¿Qué está leyendo... Rubén Quiroz?

Leo en la madrugada Los Heroicos Furores de Giordano Bruno. Detenido de pronto en una conversación derridiana en los pasillos de la Universidad Complutense de Madrid con mi profesor Gianni Vattimo con quien reíamos de un verso extraviado o diseminado de Maimónides en sus visiones sobre poesía de mística negativa. A Kant lo reviso por puro entrenamiento matinal y a mediodía me aproximo verso a verso al más espléndido poeta peruano de los últimos años: Rafael Espinosa (en realidad mi poesía no es más que un intento frustrado de acercarme a su hechizo poético tanto como el de Gonzalo Portals, otro notable poeta peruano, alejados sabiamente de los aquelarres limeños). En el metro, como parte de esa masa lectora urbana, Onfray y su seco Tratado de Ateología. En las noches me llaman la atención dos lecturas recién llegadas a mí: la dinámica pasión de Carlos Arroyo en Nuestros años diez sobre una obsesión común: Pedro Zulen, el espléndido poeta y filósofo de origen chino (su tesis gira en torno a una furiosa y contraria lectura de Bergson, original en la filosofía latinoamericana de aquellos años) y la novela inédita de mi hermano Percy Encinas: Alteraciones humanas, una travesía sibarita y pantagruélica sobre las posiciones al hacer el amor y lo que uno piensa en esos instantes. Estoy esperando los cuentos de Pedro Llosa y Miguel Ruíz, silenciosos y artífices brillantes de la narrativa última en Lima. Ah, y los borradores de 1111, la más grandiosa y verdadera Sci-fi relatada en el Perú, un itinerario post-Crick en clave fractal, del secreto mejor guardado de la narrativa peruana: Luis Paredes.
En la foto: Rubén Quiroz (de anteojos) con Mario Bellatin el pasado mes de abril en la Casa de América, Madrid.