te pueden gustar esas cosas, y yo le decía a mí me encantan. Entonces creo que era un artista, un poeta completísimo, brillante, casi renacentista, pero que su acento era fundamentalmente conceptual y de paisajes que estaban en el trasfondo, el desierto, sus nudos, sus cuerdas, obras, poemas que se fundían en una sola con su poesía; pero creo sentir que teníamos, por así decirlo, aproximaciones distintas, y que, por supuesto, coincidíamos en lo visual, en lo gestual; pero era de ángulos muy distintos. Aunque si hubiéramos sido parecidos no lo hubiera admirado".
En la foto: Raúl Zurita (fotografiado por Navale Quiroz).