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jueves, marzo 01, 2007

Lorenzo Helguero, la poesía y la chica sin nombre

Acaba de aparecer el segundo número de la revista cultural Aeropuerto, que trae reseña de libros, crítica de cine y música, crónicas. A continuación incluyo íntegro el siguiente texto publicado en dicha revista.

SAUDADES O LA INUTILIDAD DE LA LITERATURA



Era el año 90, me parece. Con unos amigos de la Católica, decidimos publicar una revista de literatura. Después de muchas discusiones, nos pusimos de acuerdo sobre el título: Saudades, en honor a Pessoa. Nos reunimos varias veces en la cafetería de la universidad y (si la memoria no me falla) en el Berisso para ultimar detalles. En una de esas reuniones escribimos la editorial, un texto ingenuo y en extremo ridículo que, en caso de existir una antología del mamarracho peruano, ocuparía sin duda un lugar de honor.
Finalmente la revista salió (eran dos hojas impresas en offset que vendíamos a 5 intis el ejemplar), y en ella aparecía un poema mío bastante malo, pero que en esa época me gustaba mucho; recuerdo que empezaba así: "Escribo estos versos porque no puedo dejar de escribirlos…". Y era verdad: no pude encontrar la forma de evitar esa verborrea (diarrea, ceborrea) poética. Estábamos contentos porque era la primera vez que publicábamos algo, pero en verdad mi felicidad se debía especialmente a que ahora tenía una excusa para acercarme a la chica que entonces me gustaba. La espera iba a llegar a su fin.
Fue un enamoramiento casi adolescente, poético y pelotudo. No sabía cómo se llamaba, solo que estudiaba Educación y era bellísima: tenía el pelo rubio y corto, y los dientes más blancos que había visto en mi vida. Era tan bonita, que me costaba acercarme a ella; sólo la miraba de lejos condenado a imaginar su nombre. Pero con Saudades tenía la oportunidad perfecta: le vendía la revista, le explicaba el proyecto y luego, después, por qué no, podíamos ir a la cafetería a seguir conversando mientras yo contemplaba de cerca su rostro. Ella leía mi poema (era el que más le iba a gustar, por supuesto), y no podía sino enamorarse de mí, obvio.
Tenías varias Saudades en mi mochila esperando el momento preciso. Entonces la vi, comprando en el kiosco que está cerca del estacionamiento de Letras. Estaba tan linda como siempre. Saqué una revista y me acerqué decidido.
-Hola, mira, hemos sacado esta re…
-No gracias, no me interesa.
-Es que aquí sale un poe…
-No estoy interesada, gracias.
En cualquier momento ella iba a abandonar el kiosco. Algo más tenía que decir, no podía quedarme callado.
-¿O sea que no quieres colaborar con la cultura nacional?

-No.
La chica sin nombre (y al parecer sin interés por la literatura) se fue rápidamente, alejándose de mí para siempre. Algo de su belleza perdió con esas palabras. En ese momento me convencí de que la literatura no sirve para conseguir enamorada. Puede servir para otras cosas, pero no para conseguir enamorada.
Saudades, por supuesto, no tuvo un segundo número.


En la foto: Lorenzo Helguero.