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lunes, agosto 04, 2008

Edgar O’Hara sobre Edgardo Tello

Como recuerdan, la editorial Mesa Redonda publicó hace un par de meses, en ediciones preciosas, dos colecciones de poemas de Javier Heraud: Viajes imaginarios (1961) y Estación reunida (1961), libros prologados y anotados por Edgar O'Hara. Del estudio introductorio a este segundo volumen, extraigo de las páginas 19 y 20 el párrafo dedicado por O’Hara al poeta guerrillero Edgardo Tello, autor del poemario Las puertas de la esperanza, publicado inicialmente en 1970 por Ediciones Cirle (edición preparada y revisada por Hildebrando Pérez) y reeditado en 1999 como separata del primer número de la revista Arteidea. En su antología Poesía trunca. Poesía latinoamericana revolucionaria (publicado por Visor en 1980) Mario Benedetti incluye Las puertas de la esperanza me parece que en su totalidad: las 24 secciones en que se divide el poema que da título al libro y cuatro poemas más. Edgardo Tello nació en Lima el 8 de enero de 1942 y una ráfaga de metralleta lo mató el 17 de diciembre de 1965 en las montañas de Tincoj, en Ayacucho (y no Apurímac como apunta O'Hara). Formaba parte de la guerrilla "Javier Heraud" del Ejército de Liberación Nacional. Utilizaba el sobrenombre de Cuyac, palabra quechua que significa "el que ama". Tello había viajado a Cuba con Heraud en 1962. Se habían conocido en la Facultad de Letras de la Universidad Católica, a la que Tello asistía como oyente (estudiaba Letras en la Universidad de San Marcos). A continuación, las palabras de Edgar O'Hara sobre Edgardo Tello:

Tengo delante de mí Las puertas de la esperanza, de Edgardo Tello Loayza, libro que adquirí en 1971 en el patio de Letras de Plaza Francia. Son poemas de un joven de la generación de Javier Heraud, también caído (fines de 1965) en un combate cerca de un río y en las montañas de Apurímac. ¿Por qué no se suele incluir esta obra en la tradición poética peruana? Por una simple razón: son los poemas escritos por un joven militante político que murió fiel a sus convicciones. Además hay una razón de mayor peso: no existe una voz poética de Edgardo Tello, pues al leer estos poemas escuchamos más bien la voz de Javier Heraud con sus temas centrales, la voz de Neruda y de Juan Gonzalo Rose de Cantos desde lejos (1957) y Simple canción (1960). Los versos de Edgardo Tello me permiten comprender su vida y llenar los vacíos que deja la cronología de una página y media. Son testimonios que me llevan a tenerle mucho más respeto a la persona que quiso, en los años de la muerte de Heraud, combatir la miseria y darle a nuestro país un rostro más justo. El autor de Estación reunida era un poeta, un auténtico creador, que incluso pretendió darle la espalda a su obra cuando sintió que era absolutamente necesario. Edgardo Tello no fue un poeta en el sentido de Heraud; fue, como muchos jóvenes valerosos, un intelectual revolucionario que cuestionó su propia realidad, cuestionó la Historia que se le había enseñado en el colegio y viajó a Cuba a fines del verano de 1962 para hacer estudios de Filosofía y Economía.