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miércoles, junio 04, 2008

Alejandro Romualdo, Javier Heraud, Miguel Gutiérrez

ROMUALDO. El último viernes, en su columna Feria de vanidades de la sección peruana de Terra, Carlos Batalla escribió sobre "El Alejandro Romualdo que yo conocí", en el que cuenta su pequeña batalla por entrevistar al autor de Ni pan ni circo. "Nunca pude entrevistarlo, aunque lo intenté un par de veces. No lo tomo como un fracaso. Más bien como un homenaje a su personalidad. Eso lo llegué a entender tras varias semanas infructuosas en que incluso le escribí una carta personal en la que le pedía que me abriera su 'universo poético'; o esperándolo –mejor dicho, haciéndole la guardia– en la vereda de enfrente de su casa, al otro lado de ese alto portón de madera vieja y plantas enredadas que tenía por fachada. Era mayo del 2004, y el frío empezaba a invadir los huesos limeños. Trabajaba para un diario de circulación nacional de Lima, en el que esperaban mi entrevista con ansiedad. Redacté la carta de solicitud con la mayor cortesía del mundo y sin buscar presionarlo. Una amiga del poeta me aconsejó buscar un 'cómplice' para acercarme al autor de La torre de los alucinados, pero fue inútil. Nadie quería 'incomodar' al poeta, así que me decidí y fui hasta su casa. Era muy temprano, como las ocho de la mañana. Deslicé la misiva por debajo de la puerta y esperé unos minutos, varios minutos… Sin darme cuenta había estado allí parado soportando la llovizna más de dos horas, hipnotizado por las plantas trepadoras que ocultaban la casona, hasta que por fin el portón empezó a abrirse…", cuenta Batalla. Otro homenaje a Romualdo es el de Juan Zamudio en Arequipa.

HERAUD. Herman Schwarz y Édgar O'Hara preparan una edición especial de Estación reunida (1964), el poemario póstumo de Javier Heraud. Esto lo comenta hoy en la sección cultural de Perú 21 Arturo Corcuera, quien a su vez expresa que en este poemario Heraud "le canta a la naturaleza y dialoga con las plantas, con las estaciones a las que alude el libro. En estos poemas, uno descubre lo gran poeta que era, su sólida formación literaria. Como Rimbaud, alcanzó la madurez muy temprano".

MIGUEL GUTIÉRREZ. La serie Punto de Lectura, de Santillana, acaba de publicar la segunda edición de El mundo sin Xóchitl, novela de Miguel Gutiérrez aparecida inicialmente en el 2001. La misma viene siendo presentada esta misma noche por Abelardo Sánchez León y Alonso Rabí. Incluyo algunos comentarios sobre la novela incluidos en Del viento, el poder y la memoria. Materiales para una lectura crítica de Miguel Gutiérrez, libro editado por Cecilia Monteagudo y Víctor Vich y publicado el 2002 por el Fondo Editorial de la PUCP. "El mundo sin Xóchitl es la búsqueda desesperada por construir una relación con el mundo que modere el odio, la traición, el abuso. En su desesperación, apuesta por la perfección del mundo de liberación que representa el incesto fraternal contra la represión y la violencia que acompaña el incesto paternal, del macho gozador que posee a todas las mujeres. Es una apuesta imposible, ha dicho Freud, pero es hermosa, nos dice el texto de Miguel Gutiérrez" (Kathya Araujo, pág. 213). "En el prólogo y el epílogo de El mundo sin Xóchitl, un narrador anónimo, identificado por Wenceslao como escritor y con rasgos destinados a convertirlo en un personaje que fácilmente podría confundirse con el verdadero Miguel Gutiérrez, recibe el manuscrito de un amigo fallecido vía la conviviente de este, los que leerá hasta el amanecer en un Hotel de Morropón. Gutiérrez hace, entonces, del texto central que le da cuerpo a la mayoría del libro, un manuscrito. La evocación de principios de los años cincuenta que hace Wenceslao está constantemente interrumpida por momentos en que se refiere a las circunstancias en que él lo escribe entre 1997 y 1999, conviviendo con una cantante mulata, unos diez años más joven que él, llamada Grelia" (Melvin Ledgard, pág. 218). "La novela corre sobre la grupa de la memoria, pero esta no se organiza en el sentido de la linealidad del lenguaje, sino que salta movida por el trabajo asociativo. De ahí que la voz del personaje narrador intervenga una y otra vez para dar breves explicaciones de su comportamiento como tal, de sus elecciones de decir o no decir, de los mecanismos de sus búsquedas expresivas. La presencia de ese yo convierte el proceso de escritura en un motivo novelesco y se duplica en quien recibe el manuscrito, de cuya mano recorremos escenarios ya vacíos de sus personajes, pero aún impregnados de su recuerdo" (Ana María Gazzolo, pág. 302-303). "A diferencia del sentimiento de culpa de los hermanos incestuosos de Pedro Páramo de Rulfo y El sonido y la furia (donde también hay un hermano tarado) de Faulkner, la pareja de El mundo sin Xóchitl, más erotizada (hasta sentir celos por cualquier persona, sin excluir a la madre muerta) que la pareja incestuosa de El hombre sin atributos de Musil, juzga que el amor no puede ser jamás algo malo, cuanto más si brota de la comunicación integral entre dos seres" (Ricardo González Vigil, pág. 305).

En la foto: carátula de la nueva edición de El mundo sin Xóchitl.