Spivak en La Vanguardia
Leo en La Vanguardia digital (a cuyo contenido completo se puede acceder gratuitamente llenando un sencillo formulario) un dossier dedicado a Gayatri Chakravorty Spivak (Calcuta, 1942), quien es, en palabras de Manuel Asensi, en el texto que escribe sobre ella, uno de "los pensadores más radicales de la actualidad, cuya obra parece ir siempre un poco más lejos cuando parece haber llegado a su destino. Mujer, india, marxista, feminista... todo eso pero no sólo eso para disponerse a repensar el mundo de los explotados". "Su manera de habitar y utilizar el feminismo, la deconstrucción y el marxismo me ha llevado hace poco a hablar de spivakismo. Valdría la pena quedarse con esta idea de estilo propio del pensar", escribe Asensi. Cuenta a su vez lo siguiente: "Con la voluntad firme de romper las reglas, Spivak no sólo no ha renunciado a su pasaporte hindú sino que, además, ha rechazado adquirir la nacionalidad norteamericana a pesar de que lleva viviendo en los Estados Unidos más de cuarenta años y a pesar de haber estado casada con un norteamericano. Sigue manteniendo la tarjeta verde, justo el paso previo antes de jurar la bandera de ese país, pero sin ir más allá. Y esto tiene a más de uno estupefacto. ¡Pero si ya puedes, Gayatri, ya puedes! Y ella responde 'sí, pero no'. Un acto de resistencia biográfico que le ha acarreado más de un problema, pero en el que ella piensa mantenerse. Éste es un ejemplo perfecto de lo que ella denomina esencialismo estratégico. En el mundo posmoderno ya no se estilan las esencias y las identidades, sino las diseminaciones y las diferencias, pero hay ocasiones en las que vale la pena poner todo el empeño en reivindicarse hindú, iraquí o bretón: cuando se pelea contra el imperio, digámoslo así. Y en estos años en que el extranjero es malmirado en los EE. UU. y, si se descuida, aislado cual terrorista, ella exhibe su pasaporte hindú y sigue vistiendo preciosos saris".
Asensi entrevista también a Spivak, quien estuvo en Barcelona ofreciendo unas conferencias. Una de las preguntas dice: "¿Cómo podemos en nuestros días usar el marxismo?": "Creo que no se trata de una vuelta a los orígenes. Se trata, más bien, de pensar de nuevo en qué dirección deberíamos hablar de la situación internacional dentro del marco marxista. Los experimentos de los estados policiales de los países llamados comunistas han sido un fracaso y me parece, y no hablo sólo por mí, que hay mucha gente que piensa lo mismo, entre ellos mi amigo Amir Samin, que dado que no hay una verdadera voluntad de cambiar la mente de la gente en general, de cambiarla de verdad, es muy difícil que podamos transformar las cosas. Por ello, las ideas del marxismo vanguardista estuvieron desde el comienzo condenadas al fracaso y tenemos que pensar qué es lo que tenemos que hacer con eso, y tenemos que pensar también en el hecho de que la política de estado, incluido el de los países socialistas, puede traer consigo el nacionalismo e incluso el fascismo. Es necesario pensar todas esas cuestiones de una manera crítica, especialmente después de la caída del muro de Berlín. Y todavía tengo que añadir una cosa más. No tengo recetas para todo, como es obvio, hablo sólo como alguien interesado en el socialismo, pero en mi opinión dentro del socialismo global indígena, no la gran sociedad civil internacional por supuesto, hay un camino para que la interrupción de la globalización capitalista refleje un tipo de marxismo no partidista, y creo que sólo ahí será posible recuperar la idea de una nueva internacional. No hace mucho, en Davos, Juan Somavia, director general de la Organización Internacional del Trabajo, ha afirmado que es necesario cambiar la dirección de la política con el fin de aumentar la flexibilidad del capital al mismo tiempo que la economía local. Se trata de un cambio inmenso que no puede producirse de manera demasiado rápida y sobre el que conviene pensar detenidamente. Uno de sus efectos fundamentales sería que la gente pudiera quedarse donde se encuentra y no sintiera la necesidad de emigrar. Y esto debería ser aplicado en el corazón del África subsahariana. En caso contrario, la política global es sólo una intención, una mera filantropía sin democracia. Cuando se lee atentamente a Marx, se advierte que la libertad hacia viene después de la liberación de algo. No ser capaz de hablar, no ser capaz de cambiar la mentalidad, ése es el problema más profundo. En la tesis número once de las Tesis sobre Feurbach, Marx se pregunta ¿quién educará a los educadores? Yo no tengo ningún inconveniente en responder 'yo misma', porque estoy convencida de que la única manera en que se puede transformar la mente de la gente en general es a través de la educación, y por eso la educación posee un gran trasfondo ético".
El dossier incluye un artículo de Marta Segarra, profesora de literatura y cine francófonos en la Universitat de Barcelona, titulado "Contra la subalternidad: más allá del poscolonialismo". "El poscolonialismo, escribe Segarra, como su nombre indica, concierne la relación entre el colonizador y el colonizado una vez dejan de serlo, por lo menos políticamente. A mediados del siglo XX, cuando la mayoría de las colonias africanas y asiáticas obtuvieron la independencia, nacieron espacios literarios que, utilizando la lengua del antiguo colonizador, hablaban desde una perspectiva ideológica e imaginaria muy distinta a la de éste. La teoría poscolonial, cuyos iniciadores fueron el tunecino Albert Memmi, el argelino de origen caribeño Frantz Fanon y el palestino Edward Said, intenta proporcionar los instrumentos críticos necesarios para tratar adecuadamente estos discursos, no sólo literarios sino también históricos, políticos o filosóficos. El Grupo de Estudios Subalternos (SSG en sus siglas inglesas) nació a principios de los ochenta, promovido entre otros por el historiador hindú Ranajit Guha, y ha publicado diversas antologías cuyo objetivo primero fue problematizar el discurso histórico sobre la independencia de la India, que sugiere que ésta fue posible gracias a las élites politizadas por la colonización británica, obviando la relevancia de las insurrecciones campesinas. La finalidad primera del SSG consistía en sacar a la luz el papel decisivo de estas masas subalternas, utilizando esta palabra en el sentido de Antonio Gramsci, quien, en sus escritos de prisión, la usó para eludir la censura en lugar de otros conceptos marxistas como el de proletariado. La expresión hizo fortuna, y los estudios subalternos se extendieron a otras áreas geográficas y culturales, especialmente de América latina y del sudeste asiático". Segarra señala también que "en una sociedad como la nuestra que menosprecia las humanidades, los intelectuales europeos no se pueden permitir ignorar o despreciar a su vez, como ocurre con frecuencia en nuestros lares, los estudios poscoloniales, feministas, deconstructivistas y subalternos".
En la foto: Spivak sostiene que "la renuncia al marxismo en el sentido de pasar la página es ceder a una socialdemocracia cómplice las más de las veces del liberalismo capitalista. Ser socialista sin ser de algún modo marxista es una quimera".
Asensi entrevista también a Spivak, quien estuvo en Barcelona ofreciendo unas conferencias. Una de las preguntas dice: "¿Cómo podemos en nuestros días usar el marxismo?": "Creo que no se trata de una vuelta a los orígenes. Se trata, más bien, de pensar de nuevo en qué dirección deberíamos hablar de la situación internacional dentro del marco marxista. Los experimentos de los estados policiales de los países llamados comunistas han sido un fracaso y me parece, y no hablo sólo por mí, que hay mucha gente que piensa lo mismo, entre ellos mi amigo Amir Samin, que dado que no hay una verdadera voluntad de cambiar la mente de la gente en general, de cambiarla de verdad, es muy difícil que podamos transformar las cosas. Por ello, las ideas del marxismo vanguardista estuvieron desde el comienzo condenadas al fracaso y tenemos que pensar qué es lo que tenemos que hacer con eso, y tenemos que pensar también en el hecho de que la política de estado, incluido el de los países socialistas, puede traer consigo el nacionalismo e incluso el fascismo. Es necesario pensar todas esas cuestiones de una manera crítica, especialmente después de la caída del muro de Berlín. Y todavía tengo que añadir una cosa más. No tengo recetas para todo, como es obvio, hablo sólo como alguien interesado en el socialismo, pero en mi opinión dentro del socialismo global indígena, no la gran sociedad civil internacional por supuesto, hay un camino para que la interrupción de la globalización capitalista refleje un tipo de marxismo no partidista, y creo que sólo ahí será posible recuperar la idea de una nueva internacional. No hace mucho, en Davos, Juan Somavia, director general de la Organización Internacional del Trabajo, ha afirmado que es necesario cambiar la dirección de la política con el fin de aumentar la flexibilidad del capital al mismo tiempo que la economía local. Se trata de un cambio inmenso que no puede producirse de manera demasiado rápida y sobre el que conviene pensar detenidamente. Uno de sus efectos fundamentales sería que la gente pudiera quedarse donde se encuentra y no sintiera la necesidad de emigrar. Y esto debería ser aplicado en el corazón del África subsahariana. En caso contrario, la política global es sólo una intención, una mera filantropía sin democracia. Cuando se lee atentamente a Marx, se advierte que la libertad hacia viene después de la liberación de algo. No ser capaz de hablar, no ser capaz de cambiar la mentalidad, ése es el problema más profundo. En la tesis número once de las Tesis sobre Feurbach, Marx se pregunta ¿quién educará a los educadores? Yo no tengo ningún inconveniente en responder 'yo misma', porque estoy convencida de que la única manera en que se puede transformar la mente de la gente en general es a través de la educación, y por eso la educación posee un gran trasfondo ético".
El dossier incluye un artículo de Marta Segarra, profesora de literatura y cine francófonos en la Universitat de Barcelona, titulado "Contra la subalternidad: más allá del poscolonialismo". "El poscolonialismo, escribe Segarra, como su nombre indica, concierne la relación entre el colonizador y el colonizado una vez dejan de serlo, por lo menos políticamente. A mediados del siglo XX, cuando la mayoría de las colonias africanas y asiáticas obtuvieron la independencia, nacieron espacios literarios que, utilizando la lengua del antiguo colonizador, hablaban desde una perspectiva ideológica e imaginaria muy distinta a la de éste. La teoría poscolonial, cuyos iniciadores fueron el tunecino Albert Memmi, el argelino de origen caribeño Frantz Fanon y el palestino Edward Said, intenta proporcionar los instrumentos críticos necesarios para tratar adecuadamente estos discursos, no sólo literarios sino también históricos, políticos o filosóficos. El Grupo de Estudios Subalternos (SSG en sus siglas inglesas) nació a principios de los ochenta, promovido entre otros por el historiador hindú Ranajit Guha, y ha publicado diversas antologías cuyo objetivo primero fue problematizar el discurso histórico sobre la independencia de la India, que sugiere que ésta fue posible gracias a las élites politizadas por la colonización británica, obviando la relevancia de las insurrecciones campesinas. La finalidad primera del SSG consistía en sacar a la luz el papel decisivo de estas masas subalternas, utilizando esta palabra en el sentido de Antonio Gramsci, quien, en sus escritos de prisión, la usó para eludir la censura en lugar de otros conceptos marxistas como el de proletariado. La expresión hizo fortuna, y los estudios subalternos se extendieron a otras áreas geográficas y culturales, especialmente de América latina y del sudeste asiático". Segarra señala también que "en una sociedad como la nuestra que menosprecia las humanidades, los intelectuales europeos no se pueden permitir ignorar o despreciar a su vez, como ocurre con frecuencia en nuestros lares, los estudios poscoloniales, feministas, deconstructivistas y subalternos".
En la foto: Spivak sostiene que "la renuncia al marxismo en el sentido de pasar la página es ceder a una socialdemocracia cómplice las más de las veces del liberalismo capitalista. Ser socialista sin ser de algún modo marxista es una quimera".