Recuento literario del año en La República
Hoy en la sección cultural de La República Pedro Escribano repasa los "Galardones literarios del 2006" (en poesía y narrativa) en el Perú, así como en el plano internacional. A su vez, da cuenta de "El adiós de los poetas", olvidándose lamentablemente de Antonio Claros, al igual que lo hizo Perú 21 en su suplemento cultural especial "Los premios y las penas", publicado el día de ayer (extrañamente, Perú 21 fue el diario en el que se dio cuenta del fallecimiento de dicho poeta).
En cuanto a los premios literarios, sostiene Escribano: "Este año que acaba parece haber sido el turno de las letras peruanas. Lo decimos porque en el campo de la poesía, como en el de la narrativa, hemos cosechado importantes galardones internacionales. Esta recurrencia de premios suscita no pocas preguntas sobre la realidad de la literatura peruana. Habrá quienes, entusiastas, piensen que, efectivamante, nuestras letras han ingresado a un cauce auspicioso. Otros, más bien críticos, opinarán que si bien esta primavera de premios es una buena señal, no todo es resultado de una buena escritura, sino también hay bastante del manejo del mercado, sobre todo en el campo de la narrativa. Tarea de la crítica, separar el grano de la paja".
Respecto a este último aspecto (el "manejo del mercado, sobre todo en el campo de la narrativa" como un plus sobre determinados premios literarios), recientemente Ricardo González Vigil ofreció la siguiente visión en el acápite Consumo y globalización de su artículo "Consideraciones sobre la narrativa peruana":
"El lado positivo de la 'aldea global' es la internacionalización de la información y, aunque con mucha desigualdad, los avances tecnológicos. El lado negativo, espantosamente negativo, es que hay un país que 'globaliza' a los demás: Estados Unidos de Norteamérica (con la complicidad de Inglaterra y varios países de Europa Occidental). Las pautas norteamericanas se imponen so capa de unir el mundo: una empobrecedora 'uniformización' que socava la riqueza de la 'diversidad cultural' y la real soberanía (que no solo debe ser jurídica, sino económica, política y cultural) de cada país. Y es que no se imponen por que sean necesariamente mejores, con mayor dosis de verdad, bondad o belleza. Se imponen por la dependencia (en primer lugar económica), al servicio de las utilidades de las empresas transnacionales (manejadas desde Estados Unidos y sus amigos europeos y asiáticos), motores cosmopolitas de la 'sociedad de consumo'.
En literatura se traduce en: A) Dar la mayor publicidad (incluyendo el espacio cultural de los medios masivos de comunicación) a los best-sellers y no a las obras de auténtica calidad literaria (muy pocas de estas logran ser, a la vez, best-sellers), llegando al extremo que a las editoriales no les interesa los libros de cuentos (se venden poco), sino las novelas, las cuales no deben ser tampoco extensas, sino de un tamaño 'conveniente' (en lo relativo a la literatura para niños y jóvenes, se fija inclusive un número de páginas a las colecciones). B) Propiciar que se escriba con frases breves y en lenguaje sencillo, para una lectura rápida y superficial como un 'entretenimiento' (lo cual no es, por cierto, el deleite hondo y reflexivo-imaginativo que produce el placer estético, el gozo ante el ingenio de la trama y la magia envolvente del lenguaje). Pobreza verbal conjugada con esquematismo psíquico de los personajes, maniqueísmo moral y moldes convencionales para cada género (sentimental, aventuras, policial, ciencia ficción, etc.). C) Tejer argumentos llenos de acción, de preferencia con suspenso y efectos sorpresivos, de modo tal que (unido al punto b) sea fácil adaptarlos a los medios masivos (TV y cine) con los cuales se puede obtener más ganancias que con los libros. D) Sostener que la literatura crea un mundo de ficción completamente autónomo de la realidad, con sus propias reglas de juego, y que uno lee para divertirse (de modo pasajero, no con la intensidad y permanencia del placer estético que es un deleite intelectual y crítico) y no para conocer la naturaleza humana y proponerse cambiar al mundo: un adorno de lujo para personas con un barniz cultural que las lleva a 'entretenimientos' más sofisticados que el de los que no leen y se contentan con consumir cultura chatarra (TV, cine, revistas frívolas, etc.), deporte, cuando no drogas".
En la foto: poeta Antonio Claros (1939-2006).
En cuanto a los premios literarios, sostiene Escribano: "Este año que acaba parece haber sido el turno de las letras peruanas. Lo decimos porque en el campo de la poesía, como en el de la narrativa, hemos cosechado importantes galardones internacionales. Esta recurrencia de premios suscita no pocas preguntas sobre la realidad de la literatura peruana. Habrá quienes, entusiastas, piensen que, efectivamante, nuestras letras han ingresado a un cauce auspicioso. Otros, más bien críticos, opinarán que si bien esta primavera de premios es una buena señal, no todo es resultado de una buena escritura, sino también hay bastante del manejo del mercado, sobre todo en el campo de la narrativa. Tarea de la crítica, separar el grano de la paja".
Respecto a este último aspecto (el "manejo del mercado, sobre todo en el campo de la narrativa" como un plus sobre determinados premios literarios), recientemente Ricardo González Vigil ofreció la siguiente visión en el acápite Consumo y globalización de su artículo "Consideraciones sobre la narrativa peruana":
"El lado positivo de la 'aldea global' es la internacionalización de la información y, aunque con mucha desigualdad, los avances tecnológicos. El lado negativo, espantosamente negativo, es que hay un país que 'globaliza' a los demás: Estados Unidos de Norteamérica (con la complicidad de Inglaterra y varios países de Europa Occidental). Las pautas norteamericanas se imponen so capa de unir el mundo: una empobrecedora 'uniformización' que socava la riqueza de la 'diversidad cultural' y la real soberanía (que no solo debe ser jurídica, sino económica, política y cultural) de cada país. Y es que no se imponen por que sean necesariamente mejores, con mayor dosis de verdad, bondad o belleza. Se imponen por la dependencia (en primer lugar económica), al servicio de las utilidades de las empresas transnacionales (manejadas desde Estados Unidos y sus amigos europeos y asiáticos), motores cosmopolitas de la 'sociedad de consumo'.
En literatura se traduce en: A) Dar la mayor publicidad (incluyendo el espacio cultural de los medios masivos de comunicación) a los best-sellers y no a las obras de auténtica calidad literaria (muy pocas de estas logran ser, a la vez, best-sellers), llegando al extremo que a las editoriales no les interesa los libros de cuentos (se venden poco), sino las novelas, las cuales no deben ser tampoco extensas, sino de un tamaño 'conveniente' (en lo relativo a la literatura para niños y jóvenes, se fija inclusive un número de páginas a las colecciones). B) Propiciar que se escriba con frases breves y en lenguaje sencillo, para una lectura rápida y superficial como un 'entretenimiento' (lo cual no es, por cierto, el deleite hondo y reflexivo-imaginativo que produce el placer estético, el gozo ante el ingenio de la trama y la magia envolvente del lenguaje). Pobreza verbal conjugada con esquematismo psíquico de los personajes, maniqueísmo moral y moldes convencionales para cada género (sentimental, aventuras, policial, ciencia ficción, etc.). C) Tejer argumentos llenos de acción, de preferencia con suspenso y efectos sorpresivos, de modo tal que (unido al punto b) sea fácil adaptarlos a los medios masivos (TV y cine) con los cuales se puede obtener más ganancias que con los libros. D) Sostener que la literatura crea un mundo de ficción completamente autónomo de la realidad, con sus propias reglas de juego, y que uno lee para divertirse (de modo pasajero, no con la intensidad y permanencia del placer estético que es un deleite intelectual y crítico) y no para conocer la naturaleza humana y proponerse cambiar al mundo: un adorno de lujo para personas con un barniz cultural que las lleva a 'entretenimientos' más sofisticados que el de los que no leen y se contentan con consumir cultura chatarra (TV, cine, revistas frívolas, etc.), deporte, cuando no drogas".
En la foto: poeta Antonio Claros (1939-2006).