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jueves, agosto 16, 2007

Breves (después del terremoto)

"Cuando sucedió el terremoto, yo apenas había comenzado mi clase de Estudios Culturales en la Universidad Antonio Ruiz de Montoya. Tengo pocos alumnos pues se trata de un post-grado. Al principio hice el comentario clásico que se nos escapa a los limeños durante un temblor 'tranquilos, ya va a pasar', pero uno de mis alumnos comentó: 'profe, está muy larguito, así que mejor bajamos'. Todos los salones estaban llenos. La gente bajó los tres pisos con mucha calma, salimos todos hacia el patio, y luego hacia el jardín de la universidad. Y la tierra seguía temblando, en ondas, horizontalmente (este es uno de los motivos por los cuales, los destrozos en Lima, no han sido de gran magnitud). Quienes nos encontrábamos en Pueblo Libre vimos en el cielo un resplandor, que al parecer, se trata de un extraño fenómeno que se produce cuando las placas tectónicas liberan tanta energía. Un video sobre este extraño fenómeno se puede ver aquí. En ese instante sólo pensé en mi hija, de 17 años, que se encontraba sola en mi departamento de quinto piso con ventanales de pared a pared. Y entonces todos empezamos a utilizar los celulares, inútilmente, porque colapsaron no por minutos, sino por horas, incluso el mío de la compañía Movistar no funcionó sino hasta 14 horas de sucedido el sismo. En medio de la zozobra y conmoción sólo quería ir a casa. Aproveché que la línea de la caseta del guardián de la universidad estaba libre, e hice una llamada, de teléfono local a local. No pude comunicarme con mi casa, entonces llamé al padre de mi hija para pedirle que vaya a verla. Y luego se cortó la llamada. Tomar un taxi era casi imposible, nadie quería parar, entonces nos juntamos entre dos para venir hacia Miraflores. Los 45 minutos de camino, por el tráfico insoportable, se hicieron de una morosidad exasperante. Cuando llegué encontré decenas de mis libros en el suelo, hay que tener en cuenta que es lo primero que se cae, y algunos adornos tirados. Todos los cds de Sol también en el suelo, así como sus revistas de mangas. La televisión estaba prendida, los zapatos de Sol tirados a un lado, y la computadora en stand by. Pero mi hija no estaba por ningún lugar. Sólo el gato salió bajo la cama, y se empezó a restregar contra mis piernas. Sonó el timbre de la puerta y pregunté casi desesperada, 'quién', y me dicen: 'soy tu papá, abre la puerta'. Y entonces me puse muchísimo más nerviosa porque había asumido que estaba con él. Felizmente mi hija se encontraba con unas vecinas del segundo piso, madre e hija también, quienes le habían prestado una chompa, porque salió de la casa asustada, sin zapatos, sin llaves. Y ese pequeño acto de solidaridad, que agradecí muchísimo y que seguí agradeciendo, es lo que se requiere en estos momentos pero a otros niveles. Solidaridad con las personas del sur que necesitan con urgencia de todo, incluso ataúdes, pues los muertos no tienen siquiera en este momento un lugar donde descansar", escribe hoy Rocío Silva Santisteban en su weblog Kolumna Okupa.
Christian Reynoso (quien esta noche presenta su novela Febrero lujuria, a propósito de la cual es entrevistado hoy en la sección cultural de La Primera) al momento del sismo se encontraba por la avenida Brasil dirigiéndose en un taxi (en ese instante detenido en un semáforo) del aeropuerto a la casa de su tío (hermano de su padre), el narrador Oswaldo Reynoso, donde se ha alojado. Pasó un gran susto, como todos aquí en Lima (de paso, agradecer a los narradores Daniel Alarcón y Carlos Yushimito, quienes a través de amables emails se preocupan por sus colegas y amigos).
"La Tierra muere. El Mal existe. Cierto dios creador destruye su creación ya destruida por seres demasiado humanos. Toda una dramática visión moral de la Naturaleza, del Cosmos mismo, fluye desde los colores festivos y las libérrimas formas lúdicamente desparramadas sobre los cuadros de Naguib Ciurlizza", escribió Gustavo Buntinx en el catálogo de la exposición Parábolas, la cual se inaugurara ayer mismo en la Galería Pancho Fierro.
Y a propósito de exposiciones, el jueves pasado se inauguró en el centro cultural de España (Natalio Sánchez 181, Santa Beatriz) Godard, "muestra [de pintura, fotografía, video e instalación] en que distintos artistas plásticos reflexionan y proponen discursos a partir de la obra fílmica y el pensamiento del cineasta francés", como señaló ese mismo día Giancarlo Stagnaro en El Peruano. Uno de los artistas participantes es Alfredo Márquez (cuya obra ilustra este post), quien "ha hecho su propia lectura de Alphaville, uno de los clásicos de Godard, y lo transforma en Ayaville, que trae a colación la violencia política del Perú en la década de 1980. 'Reflejo, como en la película, una sociedad hipercontrolada con distintos agentes que ejercen la violencia en el pasado reciente, el presente y el futuro inmediato. Me interesa ligar los diferentes maoísmos de Godard y Abimael Guzmán. Esta aparente situación irreconciliable entre ambos ocurre en la ficción de las artes plásticas', [señala el autor]".
Finalmente, hoy en la sección cultural de El Peruano Ernesto Carlín publica una nota crítica a la obra teatral Mi nombre es Rachel Corrie. "La excelente representación de Gisela Ponce de León crea un personaje complejo y muy cercano, y no un héroe idealizado de tanta película fallida. Hay que destacar que la directora Nishme Súmar ha optado por una puesta en escena parca, lo que va muy bien con la obra. Un par de breves cortinas musicales y el juego de luces como toda escenografía crean el ambiente ideal para que el espectador viva como suyos el drama de esta joven al descubrir la sinrazón de la guerra", sostiene.

En la foto: Ayaville, obra de Alfredo Márquez. Puede verse hasta el 31 de agosto en el Centro Cultural de España.