Los 80 años de Gabo
A propósito de los ochenta años que cumple el día de hoy Gabriel García Márquez he pedido a un grupo de escritores peruanos unas líneas sobre el autor colombiano. Meneses recuerda un breve encuentro en Barcelona, Santiváñez otro en La Habana, Trelles, tal y como valorara ayer Alonso Cueto, coloca El amor en los tiempos del cólera por encima de Cien años de soledad, y Cavagnaro comparte una ágil crónica inédita desde una Cartagena sin realismo mágico.
CARLOS MENESES: Antes de conocerlo personalmente ya había leído Cien años de soledad y casi todo lo que había publicado. Me impresionaba que esa novela no hubiera sido aceptada por editores españoles. Estando en la casa de Fernando Tola, que vivía en Barcelona en un departamento equidistante entre Mario Vargas LL. y Gabo, llegó éste último de visita y le dije el motivo de mi extrañeza con respecto a sus Cien años. "No soy el único al que le ha pasado una cosa así" me contestó muy sonriente- Solía verlo todos los días cuando pasaba delante de su casa en la calle barcelonesa de Caponata, desde fuera se le divisaba siempre escribiendo. Esa figura me ha quedado como clavada en la memoria.
RÓGER SANTIVÁÑEZ: La Habana, noviembre 1985. Congreso de intelectuales. En un interludio de las sesiones diviso a García Márquez solito, suelto en plaza en un pasillo. Al toque me acerco y en ese instante un enjambre de jóvenes también se apelotona sobre él. Le pido un autógrafo para Dalmacia (su gran admiradora). Él dibuja una flor junto al nombre de mi amiga en el pulquérrimo block que le extiendo y abajo firma: Gabo y pone la fecha. Ipso facto, una muchacha de largos cabellos le pide alargándole su block: "Para mí también" a lo que él responde: "Okey, pásame un lapicero". La muchacha se busca por todos lados y luego le dice: "No tengo". García Márquez pregunta: "De dónde eres?" -"De Bolivia" -replica la joven. "Con razón" espeta el Gabo y todo el mundo suelta la carcajada. Un minuto después aparece Mercedes y lo coge por el cuello diciéndole: "Vamos a almorzar". Ya se ha acercado Fernández Retamar y entonces toda la mancha camina en procesión hacia el comedor con García Márquez a la cabeza, como debe ser.
DIEGO TRELLES: De todos los narradores del boom, Gabriel García Márquez (1927) es el que menos ha influido formalmente a las últimas promociones de escritores latinoamericanos (serios). Esto, desde luego, no es un demérito sino todo lo contrario: su estilo narrativo es único y tan perfecto -el trabajo de orfebre con el lenguaje; la cadencia de su prosa, inconfundible para cualquier lector- que no soporta imitaciones y, cuando ocurren, los epígonos suelen ser mercachifles trabajando a pedido para lectores extranjeros ávidos de exotismo y de South American folklore. El otro narrador latinoamericano que comparte este privilegio es, quizás, Jorge Luis Borges (1899-1986) aunque, como sabemos, Borges no era humano. El amor en los tiempos del cólera (1985), Cien años de soledad (1967) y Crónica de una muerte anunciada (1981), en ese orden de preferencia personal, son las obras maestras de García Márquez. Va mi gratitud y admiración no sólo hacia su trabajo tanto en la literatura como en el cine, sino, también, hacia su compromiso en la formación y el desarrollo de sociedades más equitativas y justas.
En la foto: Gabo.