Murió (en el día internacional de los derechos humanos)
El Comercio. La Nación. Perú 21. El País. La República. The New York Times. La Tercera. Le Monde. El Universal.
Luis Martínez Solorza, editor de Letras.s5: Domingo 10 de Diciembre de 2006, habían dicho que haría calor en Santiago, pero está luminoso y un aire fresco y limpio recorre las calles de Chile, la noticia corre, la gente sonríe y susurra canciones de victoria. La única alegría que el vampiro generó para ellos, regalo de su último suspiro.
Jorge Etcheverry, poeta chileno: Y bueno, al fin, después de decenas de años de intentar hacerlo comparecer ante la justicia, Augusto Pinochet, como Francisco Franco murió en su cama, en relativa impunidad. Fue quizás el tirano con más éxito en la larga historia de los dictadores latinoamericanos. El sistema neoliberal que implantó a sangre y hierro sigue imperando en Chile, quizás de manera irreversible y siendo ejemplo para otros gobiernos de la región y del tercer mundo. Su herencia humana está representada por los miles de muertos y desaparecidos, los torturados y los trasplantados. Su herencia institucional sigue siendo la constitución que todavía aherroja a los chilenos. Lo que sí, es de esperar que en Chile no se de inicio a la desmovilización, la mayoría de los culpables todavía se pasea por las calles de Santiago. Una golodrina no hace verano.
Paul Guillén, poeta peruano: Recuerdo que cuando leí, por primera vez, el poema de Juan Ojeda titulado "Epístola dialéctica" dedicado "A Salvador Allende, Homme vivant. A las 20,000 personas asesinadas en Chile. Contra el facismo latinoamericano" no pude dejar de sentir esa empatía, esa rabia, esa desolación por la tierra despojada. Luego, cuando mi amigo Renato Gómez me enseñó el primer borrador (inédito) de ese poema, donde en la primera línea dice: "Pinochet conchatumadre". Ahora, no puedo dejar de recordar esas palabras.
José María Memet, poeta chileno: Mientras veo pasar a miles de personas celebrando, pienso que es una verdadera pena que Pinochet no haya terminado sus últimos días en prisión. Era lo que correspondía. Es una deuda que Chile siempre tendrá con el mundo. Lo digo porque no hubo país de la tierra que no solidarizara con nosotros. Es otra de las caras de un siglo XX: Pinochet, Hitler, Stalin, Franco, Idi Amín, Somoza y otros, como expresiones de la locura del poder y de genocidio.
Sin ánimo de venganza puedo decir que Pinochet significa y es la máxima expresión de la división entre chilenos. Su muerte divide nuevamente al ejército y a los chilenos. A un criminal y delincuente no se le pueden rendir honores de Jefe de Estado. El ejército pertenece a todos los chilenos, no a una casta de criminales y ladrones. Espero que Chile vuelva a ser un país civilizado.
José Antonio Mazzotti, poeta peruano: El inmenso daño que hizo Pinochet al pueblo chileno y a la esperanza latinoamericana de una justicia social basada en la democracia no se remedia con la muerte física del tirano. Hay que seguir luchando contra sus herederos, en Chile, en el Perú y en todo terreno posible.
Eduardo González Viaña, narrador peruano: Con la muerte de ese monstruo, recién estamos despertando de una pesadilla que ha durado décadas en América Latina. El es el mayor creador y operador de la llamada guerra sucia.
Hay que recordar, sin embargo, que el mundo oficial del resto de nuestros países fue siempre pinochetista y que los medios de prensa lograron imponer en las mayorías la convicción de que la solución del matarife era la única adecuada para detener las conmociones sociales.
En el presente, esa convicción sigue siendo aceptada por presidentes que deciden asumir la defensa de los criminales. En el Perú, por ejemplo, ésa es una decisión ya tomada.
Para que el monstruo termine de morirse, el castigo de sus seguidores, la reparación de sus víctimas, y la permanente memoria son nuestras únicas armas. Sólo así, algún día sabremos que ya hemos despertado de la pesadilla.
José B. Adolph, narrador peruano: Que en pus descanse.
Renato Sandoval, poeta peruano: La partida furtiva de Pinochet se condice con su traidora toma del poder y deja tras de sí una infinita estela de sangre y dolor indelebles que divide al mundo (no solo a Chile) en dos mitades, por ahora irreconciliables: una que llora con incomprensible orgullo la desaparición del héroe asesino, la otra que celebra su muerte con la tráquea desgarrada por el dolor y la justicia que aún no llega. Yo, ante la noticia, también celebro, aunque con el coágulo en mi boca mientras, como Vallejo, bebo el café, aceite funéreo (Trilce XXVIII).
Cristián Gómez Olivares, poeta chileno: Supongo que ahora se tratará de legitimar o seguir discutiendo su "legado", recalcando las comillas. El discurso de buena parte del centro político -ya sea la centro izquierda, ya sean sus partidarios de la centro derecha, que ladinamente se empezaron a distanciar de él desde hace un par de años-, será un discurso que tratará de poner por separado las sistemáticas e imperdonables violaciones a los derechos humanos, de lo que fue lo que ellos llaman el desarrollo económico, i.e., la implantación del sistema neoliberal, como si lo uno fuera independiente de lo otro. Lo que a mí, en cambio, me gustaría recalcar, es que la transformación que sufriera Chile en los años de la dictadura, no se trató meramente de excesos cometidos por subordinados que actuaban por su cuenta, sino de un programa muy bien planeado de aniquilación de toda posible resistencia para dar paso a la instalación del modelo capitalista que, durante la transición, la Concertación terminó adoptando como propio.
Luis Martínez Solorza, editor de Letras.s5: Domingo 10 de Diciembre de 2006, habían dicho que haría calor en Santiago, pero está luminoso y un aire fresco y limpio recorre las calles de Chile, la noticia corre, la gente sonríe y susurra canciones de victoria. La única alegría que el vampiro generó para ellos, regalo de su último suspiro.
Jorge Etcheverry, poeta chileno: Y bueno, al fin, después de decenas de años de intentar hacerlo comparecer ante la justicia, Augusto Pinochet, como Francisco Franco murió en su cama, en relativa impunidad. Fue quizás el tirano con más éxito en la larga historia de los dictadores latinoamericanos. El sistema neoliberal que implantó a sangre y hierro sigue imperando en Chile, quizás de manera irreversible y siendo ejemplo para otros gobiernos de la región y del tercer mundo. Su herencia humana está representada por los miles de muertos y desaparecidos, los torturados y los trasplantados. Su herencia institucional sigue siendo la constitución que todavía aherroja a los chilenos. Lo que sí, es de esperar que en Chile no se de inicio a la desmovilización, la mayoría de los culpables todavía se pasea por las calles de Santiago. Una golodrina no hace verano.
Paul Guillén, poeta peruano: Recuerdo que cuando leí, por primera vez, el poema de Juan Ojeda titulado "Epístola dialéctica" dedicado "A Salvador Allende, Homme vivant. A las 20,000 personas asesinadas en Chile. Contra el facismo latinoamericano" no pude dejar de sentir esa empatía, esa rabia, esa desolación por la tierra despojada. Luego, cuando mi amigo Renato Gómez me enseñó el primer borrador (inédito) de ese poema, donde en la primera línea dice: "Pinochet conchatumadre". Ahora, no puedo dejar de recordar esas palabras.
José María Memet, poeta chileno: Mientras veo pasar a miles de personas celebrando, pienso que es una verdadera pena que Pinochet no haya terminado sus últimos días en prisión. Era lo que correspondía. Es una deuda que Chile siempre tendrá con el mundo. Lo digo porque no hubo país de la tierra que no solidarizara con nosotros. Es otra de las caras de un siglo XX: Pinochet, Hitler, Stalin, Franco, Idi Amín, Somoza y otros, como expresiones de la locura del poder y de genocidio.
Sin ánimo de venganza puedo decir que Pinochet significa y es la máxima expresión de la división entre chilenos. Su muerte divide nuevamente al ejército y a los chilenos. A un criminal y delincuente no se le pueden rendir honores de Jefe de Estado. El ejército pertenece a todos los chilenos, no a una casta de criminales y ladrones. Espero que Chile vuelva a ser un país civilizado.
José Antonio Mazzotti, poeta peruano: El inmenso daño que hizo Pinochet al pueblo chileno y a la esperanza latinoamericana de una justicia social basada en la democracia no se remedia con la muerte física del tirano. Hay que seguir luchando contra sus herederos, en Chile, en el Perú y en todo terreno posible.
Eduardo González Viaña, narrador peruano: Con la muerte de ese monstruo, recién estamos despertando de una pesadilla que ha durado décadas en América Latina. El es el mayor creador y operador de la llamada guerra sucia.
Hay que recordar, sin embargo, que el mundo oficial del resto de nuestros países fue siempre pinochetista y que los medios de prensa lograron imponer en las mayorías la convicción de que la solución del matarife era la única adecuada para detener las conmociones sociales.
En el presente, esa convicción sigue siendo aceptada por presidentes que deciden asumir la defensa de los criminales. En el Perú, por ejemplo, ésa es una decisión ya tomada.
Para que el monstruo termine de morirse, el castigo de sus seguidores, la reparación de sus víctimas, y la permanente memoria son nuestras únicas armas. Sólo así, algún día sabremos que ya hemos despertado de la pesadilla.
José B. Adolph, narrador peruano: Que en pus descanse.
Renato Sandoval, poeta peruano: La partida furtiva de Pinochet se condice con su traidora toma del poder y deja tras de sí una infinita estela de sangre y dolor indelebles que divide al mundo (no solo a Chile) en dos mitades, por ahora irreconciliables: una que llora con incomprensible orgullo la desaparición del héroe asesino, la otra que celebra su muerte con la tráquea desgarrada por el dolor y la justicia que aún no llega. Yo, ante la noticia, también celebro, aunque con el coágulo en mi boca mientras, como Vallejo, bebo el café, aceite funéreo (Trilce XXVIII).
Cristián Gómez Olivares, poeta chileno: Supongo que ahora se tratará de legitimar o seguir discutiendo su "legado", recalcando las comillas. El discurso de buena parte del centro político -ya sea la centro izquierda, ya sean sus partidarios de la centro derecha, que ladinamente se empezaron a distanciar de él desde hace un par de años-, será un discurso que tratará de poner por separado las sistemáticas e imperdonables violaciones a los derechos humanos, de lo que fue lo que ellos llaman el desarrollo económico, i.e., la implantación del sistema neoliberal, como si lo uno fuera independiente de lo otro. Lo que a mí, en cambio, me gustaría recalcar, es que la transformación que sufriera Chile en los años de la dictadura, no se trató meramente de excesos cometidos por subordinados que actuaban por su cuenta, sino de un programa muy bien planeado de aniquilación de toda posible resistencia para dar paso a la instalación del modelo capitalista que, durante la transición, la Concertación terminó adoptando como propio.