Dos poemas del nuevo libro de José Watanabe
Banderas detrás de la niebla, el reciente poemario de José Watanabe, ha sido publicado simultáneamente en España (Pre-Textos) y Perú (Peisa). La presentación en Lima del libro será este lunes 18, a las 7.30 pm, en el Centro Cultural de la Universidad Católica, y los comentarios estarán a cargo de Alonso Rabí y Ana María Gazzolo. Watanabe ha publicado previamente los poemarios Álbum de familia (1971), El huso de la palabra (1989), Historia natural (1994), Cosas del cuerpo (1999), Habitó entre nosotros (2002) y La piedra alada (2005). Sobre su poesía, ha escrito Eduardo Chirinos: "Contra el lugar común que quiere ver en los poemas la exaltación del vitalismo espontáneo y la inspiración del instante, Watanabe no teme exhibir el obsesivo trabajo que suponen. Lo sorprendente es que esta exhibición (hecha con el mismo pudor y la misma dignidad con la que cuenta los hechos más personales) consigue convencernos de que cada una de sus palabras es irremplazable porque no puede sino estar allí, porque su presencia borra las huellas del trabajo que costó invocarla. Esta última observación funciona como el motor de su sistema expresivo: muchos de los poemas de Watanabe tienen como tema las dificultades del proceso de escritura. Pero allí donde otros se rinden a la queja ante la imposibilidad del decir, Watanabe nos ofrece la dimensión de su mirada. Una mirada adiestrada en los paisajes del norte del Perú, en los oscuros movimientos del cuerpo, en la permanente lección de los animales. En su poesía el silencio está al servicio de la palabra y la descripción al servicio de la reflexión, de allí la sensación de sentirnos partícipes de un ojo meditativo que sabe extraerle a los hechos más cotidianos su oculta condición de parábola universal". Desde aquí un agradecimiento al poeta Watanabe por acceder al pedido de Zona de noticias de proporcionar dos poemas de su nuevo libro que enseguida transmito para ustedes:
LA SERPIENTE
Aquí fue donde la serpiente
deshizo su rosca y se deslizó velocísima
bajo el cerco de laureles.
Con el alma aún suspendida, dudé:
¿había visto una serpiente
o me había asaltado una vibración, un vértigo antiguo
que dormía sobre la yerba y se había despertado
a mi paso?
Aquí fue,
junto a esta bocatoma, donde vislumbré
hace tantos años
la posibilidad de un mundo de movimientos remanentes
que quedan a flor de tierra: el aleteo
inútil de la torcaza quemada por el fuego de la zafra,
el correr errático de lagartijas y ratas
perseguidas por el mismo fuego unánime,
la cojera del zorro herido por una escopeta de sal,
la fuga de aquella serpiente.
Aquí fue,
y aún despiertan como espectros entre mis pies.
VIEJA CON PERRA
Una vieja flaca y traposa
como un arbusto seco en este aire polvoriento
espera que su perra de tetas fláccidas
beba el agua turbia de la acequia de los maizales.
Mientras espera, embozada en su manta,
nos observa largamente: pasajeros aburridos
de un ómnibus cuyo desmañado conductor
mea como un caballo detrás de una tapia.
La perra ahíta se le va
pero regresará pronto con más perritos.
En este caserío tan pequeño
nadie se aleja nunca.
El ómnibus reanuda su marcha
y los pies de la vieja ahora parecen penetrar
el subsuelo. Como la Baucis del mito,
enraizada, ya no dará un paso más, y el sol
que se enciende de súbito
la convierte a lo lejos en una fogata oscura.
En la foto: José Watanabe.
LA SERPIENTE
Aquí fue donde la serpiente
deshizo su rosca y se deslizó velocísima
bajo el cerco de laureles.
Con el alma aún suspendida, dudé:
¿había visto una serpiente
o me había asaltado una vibración, un vértigo antiguo
que dormía sobre la yerba y se había despertado
a mi paso?
Aquí fue,
junto a esta bocatoma, donde vislumbré
hace tantos años
la posibilidad de un mundo de movimientos remanentes
que quedan a flor de tierra: el aleteo
inútil de la torcaza quemada por el fuego de la zafra,
el correr errático de lagartijas y ratas
perseguidas por el mismo fuego unánime,
la cojera del zorro herido por una escopeta de sal,
la fuga de aquella serpiente.
Aquí fue,
y aún despiertan como espectros entre mis pies.
VIEJA CON PERRA
Una vieja flaca y traposa
como un arbusto seco en este aire polvoriento
espera que su perra de tetas fláccidas
beba el agua turbia de la acequia de los maizales.
Mientras espera, embozada en su manta,
nos observa largamente: pasajeros aburridos
de un ómnibus cuyo desmañado conductor
mea como un caballo detrás de una tapia.
La perra ahíta se le va
pero regresará pronto con más perritos.
En este caserío tan pequeño
nadie se aleja nunca.
El ómnibus reanuda su marcha
y los pies de la vieja ahora parecen penetrar
el subsuelo. Como la Baucis del mito,
enraizada, ya no dará un paso más, y el sol
que se enciende de súbito
la convierte a lo lejos en una fogata oscura.
En la foto: José Watanabe.