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lunes, diciembre 18, 2006

Fernando Silva Santisteban (1929-2006)

El historiador, antropólogo y catedrático Fernando Silva Santisteban (Cajamarca 1929 - Lima 2006) falleció este sábado por la noche. Silva Santisteban fue director del Instituto Nacional del Cultura y del Museo Nacional de Historia, así como ex presidente de la Comisión Interamericana de Cultura de la OEA. Sus restos están siendo velados en la iglesia Virgen de Fátima, en Miraflores, la cremación es hoy a las 3 pm.
En su último libro, El primate responsible, publicado el 2005 por el Fondo Editorial del Congreso de la República, Silva Santisteban concluía sosteniendo lo siguiente: "El primate se hizo responsable, se convirtió en hombre y desde entonces es la responsabilidad el precio que paga por su libertad. El hombre se humaniza cada vez más en la medida que asume la ética, seguramente, el atributo más evolucionado de la condición humana". David Hidalgo Vega le había preguntado en torno al tema cuando lo entrevistó para el diario El Comercio. "En El primate responsable usted dice que el futuro del hombre se va a decidir en la medida que asuma un orden, la ética": "Mire, nosotros somos producto de la evolución, que hemos completado junto a otros individuos de la misma especie. ¿Qué hace que nos juntemos? El instinto de supervivencia. La sociedad es una condición necesaria para sobrevivir. Allí aparece la ética. ¿Se da cuenta de la cantidad de gente que se pone a trabajar cuando nace un niño? Los médicos, las obstetras, la persona que hizo la cuna para el niño, el último obrero de la fábrica de leche. Nuestra vida es un conjunto. Si no hubiera sido por los antiguos habitantes de Iraq, que usaron la leche de vaca, no habríamos tomado desayuno". Un desarrollo de estas nociones pueden apreciarlas en su artículo "¿En qué se sustenta el carácter universal de la ética?".
Su hija, la poeta Rocío Silva Santisteban, acaba de republicar en La Insignia este recuerdo suyo aparecido inicialmente en junio de 1999 en El Comercio: "Sábado gris de Lima, cinco en punto de la tarde. Mi hermano y yo esperamos a mi papá mirando entre las persianas de la sala. Desde el segundo piso, a lo lejos, podemos ver cómo se acerca el Ford Falcón azul marino. «Ahí está», gritamos, y salimos disparados para ganarle uno al otro el asiento de adelante. Una vez a la semana hacíamos la misma carrera. Ya sentados, la clásica pregunta caía como una gota de humedad: ¿y ahora, adónde quieren ir? Siempre hacía la pregunta pero él siempre sabía adónde nos llevaba. Como había pocas monedas y mucha gasolina (era la época de Velasco) nos dedicábamos a ir de un lado a otro de la ciudad. Al aeropuerto, para ver despegar a los aviones desde la rampa central; a La Punta para sentir cómo se estrechan las calles; al cementerio Presbítero Maestro para perderle el miedo a los muertos o hasta el Galax de La Molina para comprar un paquete de Charadas. Vagar con mi papá por la ciudad diseminada. Al final recorríamos el malecón de Miraflores y así podíamos ver caer al sol como una galleta de naranja sobre un inmenso café con leche. 'Pidan un deseo'. Y yo nunca pedía que regresara (era realista) pero sí que me quisiera para siempre".
La República en su sección cultural dedica hoy una nota dando cuenta de la partida del historiador.

En la foto: Fernando Silva Santisteban.