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sábado, setiembre 06, 2008

El Scorza inédito


Personajes: Manuel Scorza cumpliría 80 años este 9 de setiembre. Se prepara la publicación de El Descubrimiento, su última novela

Por Carlos Cabanillas*

Dicen que murió abrazado a su último libro. Lo cuenta Lidia Hoyle de Scorza, viuda y editora. Pero para sus lectores, esa novela ya existía dentro de otra, gestándose como una pequeña matrioska. En Daños que provoca el uso inmoderado de los ositos de peluche, inicio de La danza inmóvil, el narrador se preguntaba cómo enfrentar a Vaca Sagrada, representante de una editorial: "¿Qué hacer? ¿Proponer al editor mi novela sobre el descubrimiento de Europa?" (p.9, Editorial Siglo XXI). Moriría inédito, resolvió el personaje de Scorza sobre su manuscrito. La frase le abrió las puertas del selecto club de poetas peruanos videntes, integrado por Javier Heraud (Sucede simplemente/que no tengo miedo de morir entre pájaros/y árboles) y César Vallejo (Me moriré en París –y no me corro–). Porque además de novelista y editor, Manuel Scorza –limeño por nacimiento, madrileño por fallecimiento– fue poeta.
La danza inmóvil, novela con la que rompió su saga sobre la "guerra silenciosa", le marcó el punto final. La madrugada del 28 de noviembre de 1983, el Boeing 747 de Avianca que venía de París se estrelló contra una colina a 8 km del aeropuerto madrileño de Barajas. Scorza traía su manuscrito, pero había dejado una copia en España por puro temor.
–Manuel temía volar en avión –cuenta la señora Hoyle.

Su última novela fue conservada en la biblioteca de su hijo, Manuel Scorza Hoyle. La idea original era publicarla dentro de una reedición de su obra completa. Cruel ironía: ninguna editorial quiso reeditar a quien con sólo 28 años fuese el infatigable gestor de Populibros Peruanos. Ninguna salvo Alas Peruanas, a la que llegaron por intermedio del poeta y amigo Reynaldo Naranjo.
La universidad se embarcó en la difícil brega de editar a uno de los autores peruanos más prolíficos. Como un Vargas Llosa regional, Scorza ha escrito sobre el Perú como un todo. Sobrevivió a los jaguares del Colegio Militar Leoncio Prado y a la no menos fiera actividad política sanmarquina. También a la izquierda, pero sobre todo al exilio cortesía de ese otro Manuel: Odría. Todo ha sido volcado en sus obras, que serán recogidas por la Biblioteca Manuel Scorza. Implicará siete libros en total: las novelas Redoble por Rancas, Historia de Garabombo el invisible, El jinete insomne, La tumba del relámpago y La danza inmóvil; un compendio de su obra poética y el libro de su viuda Homenaje a la palabra. El octavo –y único inédito– será publicado a inicios del 2009. "La novela trata sobre el descubrimiento de Europa, sobre cómo la conoció", cuenta Hoyle. "Cuando fue por primera vez, no quería volver".


Los adioses
"En la librería Zeta ni lo conocen", recuerda Lidia Hoyle con indignación. Scorza es uno de los pocos escritores peruanos que ha tenido más lectores en vida. Quizá sea la temática regional, concede Hoyle, que parece haber perdido protagonismo. O quizá las alusiones a la izquierda y al FOCEP de sus amores (el dirigente Genaro Ledesma es un personaje recurrente de sus libros). "Por eso, poco a poco, logré convencer a mi hijo para que me ayude en la edición de su última novela", confiesa. Scorza Hoyle tenía experiencia en el rubro. Fue el encargado de los Periolibros que acompañaron al diario Página Libre, dirigido en ese entonces por Guillermo Thorndike. En plena campaña presidencial de 1990, la aparición de una novela en papel periódico (Redoble por Rancas) significó la realización del último sueño de su padre. Antes, con sólo 28 años, Manuel Scorza había tenido un inusitado éxito con los Populibros Peruanos. También había organizado cinco Festivales del Libro en el Perú, tres en Venezuela, dos en Colombia, dos en Cuba, uno en Ecuador y otro en Centroamérica.
Con la reedición de su obra completa, Lidia Hoyle le rinde tributo al editor. Si la muerte es la última de las historias, parafraseando a Scorza, una mujer interrumpió el relato.

* Publicado en Caretas 2043.
En la foto: el novelista en Yanahuanca (Huánuco), durante el viaje de Héctor Chacón "El Nictálope". Era 1971. [Leyenda de Caretas]