La vaca profana sobre Las tres estaciones de Oswaldo Reynoso
Veo una detenida reseña de la anónima Vaca profana de la sección peruana de Terra al nuevo libro de Oswaldo Reynoso en el que "reúne tres relatos -las tres estaciones del título, suerte de escenas de valor ilustrativo, aunque no exentas de dramatismo- y un cuento largo": Las tres estaciones. "Si bien Reynoso escribió los originales de estas cuatro historias y de otras más durante los años sesenta -en el ánimo de Los Inocentes y En Octubre no hay milagros y, desde luego, muchísimo antes del depurado esteticismo de En busca de Aladino y Los eunucos inmortales-, prefirió estas narraciones de entre muchas otras inéditas para su publicación y las revisó en 'una labor comparable a la que realizan los restauradores de cuadros' ('Nota breve', p. 13). Ello nos permite señalar que, si bien los temas y la atmósfera de Las tres estaciones son las de la época previa al viaje a China y la larga estadía ahí -suerte de divisoria de aguas en el tratamiento estilístico de Reynoso-, el libro expresa las predilecciones y pareceres del presente de su autor, tanto en el ámbito técnico como en el ideológico, lo que justifica que el conjunto comparta la vocación reconocida por la crítica especializada en La moral de la piel -nouvelle que el autor diera a la luz el año pasado-, es decir, la de sintetizar los temas cruciales de su obra", señala la Vaca. (Ojo que el título de este último libro es El goce de la piel, como correctamente se escribe en su segunda mención al final de la reseña). También, en el texto se valora el cuento "El triunfo" como uno "de argumento y acabado artístico muy superior" a los que conforman Los inocentes. Y se señala el rol del maestro en la narrativa de Reynoso: "En Las tres estaciones, como en ninguna otra obra de Reynoso, el personaje del maestro adquiere un papel fundamental y transformador. En otras narraciones ha aparecido, pero sumado al nihilismo de las pandillas de adolescentes o, en el mejor de los casos, como ducho precursor de su desesperación. En Los eunucos inmortales es protagonista, pero no enseña, y también aparece -suerte de desplazamiento analógico- en el viejo maestro de arte tradicional chino que sucumbe frente a las revulsivas purgas de la Revolución Cultural de Mao. Además, es también el profesor y escritor de El goce de la piel. Pero, paradójicamente, en todas estas apariciones el formador no hace lo que le es propio: educar; más bien, tiene que aprender de sus jóvenes discípulos, sobre todo en el goce de la vida y de su sensibilidad. En Las tres estaciones el maestro, en cambio, es quien da lecciones fundamentales y eficaces no solo sobre el cuerpo, sino sobre la adecuada lectura de la sociedad a través de la intuición sensible". La reseña concluye afirmando que "independientemente de si concordamos con el sentido de su paideia o no -invención de heterodoxia por completo suya-, la escritura de Reynoso se arriesga en lo ideológico y lo formal y no recorre las sendas y las ideas de otros, como parece ser el camino de novelas políticas recientes, claramente afiliadas a morales convencionales. Si el valor artístico debiera medirse por la osadía y el tamaño de la originalidad en la propuesta, por el riesgo de la aventura, sin duda los maestros que ha elaborado Reynoso en Las tres estaciones tienen mucho de esa buscada epifanía".
PD Viernes 21: Véase este excelente reportaje de Mayra Castillo Vásquez a Reynoso publicado hoy en El Comercio.
En la foto: carátula de Las tres estaciones.
PD Viernes 21: Véase este excelente reportaje de Mayra Castillo Vásquez a Reynoso publicado hoy en El Comercio.
En la foto: carátula de Las tres estaciones.