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lunes, diciembre 04, 2006

Vargas Llosa sobre el reciente Premio Goncourt de novela

Ayer la sección de opinión del diario El Comercio publicó un artículo de Mario Vargas Llosa sobre "Bienveillantes, la novela de Jonathan Littell que acaba de ganar el Premio Goncourt en Francia y que ha alcanzado en ese país un éxito de público sin precedentes". El premio se otorga a la mejor novela de entre las publicadas en francés a lo largo de 2006. Uno de los miembros del jurado, el escritor español Jorge Semprún, respecto a la obra expresó que "no sólo es la mejor del año sino del decenio y una de las grandes novelas de los últimos 50 años". Littel es estadounidense nacido en Nueva York hace 39 años. En su artículo, Vargas Llosa expresa lo siguiente: "No recuerdo haber leído nunca un libro que documente con tanta minucia y profundidad los pavorosos extremos de crueldad y estupidez a que llegó el nazismo en su afán de exterminar a los judíos y demás 'razas inferiores' en su breve pero apocalíptica trayectoria". También dice: "Aunque uno cree saberlo todo ya sobre el vertiginoso salvajismo con que los nazis se encarnizaron en su afán de liquidar a los judíos, la información reunida por Jonathan Littell nos revela que no, que todavía fue peor, que los crímenes, la inhumanidad de los verdugos, alcanzaron cimas más altas de monstruosidad de las que creíamos. Son páginas que quitan el habla, estremecen y desalientan sobre la condición humana". Y culmina su texto con este párrafo: "Tal vez fuera imposible, manipulando materiales tan absolutamente abominables como los que recorren las casi novecientas páginas de este libro -y con muy pocos puntos aparte, lo que acrecienta la sensación de asfixia que producen sus páginas- escribir una gran novela, como La guerra y la paz o Los demonios. Una gran novela no puede apelar solo a la mugre humana, a lo que hay de animalidad ciega, de instinto perverso, de irracionalidad destructiva, de egoísmo y crueldad, aunque, quién puede dudarlo, todo esto forme parte también de la condición humana. Pero una novela es una fuga de lo vivido hacia lo soñado o fantaseado para liberarse de la miseria que es el vivir en esta mediocre realidad cotidiana, una manera de alcanzar, allá, en ese puro reino de la palabra, la belleza y la imaginación, todo aquello que la vida real nos niega. Una novela puede, desde luego, sumergirnos en el barro de la injusticia, de la maldad, de las peores formas de infortunio, pero sin renunciar a alguna forma de la esperanza, de redención, como ocurre en esas ficciones terribles que son, por ejemplo, La montaña mágica, Ulises, Santuario, y tantas otras obras maestras. Pero esta novela, como las del marqués de Sade, no nos ofrece ninguna escapatoria, y luego de sumergirnos en la más abyecta manifestación de lo repugnante que puede ser lo humano, nos deja allí, en esos humores deletéreos, condenados para siempre. Por eso, a pesar de ser tan cierto todo aquello que cuenta, hay en Les Bienveillantes cierto miasma de irrealidad, algo que tal vez proyectamos en ella los lectores para defendernos, negándonos a ser así, solo seres odiosos y horribles. Porque en las muchas páginas de este libro fuera de lo común no hay un solo personaje, hombre o mujer, que no sea absolutamente despreciable".

En la foto: Jonathan Littell.