J. M. Coetzee sobre García Márquez

"Lo que resulta más difícil de aceptar para los lectores modernos de tendencias laicas -porque no tiene una base psicológica aparente- es que el mero espectáculo de una adolescente desnuda pueda causar un sobresalto espiritual en un viejo depravado. El hecho de que el anciano esté listo para la conversión puede tener más sentido, desde el punto de vista psicológico, si suponemos que tiene una existencia que se remonta a antes de que empiecen sus memorias, al conjunto de la ficción anterior de García Márquez y, en concreto, a El amor en los tiempos del cólera.
Si somos verdaderamente exigentes, Memoria de mis putas tristes no es una de las obras fundamentales de su autor. Y su ligereza no es sólo consecuencia de su brevedad. Crónica de una muerte anunciada (1981), que tiene más o menos la misma extensión, es una contribución importante al canon de García Márquez: una narración ajustada y cautivadora y, al mismo tiempo, una lección magistral y pasmosa de cómo construir varias historias -varias verdades- en torno a los mismos sucesos.
Pero el objetivo de Memoria de mis putas tristes es valiente: defender el deseo de un anciano por una joven menor, es decir, defender la pedofilia o, al menos, demostrar que la pedofilia no tiene por qué ser un callejón sin salida para el amante ni el amado. La estrategia conceptual que emplea para lograrlo consiste en derribar el muro entre la pasión erótica y la pasión de la veneración como las que se manifiestan en los cultos a la Virgen, tan importantes en el sur de Europa y Latinoamérica, con su fuerte sustrato arcaico, precristiano en el primer caso y precolombino en el segundo".
El largo texto de Coetzee se detiene también en comparaciones con otras obras del propio García Márquez, así como de Miguel de Cervantes, Yasunari Kawabata y Geoffrey Chaucer.
En la foto: Gabriel García Márquez, en instantánea tomada en Cartagena de Indias hace pocas semanas.