Macondo Revisited
Por Róger Santiváñez
Estuve en Colombia, más exactamente en el Caribe colombiano entre el 7 y el 17 de agosto último. Viajé acompañando a un grupo de misioneros de la Décima Iglesia Presbiteriana de Filadelfia, donde profesa mi esposa Kathy, para asistir a los niños y adolescentes de dos barrios marginales de Santa Marta y Barranquilla.
Estuve en Colombia, más exactamente en el Caribe colombiano entre el 7 y el 17 de agosto último. Viajé acompañando a un grupo de misioneros de la Décima Iglesia Presbiteriana de Filadelfia, donde profesa mi esposa Kathy, para asistir a los niños y adolescentes de dos barrios marginales de Santa Marta y Barranquilla.
El trabajo y el sol eran fuertes diariamente bajo la canícula caribeña cuando de súbito tomé conciencia de que estaba en los alrededores de la mítica Macondo de las novelas de García Márquez. Una tarde entonces la sierva Patricia Carmona y el hermano Justo de la Iglesia de La Providencia en Santa Marta tuvieron la bondad de llevarme hasta Aracataca, sita a poco más de una hora de dicha ciudad costera.
Grande fue mi emoción al entrar en las callejuelas del poblado, tropical, lleno de sol, oloroso de frutas silvestres y cruzado por muchachas cimbreantes que bien podían ser Rebeca, Amaranta, Pilar Ternera, o Remedios, la bella. Un calor abrasador aplastaba la pequeña plaza de armas frente a la cual decenas de varones bebían cerveza en las terrazas de los "estaderos" la mayoría con el torso al descubierto.
A dos cuadras de allí encontramos la casa de los García Márquez. Cual no sería mi sopresa, al ver que había una construcción en marcha allí. La antigua vivienda había sido demolida y ahora se levantaba (se está levantando) una nueva edificación moderna pero que respeta el diseño arquitectónico de la original y está hecha con materiales similares a la que fue la inolvidable casa que todos hemos leído entrañablemente en Cien años de soledad. "Será un Museo" -nos informa el joven ingeniero de la obra, mientras nos guía por el pasadizo, sí, el mismo por donde caminaba José Arcadio Buendía, y nos lleva al taller de joyería y hacia el fondo al patio donde estaba el castaño al que se amarraba el patriarca de los Buendía cuando no quería saber nada de este mundo.
Por fin, nos señala una esquina al costado del pasadizo -una especie de patio interior chico- y dice: "Aquí se tendían las sábanas. Este es el lugar donde Remedios, la bella subió al cielo en cuerpo y alma". Increíble. Y en el pasillo notamos la blancura impresa en las paredes y él afirma: "Sí, aquí es donde Rebeca arañaba el muro y se comía la cal".
Ya casi en la calle entramos a una habitación delantera, aparte. Se trata del despacho del coronel Márquez (modelo del coronel Aureliano Buendía) abuelo del gran escritor, quien allí encerrados le contaba las alucinantes historias que luego darían vida a la gran novelística garciamarquiana, antes de llevarlo al parque (a solo dos cuadras).
El crepúsculo empieza a derrumbarse sobre Aracataca (que a mí me recuerda Catacaos en mi comarca piurana natal). Nos espera la carretera del regreso a Santa Marta. Voy con el corazón suspendido: Yo puedo decir que estuve en Macondo.
En la foto: casa natal de Gabo en Aracataca.
En la foto: casa natal de Gabo en Aracataca.