Y dale con S. K.
Por José B. Adolph*
Ahora que ya ha pasado el suficiente tiempo como para que todos estemos informados sobre Doris Lessing gracias a su (merecido) Nobel, quiero retornar al cada vez más literariamente correcto (y vaya si nos ha costado) Stephen King.
Se trata de su obra cumbre: la saga de La torre oscura.
He leído casi todos sus libros, de los cuales muy pocos me han parecido débiles (como el del automóvil que piensa y actúa solo), idea que, sin embargo, fue copiada en varias series de televisión.
Pero La torre oscura (cuatro primeros tomos ya traducidos al castellano de un total –¿por ahora?– de siete, y tres por traducir) es la culminación apoteósica de su talento. Basta con leer el primer tomo para comprenderlo.
Estoy terminando el quinto, Wolves on the Calla = Lobos en el Calla, y después leeré el sexto y sétimo, gracias a un préstamo de mi hija Patsy, otra fanática.
En mi vida he leído bastantes sagas y epopeyas desde lo que queda de Gilgamesh hasta nuestros días. Pocas me han impresionado tanto.
Es que, además de su excelencia literaria, que al fin comienza a ser reconocida tras años de basureo por los "serios", combina en forma pocas veces vista prácticamente todos los géneros, desde la ciencia ficción hasta el horror, desde la fantasía hasta el humor, desde el western hasta la novela negra. ¡Hasta inventa dialectos! Crea una serie aparentemente inacabable de plots = argumentos y subplots sin perder ni por un instante (y son alrededor de siete mil páginas) la trabazón con la línea y personajes centrales. No se "desenchufa" de la idea central. No se pierde en el laberinto borgiano que ha creado. Y mantiene en cada párrafo y en cada línea el interés obsesivo del lector. Nunca dejas de estar interesado y entretenido (una mala palabra para algunos) y penetras en las historias. Y aquí lo más divertido: ¡no necesitas suspender la incredulidad! A ver, chúpense esa.
* Publicado en su columna "El señor de los colmillos" de Caretas 1998.
En la foto: Stephen King.
Ahora que ya ha pasado el suficiente tiempo como para que todos estemos informados sobre Doris Lessing gracias a su (merecido) Nobel, quiero retornar al cada vez más literariamente correcto (y vaya si nos ha costado) Stephen King.
Se trata de su obra cumbre: la saga de La torre oscura.
He leído casi todos sus libros, de los cuales muy pocos me han parecido débiles (como el del automóvil que piensa y actúa solo), idea que, sin embargo, fue copiada en varias series de televisión.
Pero La torre oscura (cuatro primeros tomos ya traducidos al castellano de un total –¿por ahora?– de siete, y tres por traducir) es la culminación apoteósica de su talento. Basta con leer el primer tomo para comprenderlo.
Estoy terminando el quinto, Wolves on the Calla = Lobos en el Calla, y después leeré el sexto y sétimo, gracias a un préstamo de mi hija Patsy, otra fanática.
En mi vida he leído bastantes sagas y epopeyas desde lo que queda de Gilgamesh hasta nuestros días. Pocas me han impresionado tanto.
Es que, además de su excelencia literaria, que al fin comienza a ser reconocida tras años de basureo por los "serios", combina en forma pocas veces vista prácticamente todos los géneros, desde la ciencia ficción hasta el horror, desde la fantasía hasta el humor, desde el western hasta la novela negra. ¡Hasta inventa dialectos! Crea una serie aparentemente inacabable de plots = argumentos y subplots sin perder ni por un instante (y son alrededor de siete mil páginas) la trabazón con la línea y personajes centrales. No se "desenchufa" de la idea central. No se pierde en el laberinto borgiano que ha creado. Y mantiene en cada párrafo y en cada línea el interés obsesivo del lector. Nunca dejas de estar interesado y entretenido (una mala palabra para algunos) y penetras en las historias. Y aquí lo más divertido: ¡no necesitas suspender la incredulidad! A ver, chúpense esa.
* Publicado en su columna "El señor de los colmillos" de Caretas 1998.
En la foto: Stephen King.