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domingo, febrero 18, 2007

Rafo León sobre Madeinusa

Aquí una nota aguda y sin duda polémica de Rafo León sobre la afamada película peruana Madeinusa.

MADEINESHIA*
Curiosa película peruana que tenemos la obligación de elogiar

Por Rafo León

Mandan los críticos de cine que las películas haya que verlas como relatos de ficción y no como la narración de hechos ocurridos en la realidad; que un filme vale cuando es fiel a sí mismo, cuando construye con coherencia un universo paralelo al de lo real porque para eso se está haciendo ficción y no documental, crónica periodística ni informe antropológico. Muy bien, no puedo escribir entonces que Madeinusa, opera prima de Claudia Llosa, me disgustó porque presenta la vida de una comunidad andina de una manera que jamás encontrará como natural ni coherente quien conozca el Perú con cierta profundidad: decadencia, degradación, dipsomanía esencial, traición, como rasgos intrínsecos a una colectividad que es así por el hecho de ser. Callaré mi molestia ante el despliegue de un mundo exhibido como algo congelado en un tiempo eterno, donde la gente forma parte de una masa colectiva que actúa guiada por atavismos gregarios y no por motivaciones individuales, como los animales. Borrachos desde siempre, incestuosos para siempre, taimados colectivistas hasta en la manera de elegir con quién se tiene relaciones sexuales. Zombies que por pertenecer a una cultura cerrada violentan a sus difuntos dándoles de beber dentro de sus ataúdes, glebas que celebran una festividad religiosa regida por códigos que jamás podrán variar. Xenófobos paranoicos que temen al foráneo portador del mal y potencial extirpador de creencias y tradiciones, y lo encierran en calabozo de cerdos para que no altere el orden cósmico que determina sus vidas desde antes hasta después.

Qué tal raza
No puedo decir, según lo que ordena la crítica especializada de cine, que Madeinusa atribuye al mundo campesino de los Andes, un cuerpo de características único, generalizador e inamovible. Por tanto, que es una película racista. Como cuando en los western de los cincuenta los pieles rojas eran solo bestias ávidas de sangre que quemaban caravanas para violar muchachas blancas y cortar el cuero cabelludo de los buenos de la película, de puro malos que eran. No debo, a riesgo de quedar como un ignorante, no debo exponer mi punto de vista acerca de que Madeinusa es una propuesta prejuiciosa donde todos los vicios y taras correspondientes a una sociedad y desplegados en una manierista narración, se explican por el hecho de que los indios andinos son así, así fueron y así serán. Como en las sagas fílmicas de Tarzán, donde los negros africanos eran caníbales, medio monos, aptos para porteadores como máximo destino, fieles por naturaleza a quienes le tendían la mano pero traicioneros por lo mismo, condiciones venidas con la piel, la bemba, los rulos y el hueso atravesado en la nariz. Debo elogiar esas viejas películas de matiné dominical porque contaban bonita la historia.

Caverna platónica
No puedo, según lo que indica la semiótica cinematográfica cool, contrastar a Madeinusa con las maravillosas películas de Emir Kusturica, donde lo étnico - popular está explorado desde adentro, con la vitalidad de quien se atreve a acercarse y a zambullirse en el mundo de los otros, bajando del balcón esteticista y la avidez festivalera. Debo callar que una película reciente – Rabbit-proof fence de Philippe Noyce (Generación robada, en español) - da lecciones maestras de cómo volar en alas de la ficción para recrear una realidad feroz como la del racismo blanco australiano contra los maoríes, sin traicionar ninguna de las ordenanzas de la crítica especializada de cine. Debo sí escribir que Madeinusa es de aplauso parado porque narra muy bien una historia de cholos en medio de una festividad andina, tanto como reproduce en forma intachable los prejuicios blancos y limeños sobre la gente de los Andes: regia para componer imágenes barrocas dignas de Nat Geo, con sus borrachos apestosos, sus violadores perdonados, sus cercos de ratas y un joven limeño que, uff, paga pato por meterse donde nunca debió estar. Platón dedicó su vida a diferenciar el simulacro de su modelo. Madeinusa dedica una hora y media a hacer del simulacro racista, un modelo de lenguaje cinematográfico moderno.

* Publicado en la columna Abrapalabra del sabatino semanario Somos de El Comercio el 16 de octubre del 2006.
En la foto: Salvador y Madeinusa.