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martes, julio 24, 2007

José Carlos Yrigoyen sobre Andrea Cabel

Sobre Las falsas actitudes del agua de Andrea Cabel

Por José Carlos Yrigoyen

Desde su título, Las falsas actitudes del agua, el primer libro de Andrea Cabel, denuncia y explica sus propósitos centrales: el de armar una máscara de palabras donde las apariencias, los gestos y las imágenes son lenta pero insistentemente develadas en su lectura, dando paso así a un espléndido y musical discurso sobre la soledad (quizá una de las palabras, que, con sus variantes, se repite más en el texto), el sentido de vivir y las pulsaciones del que éste nos rodea (las sensaciones olfativas, visuales y táctiles se despliegan en cada poema con la insistencia del que es sorprendido por ellas, de quien debe dejar constancia de sus experiencias antes de que estas se conviertan, como todo lo que alguna vez fue hermoso, en cenizas), y, sobre todo, el amor. Porque la de Andrea es una voz enamorada, lo suficientemente madura –pese a su cronológica juventud- como para expresarnos con notable seguridad y fuerza los diversos compartimentos en los que la avidez por el cuerpo y el corazón ajeno se divide y desenvuelve: el objeto del amor perdido, el recién encontrado, el que nos negamos a abandonar. Y basta leer algunos de los poemas donde estas inquietudes se evidencian ("Giulia", "Lejanas", "El Gruit", así como varios de los fragmentos que forman el poema largo "La fruta partida") para rendirnos ante un lenguaje cuyos recursos retóricos y audacia eran algo que muchos extrañabamos en la poesía peruana última, hundida entre la grisura y previsibilidad de los que no tienen nada que decir y sin embargo, a pesar de todo, inútilmente insisten.
Hablo de la audacia de Andrea Cabel no sólo por la capacidad para entregarnos un discurso desde muchos flancos novedoso y refrescante, sino por la forma en la que éste llega hacia nosotros. Ella se ha dado cuenta de que muchos de sus tópicos –desde un punto de vista general- ya han sido bastante trajinados por otros poetas de su generación y de las pasadas, hasta el punto de convertirse en auténticos príncipes y princesas del lugar común. Entonces, Andrea les da la vuelta de la única manera posible en que su empresa puede, a estas alturas, volverse algo válido: asumiendo el riesgo formal, manteniendo un rechazo total a la improvisación y al coloquialismo fácil, a la infame coartada de la poesía de género, construyéndose con una habilidad inusual un lenguaje propio, en cuyos cimientos subyacen rastros y restos de Hinostroza, Ojeda y Eielson (este último bastante marcado en ese excelente poema "San Antonio I"), pero a la vez con una elegancia y una oscuridad pedregosa absolutamente personales, que nos dan la sensación de sumergirnos en una gruta –el camino que Andrea nos propone- donde podemos sentir y palpar su propio recorrido en las lágrimas para siempre frescas entre las piedras, las sombras platónicas de esas mujeres lontanas por el deseo, los restos de plumas que alguna vez fueron alas; en esa gruta que, como ella misma escribe, está repleta de luces escuálidas y rieles cortos como los días / como las pasajeras nieves y las frentes de luz.
Esa es, pues, la (g)ruta que debemos seguir para descifrar estas falsas actitudes del agua. Esa falsedad que en poesía no es nunca un engaño o una mentira, sino la imprescindible fórmula para hacer del amor y del eros la enseña que queremos enarbolar como única y propia. Andrea Cabel en su libro lo ha conseguido de manera admirable, y ese es un mérito difícil que, para los que tienen ojos para ver y oídos para escuchar, de ninguna manera debe pasar inadvertido.

En la foto: Andrea Cabel. La segunda edición del poemario se presenta hoy a las 8:00 pm en la Feria del Libro. Pueden leer aquí dos poemas del libro, inéditos hasta esta edición.