Mazzotti en Varsovia
Un breve viaje del poeta y catedrático José Antonio Mazzotti a Polonia me animó a formularle algunas preguntas que él contesta desde su recinto habitual de Boston. Hay que anotar que Mazzotti vivió en el país de Chopin y de Gombrowicz una larga temporada durante su adolescencia, cuando Polonia era aún un país socialista. Su retorno a Varsovia, después de 33 años, amerita al menos un breve testimonio, le comenté, y él aceptó con gusto. "Ha sido para mí estimulante y enriquecedor retornar a este país cruzado de una historia tan heroica", me comenta. "Se vive un renacimiento controlado, en que las señas del sistema anterior sobreviven en el orden, en la disciplina, en la cultura de sus habitantes. A la vez, el capitalismo ha favorecido un florecimiento de la oferta y el consumo, que iguala a Varsovia a las grandes capitales europeas. No por ello dejan de sentirse algunas desigualdades sociales. Por ejemplo, en una de mis caminatas por la ciudad, una muchacha bien vestida se me acercó y me espetó en polaco una larga frase. Cuando le contesté en mi rudimentario polaco si podía hablarme en inglés, cambió a un impecable pedido angloparlante de ropa y dinero para pasajes. No era una mujer de la vida ni nada parecido. Parecía una estudiante en apuros, simplemente. Esto era inconcebible hace treinta años, lo mismo que las actuales tasas de desempleo".
¿Y en cuanto a la cultura?, le pregunto. "Hay sin duda un retorno de los viejos valores considerados nacionales que fueron enterrados durante el socialismo. Basta pensar en la corona dorada del águila blanca, símbolo nacional de Polonia, que bajo el anterior régimen fue borrada del escudo y la bandera. También están los billetes, que ahora llevan rostros de reyes de los siglos XVII y XVIII. Y la restauración de los viejos palacios aristocráticos, cada vez más esplendorosos y objeto de un turismo galopante. En lo literario, Gombrowicz y Conrad siguen causando furor, y se rescatan expresiones disidentes que permanecieron ocultas bajo el socialismo. En cuanto a otros símbolos de larga trayectoria, como los héroes de la Segunda Guerra Mundial, eso no se ha borrado. Quizá incluso se ha profundizado. El capitalismo no empaña en este caso las fuertes raíces nacionalistas del pueblo polaco. Una visita al Museo de la Insurrección, que conmemora las seis semanas en que los polacos pudieron levantar su bandera bajo la ocupación nazi en agosto y setiembre de 1944 es un choque de espanto, indignación y solidaridad. Se documenta ahí cómo Hitler, furioso por la insurrección, mandó dinamitar la ciudad entera, que quedó en ruinas, y fusilar a más de 150,000 habitantes, incluyendo niños, mujeres y ancianos. Es impresionante cómo los polacos han logrado reconstruir su ciudad ladrillo a ladrillo, como si la guerra no hubiera ocurrido. Pero quedan las placas que señalan los lugares de los fusilamientos, más de 300 sólo en Varsovia, siempre llenas de flores frescas".
¿Algún plan para actividades futuras?, termino preguntándole. "Estoy en conversaciones sobre algunos intercambios y posibles congresos, pero estos son proyectos que toman su tiempo y es un poco prematuro hablar de ellos. Lo que sí puedo decir es que existe en los medios culturales un gran interés por América Latina y por el Perú. Las manifestaciones de aprecio y solidaridad por las víctimas del terremoto fueron múltiples", comenta.
En la foto: Mazzotti en la Plaza del Rey Segismundo III, en la Ciudad Vieja de Varsovia.
¿Y en cuanto a la cultura?, le pregunto. "Hay sin duda un retorno de los viejos valores considerados nacionales que fueron enterrados durante el socialismo. Basta pensar en la corona dorada del águila blanca, símbolo nacional de Polonia, que bajo el anterior régimen fue borrada del escudo y la bandera. También están los billetes, que ahora llevan rostros de reyes de los siglos XVII y XVIII. Y la restauración de los viejos palacios aristocráticos, cada vez más esplendorosos y objeto de un turismo galopante. En lo literario, Gombrowicz y Conrad siguen causando furor, y se rescatan expresiones disidentes que permanecieron ocultas bajo el socialismo. En cuanto a otros símbolos de larga trayectoria, como los héroes de la Segunda Guerra Mundial, eso no se ha borrado. Quizá incluso se ha profundizado. El capitalismo no empaña en este caso las fuertes raíces nacionalistas del pueblo polaco. Una visita al Museo de la Insurrección, que conmemora las seis semanas en que los polacos pudieron levantar su bandera bajo la ocupación nazi en agosto y setiembre de 1944 es un choque de espanto, indignación y solidaridad. Se documenta ahí cómo Hitler, furioso por la insurrección, mandó dinamitar la ciudad entera, que quedó en ruinas, y fusilar a más de 150,000 habitantes, incluyendo niños, mujeres y ancianos. Es impresionante cómo los polacos han logrado reconstruir su ciudad ladrillo a ladrillo, como si la guerra no hubiera ocurrido. Pero quedan las placas que señalan los lugares de los fusilamientos, más de 300 sólo en Varsovia, siempre llenas de flores frescas".
¿Algún plan para actividades futuras?, termino preguntándole. "Estoy en conversaciones sobre algunos intercambios y posibles congresos, pero estos son proyectos que toman su tiempo y es un poco prematuro hablar de ellos. Lo que sí puedo decir es que existe en los medios culturales un gran interés por América Latina y por el Perú. Las manifestaciones de aprecio y solidaridad por las víctimas del terremoto fueron múltiples", comenta.
En la foto: Mazzotti en la Plaza del Rey Segismundo III, en la Ciudad Vieja de Varsovia.