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lunes, enero 15, 2007

Melquíades, narrador de Cien años de soledad

Se confirmó que Mario Vargas Llosa prologará la edición conmemorativa de Cien años de soledad de Gabriel García Márquez que publicará en marzo la Real Academia Española de la Lengua. Dicho prólogo provendrá de su libro García Márquez: historia de un deicidio (Barcelona: Barral editores, 1971, 667). Es, de algún modo, una forma de conmemorar también ese importante e histórico estudio.
"En el volumen habrá, además, textos del novelista Carlos Fuentes y del poeta Álvaro Mutis", informó el sábado Perú 21. Y es que, tal como recuerda la agencia EFE, Fuentes y Mutis "y el ya fallecido novelista argentino Julio Cortázar conocieron los textos originales de la novela".
Incluyo a continuación un fragmento de dicho ensayo, fragmento que muy probablemente forme parte del prólogo de la edición por los cuarenta años de la novela del escritor colombiano. Es la parte en la que Vargas Llosa demuestra que "Melquíades es el narrador de Cien años de soledad":

Ahora bien: ¿este narrador-dios, omnisciente, ubicuo, exterior e invisible sigue siendo el mismo que narra la última frase de la novela: "Sin embargo, antes de llegar al verso final ya había comprendido que no saldría jamás de ese cuarto, pues estaba previsto que la ciudad de los espejos (y los espejismos) sería arrasada por el viento y desterrada de la memoria de los hombres en el instante en que Aureliano Babilonia acabara de descifrar los pergaminos, y que todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre, porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra"? Ya no se trata del mismo, aquel narrador que creíamos situado fuera del mundo narrado ha sufrido una muda o salto cualitativo y ha pasado a formar parte de la realidad ficticia, se ha convertido en narrador-personaje. En un sentido no directo sino indirecto, ocurre al final de Cien años de soledad lo que a algunos personajes de la segunda parte del Quijote: el haber leído la primera. Con Aureliano, el sanscritista que descifra esos manuscritos que ya habían intentado leer sin éxito otros miembros de la estirpe, descubrimos que allí está la historia de Macondo y de la familia "escrita por Melquíades hasta en sus detalles más triviales con cien años de anticipación". A medida que se acerca en la lectura al momento que vive, esos cien años de anticipación van acortándose, lo narrado y lo sucedido se van aproximando hasta coincidir totalmente ("empezó a descifrar el instante que estaba viviendo, descifrándolo a medida que lo vivía, profetizándose a sí mismo en el acto de descifrar la última página de los pergaminos, como si se estuviera viendo en un espejo hablado"): la coincidencia sella la desaparición de lo sucedido y lo narrado. Lo que Aureliano Babilonia lee en los últimos instantes de su vida es lo que los lectores han leído hasta ese momento, lo que Melquíades escribió dentro de la historia que cuenta Cien años de soledad es Cien años de soledad. El narrador no era un narrador-dios, alejado de la realidad ficticia, sino un narrador-personaje (dotado de poderes mágicos, desde luego, un personaje real imaginario) que narraba la historia indirectamente, a través de unos manuscritos, escritos dentro de la novela, y que sólo en las últimas líneas descubrirá el lector que son la novela misma: Melquíades es el narrador de Cien años de soledad. Así, al final sabemos que el narrador era pieza integrante de la realidad ficticia, es decir alguien (algo: los manuscritos) que va a desaparecer con Macondo, que va a ser destruido junto con lo narrado. La profecía de Melquíades y sus manuscritos no han sido forjados en una exterioridad sino en el seno mismo de la realidad ficticia. En el instante en que el narrador y lo narrado coinciden, ambos desaparecen. (540-541)


En la foto: carátula del libro. Tiene 667 páginas numeradas, pero César Hildebrandt dice que son 666. Y también dice que es "tan exhaustivo que llega a aburrir". No.