La primera novela peruana del 2007
Hoy a las 7.30 pm se presenta en el Jazz Zone (Av. La Paz 656, Pasaje El Suche, Miraflores) la que viene a ser la primera novela de autor peruano en publicarse en este 2007: La felicidad de los muertos (Mundo ajeno editores), de Enrique Cortez. Lydia Fossa, José Donayre Hoefken y Giancarlo Stagnaro ofrecerán los comentarios de rigor. Tal y como se lee en la contracarátula: "Entre las fronteras imaginarias de una ciudad que se extiende el desierto, La felicidad de los muertos concreta de manera inquietante una poética del desplazamiento. Al tiempo de visibilizar espacios donde la existencia social está en duda, la extraña e inteligente sensibilidad del narrador intenta su propia búsqueda de identidad, sus difíciles correspondencias y quizá reconciliaciones. El tono, a veces picaresco, a veces metanarrativo, guía las reflexiones de este personaje que trata de sortear una vida que tropieza constantemente con el aburrimiento; y las ráfagas de sus anécdotas (a veces dramáticas, siempre llenas de energía) se convierten en su más efectiva estrategia para capturar una memoria difícil, porque es, también, la del siempre movedizo e invisible flujo de lo presente". Se trata de una novela breve, dividida en 17 capítulos cortos. Incluyo la parte inicial del capítulo 3:
"Fue la noche del 4 de octubre de 1996. El rostro de mi madre se transmitió por todos los noticieron de televisión como un gran hallazgo, el mismo que también fue nuestro. En efecto, allí estaba y nosotros la veíamos. Hablo en plural porque pienso en mi padre y sus movimientos carentes de coordinación cuando el conductor del noticiero dijo que aquella mujer era la conviviente del camarada Damián, jefe de no sé qué comando especial de las fuerzas subversivas. Hacía más de siete años que no teníamos información sobre ella y allí estábamos: ¡bonita manera de verla! Y, sin embargo, fuera de sus movimientos, mi padre no comentó nada al respecto, al punto que incluso olvidó articular su frecuente voy a dormir.
Así, de golpe, aquella noche se volvió para mí perpetua. Aquel rostro: un golpe más del fujimorismo a la subversión, no podía, como es natural, alegrarme. La paz que nos prometían se detenía en el cuerpo de mamá. Y donde los demás veían un triunfo, yo veía a mamá tras unos barrotes; y donde los demás celebraban el castigo, yo percibía la presencia de una ironía visual: las rayas de su traje, al pegarse a los barrotes, formaron varias cruces sobre su cuerpo. Nadie, por lo demás, vio su serenidad; nadie pensó en la belleza que su mirada fija le aportaba y desde entonces me supe distinto. Comprendí que la diferencia no era consustancial a las personas, que uno no era necesariamente diferente a los demás, sólo históricamente distinto. La historia, para decirlo de un modo fácil, es como un tablero de posiciones donde se filtra una pequeña batalla".
Enrique Cortez nació en Lima en 1976. Actualmente realiza estudios de posgrado en Temple University, en Filadelfia. Antes de ello se desempeñó como editor del recordado suplemento cultural Identidades de El Peruano.
PD Miércoles 10: Pueden leer aquí el texto de presentación de Donayre. "En realidad, Cortez me ha puesto en un verdadero aprieto con el hecho de presentar su obra. Esto que puede sonar a puyazo no lo es ni pretende serlo. Por el contrario, es, diría, una suerte de adulación más que merecida", afirma.
En la foto: Enrique Cortez en Filadelfia.
"Fue la noche del 4 de octubre de 1996. El rostro de mi madre se transmitió por todos los noticieron de televisión como un gran hallazgo, el mismo que también fue nuestro. En efecto, allí estaba y nosotros la veíamos. Hablo en plural porque pienso en mi padre y sus movimientos carentes de coordinación cuando el conductor del noticiero dijo que aquella mujer era la conviviente del camarada Damián, jefe de no sé qué comando especial de las fuerzas subversivas. Hacía más de siete años que no teníamos información sobre ella y allí estábamos: ¡bonita manera de verla! Y, sin embargo, fuera de sus movimientos, mi padre no comentó nada al respecto, al punto que incluso olvidó articular su frecuente voy a dormir.
Así, de golpe, aquella noche se volvió para mí perpetua. Aquel rostro: un golpe más del fujimorismo a la subversión, no podía, como es natural, alegrarme. La paz que nos prometían se detenía en el cuerpo de mamá. Y donde los demás veían un triunfo, yo veía a mamá tras unos barrotes; y donde los demás celebraban el castigo, yo percibía la presencia de una ironía visual: las rayas de su traje, al pegarse a los barrotes, formaron varias cruces sobre su cuerpo. Nadie, por lo demás, vio su serenidad; nadie pensó en la belleza que su mirada fija le aportaba y desde entonces me supe distinto. Comprendí que la diferencia no era consustancial a las personas, que uno no era necesariamente diferente a los demás, sólo históricamente distinto. La historia, para decirlo de un modo fácil, es como un tablero de posiciones donde se filtra una pequeña batalla".
Enrique Cortez nació en Lima en 1976. Actualmente realiza estudios de posgrado en Temple University, en Filadelfia. Antes de ello se desempeñó como editor del recordado suplemento cultural Identidades de El Peruano.
PD Miércoles 10: Pueden leer aquí el texto de presentación de Donayre. "En realidad, Cortez me ha puesto en un verdadero aprieto con el hecho de presentar su obra. Esto que puede sonar a puyazo no lo es ni pretende serlo. Por el contrario, es, diría, una suerte de adulación más que merecida", afirma.
En la foto: Enrique Cortez en Filadelfia.