Generación en su tinta
Incluyo el siguiente artículo publicado en la edición de esta semana de Caretas:
Generación en su tinta
Vida Moderna: Jóvenes historietistas y abanico de temas y estéticas para llevar la realidad al papel
Por Rebeca Vaisman
Amadeo González, 29, abre las puertas del pequeño taller instalado en un cuarto de su casa: una mesa de trabajo, una computadora e infinidad de lápices de color. Desde aquí prepara, junto a su hermano Renzo, el décimo número de Carboncito: inofensivo título para una revista dedicada a la historieta, cuyo contenido sangriento, lúdico, fantástico o ácido depende, en realidad, del ánimo e interés de los artistas. Hace 5 años, y gracias a la fotocopiadora, su primer número requirió una inversión de 30 soles. Desde la quinta entrega recurren a la imprenta –auspicios mediante- y cuentan con más colaboraciones. El tiraje de sus últimos números llega al envidiable millar. Verdadero logro en un medio que, aunque productivo, se desarrolla sin mayores facilidades. "Si la producción no es constante ni fuerte es porque no se ve al comic como algo comercial y aún se le considera subterráneo", explica Amadeo.
Gráfico es ganarte
"Claro que no hay apoyo y por eso hay tanta diferencia con otros países en cuanto a producción y calidad. Pero eso no es excusa para no seguir chambeando. Porque en un país en donde ningún arte tiene apoyo, la historieta es un medio barato y sencillo de llegar a la gente", dice Jorge Pérez-Ruibal, 28, artífice de Trulópolis, fanzine anual que se acerca al cuarto número ("autobiográfico y catártico: sexo, sangre y muerte") y Chup de Oro (más reciente, y más bien romántico). Es optimista con respecto al medio, aunque no se haya podido dejar atrás la fotocopia y la engrapadora, y no se tenga la lectoría de países cercanos, como Bolivia o Argentina. Pero para Jesús Cossio, 32, creador de El Cerdo Volador, Pánico y Juventud Moderna –fanzines que, como su autor, carecen de miramientos– "la difusión masiva es menos importante que los contenidos, y el marketing y reconocimiento público, menos prioritarios que la posibilidad de hacer del comic un medio convulsivo e interesante". En ese contexto, la principal tara del medio local, dice, es "la excesiva condescendencia con que los mismos historietistas miran sus contenidos".
Viñetas de realidad
Víctor Sanjinez, arequipeño de 23 años que ha pasado los últimos 7 años viviendo en Lima y estudiando diseño en la Pucp, no habla de desinterés, pero sí de una tendencia en los creadores jóvenes a evadir ciertos temas coyunturales debido a una visión "menos realista y más romántica de los temas sociales en el Perú". Con sus historietas políticas, Sanjinez ha colaborado en Monos y Monadas, Perú21 y aquí mismo, en Caretas. "Yo soy realista: lo que sucede en mi país me atañe, y lo que vivo, lo pienso y lo dibujo", explica. Y agrega: "Si no lo hago, no puedo pagar el alquiler de mi cuarto ni mi almuerzo en la universidad".
En la foto: Además de editar Pánico, El cerdo volador y Juventud moderna, Cossio colabora regularmente en el fanzine de música Interzona. [Leyenda de Caretas]
Generación en su tinta
Vida Moderna: Jóvenes historietistas y abanico de temas y estéticas para llevar la realidad al papel
Por Rebeca Vaisman
Amadeo González, 29, abre las puertas del pequeño taller instalado en un cuarto de su casa: una mesa de trabajo, una computadora e infinidad de lápices de color. Desde aquí prepara, junto a su hermano Renzo, el décimo número de Carboncito: inofensivo título para una revista dedicada a la historieta, cuyo contenido sangriento, lúdico, fantástico o ácido depende, en realidad, del ánimo e interés de los artistas. Hace 5 años, y gracias a la fotocopiadora, su primer número requirió una inversión de 30 soles. Desde la quinta entrega recurren a la imprenta –auspicios mediante- y cuentan con más colaboraciones. El tiraje de sus últimos números llega al envidiable millar. Verdadero logro en un medio que, aunque productivo, se desarrolla sin mayores facilidades. "Si la producción no es constante ni fuerte es porque no se ve al comic como algo comercial y aún se le considera subterráneo", explica Amadeo.
Gráfico es ganarte
"Claro que no hay apoyo y por eso hay tanta diferencia con otros países en cuanto a producción y calidad. Pero eso no es excusa para no seguir chambeando. Porque en un país en donde ningún arte tiene apoyo, la historieta es un medio barato y sencillo de llegar a la gente", dice Jorge Pérez-Ruibal, 28, artífice de Trulópolis, fanzine anual que se acerca al cuarto número ("autobiográfico y catártico: sexo, sangre y muerte") y Chup de Oro (más reciente, y más bien romántico). Es optimista con respecto al medio, aunque no se haya podido dejar atrás la fotocopia y la engrapadora, y no se tenga la lectoría de países cercanos, como Bolivia o Argentina. Pero para Jesús Cossio, 32, creador de El Cerdo Volador, Pánico y Juventud Moderna –fanzines que, como su autor, carecen de miramientos– "la difusión masiva es menos importante que los contenidos, y el marketing y reconocimiento público, menos prioritarios que la posibilidad de hacer del comic un medio convulsivo e interesante". En ese contexto, la principal tara del medio local, dice, es "la excesiva condescendencia con que los mismos historietistas miran sus contenidos".
Viñetas de realidad
Víctor Sanjinez, arequipeño de 23 años que ha pasado los últimos 7 años viviendo en Lima y estudiando diseño en la Pucp, no habla de desinterés, pero sí de una tendencia en los creadores jóvenes a evadir ciertos temas coyunturales debido a una visión "menos realista y más romántica de los temas sociales en el Perú". Con sus historietas políticas, Sanjinez ha colaborado en Monos y Monadas, Perú21 y aquí mismo, en Caretas. "Yo soy realista: lo que sucede en mi país me atañe, y lo que vivo, lo pienso y lo dibujo", explica. Y agrega: "Si no lo hago, no puedo pagar el alquiler de mi cuarto ni mi almuerzo en la universidad".
En la foto: Además de editar Pánico, El cerdo volador y Juventud moderna, Cossio colabora regularmente en el fanzine de música Interzona. [Leyenda de Caretas]