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domingo, mayo 14, 2006

65 cuchilladas

En este día tan importante para todas las madres y, por supuesto, para quienes les debemos la vida y las interminables horas de abnegación y cariño que nos regalaron para hacernos personas, un saludo muy especial desde estas latitudes boreales.
Hay una larga bibliografía sobre la madre en la literatura peruana, pero sin duda vendrán a la memoria los poemas de Vallejo en Trilce (con versos como "Madre, me voy mañana a Santiago, / a mojarme en tu bendición y en tu llanto") y de Oquendo de Amat ("porque ante ti callan las rosas y la canción"). En las promociones recientes, la madre ha sido objeto también de diversos poemas. Dos ejemplos: Domingo de Ramos con "De la madre". Y, recientemente, César Ángeles L., quien ha escrito un breve poemario que guarda terrible y antagónica relación con el tema. Para conocer la forma de esa relación debo contar la base sobre la que se sitúa dicho poemario.
Según relató la prensa, el año pasado, exactamente en la tarde del día sábado 05 de marzo, Giuliana Llamoja, una joven de 18 años, estudiante de Derecho de la Universidad Femenina del Sagrado Corazón de Jesús, en Lima, asesinó de 65 cuchilladas a su madre en la cocina de su casa. El lunes, cuando ya todo el país conocía del inexplicable y trágico suceso, Luis Felipe Almenara, el decano de la Facultad, declaró a un reportero de La República lo siguiente: "Me resisto a creerlo. Nunca tuvo problemas de conducta ni arranques violentos. Siempre destacó por ser talentosa en los estudios. Era la primera alumna en su clase. Hace dos años cuando ingresó a la universidad se le practicó un examen sicológico y no se le detectó ningún problema de conducta". A fines del 2004, Llamoja había obtenido el primer premio en los juegos florales de su universidad con "un poemario singular, cargado de arte y sentimiento", tal y como lo ha calificado Almenara.
César Ángeles, quien entonces era profesor de ese centro de estudios, había tenido a su cargo la organización del concurso. Fue a partir de ahí que pudo conocer fugazmente a la adolescente. Como parte del premio, le hizo entrega de algunos libros de poesía peruana actual. Definitivamente, todo esto y más lo ha motivado a escribir 65 cuchilladas, poemario inédito y aún en proceso en el que Ángeles ficcionaliza la voz de la joven y ofrece una versión de su trágica historia. A continuación, publico tres poemas de César Ángeles de dicho conjunto (en el tercero, el poeta realiza un interesante intercambio intertextual en verso con la ya legendaria María Emilia Cornejo):


TRES POEMAS DE CÉSAR ÁNGELES L.


6 5 C U C H I L L A D A S

Maté a mi madre
¿y ahora qué?

Arrojé su memoria lejos
de mí
su cuerpo hirviendo
en sangre
arrastré cerca de un inodoro
que me recordó
/en ese instante
oh lumínico, estrellado, en fuga/
unos días verde
cuando nací
el diamante más preciado
de mi padre
viejo sultán en las áridas arenas
del hogar
mi agridulce hogar

La maté cien veces
(aunque para mí, para nosotros,
ya estaba muerta
desde antes)

La abracé en ese mar rojo (sólo una vez)
y la arrastré
sin más imágenes de la infancia
que curtir

Y todo fue entonces un cine de barrio
sin película
y al fin su hórrida visión
d e s a p a r e c i ó
del espejo familiar
donde comodije yahacía tiempo
no habitaba

Oh mi madre muerta
Ay de estas manos
La captura, la llamada
o la llamada y la captura
¿debí acaso también matar a mi hermano?
Eso nunca
No, eso no

Acuérdate papá
que ahora arrugarás mi rostro
en los diarios
y que una cárcel
apretará mis llantos
el rubor adolescente que pronto partirá

Acuérdate papá
quién mató a tu mujer
negada visión en la foto familiar

Y acuérdate de los ciervos
del bosque donde caminamos
y del río aquel invierno
en un perdido pueblo de este país
i n c i e r t o
tus palabras que
rompían en lluvia
el cielo por la mañana

Acuérdate y deja ya por fin
de lavar y lavar y lavar
la sangre en los cuchillos

Ah estos muros que me cercan!
Esta soledad
que me repite / día a día!
Estos gritos que regresan!
Ese pájaro de mal agüero
que escupe sombra con sus alas
sobre mi cabeza!

Deja de lavar todo ello
(a quién le importa!)
y ven por mí
y sácame de aquí
y destruye lo que deba ser destruido
y echa abajo lo que fuese necesario
y cierra ya el pasado
y sácame de aquí
y sácame de aquí
¡y sácame de aquí!



EL VIENTRE DE MI MADRE

El vientre de mi madre
era, claro, una casa / ¿ya lo dije?
donde alargaba cómodamente mis patitas

Sembrada como estuve en ese barro
crecía alerta a todo
ese líquido azulino fue la bóveda
que dividía mi presencia de la otra realidad

ese temblor ahora lo recuerdo
golpeaba mis mandíbulas nacientes
mis ojos ovalados en su noche

¿Qué hacía esa mujer inflada
esperando en esta costa
el barco sin tripulación que me trajera?

Madre, ¿qué fue de nosotras?
Tu amor no lo recuerdo,
sólo el chirrido
y mis uñas rotas
pegadas a tu carne

¿Fuiste tú en verdad mi madre?
¿Aquélla de la foto?
¿La que tomó a su recién nacida
en brazos
y dijo las palabras de bienvenida
a este mundo hórrido
con jardines, olas y arco iris sin embargo?

madre, madre:
¿qué demonios significa esta palabra?

A ver si acaban de una vez
empaquetan mi dolor y lo que sea necesario
y me envían lejos

donde mi odio no los pueda exterminar



DIÁLOGOS DENTRO DE UN TREN EN MARCHA CON MARÍA EMILIA CORNEJO

I.

Soy
la muchacha mala de la historia
la proscrita
que jamás aparecerá en ninguna antología
en ningún recuento de poesía

la que fornicó imaginariamente
y robó el alma
del cuerpo de su matter purísima

soy la mujer
sin mácula / libre de sospechas
que engañó a la policía
por un miserable instante
de libertad

la que le quitó lentamente su ropaje de bondad
hasta convertir esta casa en una piedra
de sangre hirviente,

soy la mujer que mató
con dagas infinitas
y gemidos falsos en la cama

soy
la muchacha mala de la historia


II.

Tímida y avergonzada
dejé que cayeran prontamente los vestidos,
desnudas
sin saber qué hacer para evitarlo todo
me acomodé entre tu pánico
¿vas a matar a tu madre?
preguntaste,
sólo pude llorar, de rabia,
oí que me decías que todo iba a salir mal,
que ni me atreviera,
yo recordaba las largas discusiones de mis padres,
el hipócrita llanto de mi madre
y su voz diciéndome
"nunca confíes en los hombres"
(Pero qué iba ella saber de nada,
ella tan vieja, tan demente).

¿Has comprendido mi dolor?
Con invencible ternura
cubre mi cuerpo con tu
negra mirada,
tienes que soltar ese puñal, murmuró,
y yo me sentí torpe y vencedora.


En la foto: Giuliana Llamoja, el día de su detención. Pueden ver aquí un reportaje reciente con relación a su caso.