El decir y el vértigo. Panorama de la poesía hispanoamericana reciente
Quiero dar cuenta del libro El decir y el vértigo. Panorama de la poesía hispanoamericana reciente 1965 - 1979 (México DF: Filodecaballos y CONACULTA FONDA, 2005, 431), selección y prólogo de Rocío Cerón (DF, 1972), Julián Herbert (Acapulco, 1971) y León Plascencia Ñol (Ameca, 1968). En su introducción (fechada en México en enero de 2005), los autores entre otros puntos señalan lo siguiente: "Nuestra intención original, quizá algo ingenua, era ofrecer una imagen compacta y a la vez compendiosa de la reciente poesía en lengua española. Este primer enfoque, no tardó en derbordar (por motivos que se detallarán más adelante) nuestras posibilidades de logística, calendario, aparato crítico y presupuesto. Por honestidad para con los lectores, pero sobre todo por fidelidad de lectores ante la poesía, debimos conformarnos con una mira más modesta, a caballo entre la renuncia y el éxito: elaborar un 'panorama de la poesía hispanoamericana reciente', iniciando con los autores nacidos en 1965 -fecha que se repite como bisagra de clausura en casi todos los estudios de las promociones poéticas anteriores- y culminando con los de 1979. Por lo que atañe a la geografía, nos fue dolorosamente preciso prescindir de España, ya que no encontramos ni el material ni la asesoría suficientes para asumir ese espectro crítico de manera meridianamente confiable. Este volumen sólo se ocupa, pues, del español de América" (10-11). Enseguida, los autores describen "en breve nuestra metodología inicial y, alternadamente, algunos de los motivos críticos y logísticos que nos obligaron a modificarla.
Primero, dividimos nuestra área de trabajo en seis zonas: Centroamérica (El Salvador, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Guatemala, Honduras), Sudamérica (Colombia, Perú, Paraguay, Bolivia, Venezuela), Cono Sur (Argentina, Chile, Uruguay), Península Ibérica (España), Caribe (Cuba, República Dominicana, Puerto Rico) y América del Norte (México). Enseguida, y con la intención de contar con una observación interna y una mayor cantidad de opinione críticas, invitamos a poetas de todo el continente (originalmente los denominamos 'editores de zona') para que organizaran una pre-selección del material de sus países o regiones.
Al poco tiempo, sin embargo, nos dimos cuenta de que sería muy difícil lograr un trabajo armónico de esta manera, ya que había países enteros (España es el caso más radical, pero habría que mencionar asimismo a Honduras, Paraguay, Nicaragua, Panamá y Uruguay) donde, o bien carecíamos de informantes y bibliografía suficiente, o bien no logramos encontrar (aunque seguramente existen y escaparon al muestreo) trabajos que a nuestro juicio fueran imprescindibles para el volumen. Por otro lado, subsistía el riesgo de que, al ser los editores de zona poetas ellos mismos, cayéramos en visiones de grupo o reduccionismos a rajatabla, con la consiguiente renuncia a una observación más amplia y crítica. Finalmente, a menudo nuestras propias indagaciones nos proporcionaron material que difería de lo propuesto por los pre-seleccionadores, y fue ahí donde descubrimos la falla mayor de nuestro método: si éramos nosotros tres quienes nos habíamos metido en esta camisa de once varas, resultaba injusto embarcar en semejante compromiso a otros poetas o críticos hispanoamericanos (que ya bastante hacían con ser talentosos y entusiastas, y que en algunos casos hubieran quedado excluidos del volumen debido a una norma que originalmente nos habíamos impuesto) en aras de un valor tan inasible e inestable como la democracia. Convertimos entonces a nuestros 'editores de zona' en asesores, y sus nombres aparecen en la página de agradecimientos. Aunque las hipotéticas virtudes de este trabajo hubieran sido inalcansables sin la ayuda de ellos, de antemano apuntamos que toda carencia que haya en él es estricta responsabilidad de quienes firmamos el libro.
Una vez hecho este ajuste, eliminamos también la noción de 'zonas' y comenzamos a clasificar el material que nos llegaba de una manera más tradicional y simple: decidimos que los poetas aparecieran por orden cronológico, sin importar el país de origen, y cuando había varios nacidos en un mismo año, nos basábamos en el índice alfabético.
De sobra está decir que el corpus resultó, con todo y ser parcial, desmesurado: no hay documentalista que pueda hacerle frente a la actual tecnología de la información. De inmediato renunciamos a nuestro afán antológico y, para ser consecuentes con la amplitud y diversidad de lo que nos llegaba, optamos por construir un muestrario que consideramos representativo pero más estrecho, tamizado por nuestra crítica.
La tercera parte del método de selección fue la más desgastante, aunque también la más gozosa: comenzamos a leer a cada uno de los autores en voz alta, en sesiones de varios días que se sucedieron durante meses en Guadalajara y la ciudad de México.
Mientras tanto, volvimos a contactar con otros poetas de los diversos países para que nos recomendaran a autores de interés. También buscamos por Internet páginas en donde aparecieran textos de los poetas que pertenecían al ciclo generacional que nos ocupaba. En conclusión, leímos cerca de 500 poetas de diversos registros a través de libros, copias fotostáticas, archivos de Internet, correos electrónicos de nuestros asesores y corresponsales, y textos que los autores nos hicieron llegar de propia mano. Fue un trabajo enloquecedor pero gratificante, ya que poco a poco empezó a surgir un rostro o un mapa de lo que se estaba gestando en el continente.
Este es un panorama de poemas, de registros, de escrituras particulares, más que de autores prestigiados en sus países. Quisimos resaltar, por encima de premios y reconocimientos, al poema en sí mismo. Por esta razón, no hemos querido rendir cuotas nacionales, temáticas, ideológicas, o encaminadas al estudio de género (sin duda hay muchas deudas éticas por saldar en América Latina, y una de ellas es el estricto compromiso con el trabajo honesto).
De seguro habrá autores que estén ausentes de este libro debido a nuestro desconocimiento, o bien debido a que sus poéticas y nuestra lectura crítica no lograron una empatía más profunda; pero creemos que los que participan en él pueden mostrar que la poesía escrita en español continúa enriqueciéndose.
Una vez concluida la selección, siguió llegando material de autores nacidos después de 1979, nuestro año de cierre generacional. Por tal motivo, decidimos agregar una addenda con unos cuantos nombres, para mostrar lo que están haciendo los novísimos poetas" (11-13).
En la página de Agradecimientos se menciona, en primer término, a los asesores regionales (para el caso peruano la persona encargada fue Eithel Zegarra) y, enseguida, a "nuestros amigos", entre ellos Reynaldo Jiménez. Los autores peruanos incluidos son Rodrigo Quijano, Jorge Frisancho, Lizardo Cruzado, Paul Guillén y Renato Gómez. De la Addenda (cuatro poetas, ningún peruano), el autor más joven es el mexicano Luis Eduardo García (homónimo del poeta trujillano), nacido en 1984. Al final del libro se incluye las Fichas de Autores (por países) y las Fuentes Bigliográficas (que comprenden las Fuentes Hemerográficas, Electrónicas y Privadas). Hay también una sección, Posfacios, con textos de Hernán Bravo Varela ("Como se había apuntado, otra historia poética -'verdadera', 'entrañable' y 'pausada', en la cita de Borges- ha venido cumpliéndose sin interrupciones desde el siglo XX en Argentina, Chile y Perú, protagonistas de la escena poética sudamericana. Hoy más que nunca, estos tres países están regidos por un complejísimo sistema de 'ruptura de la tradición', opuesto a las sabidas conjeturas hechas por Paz hace casi medio siglo, cuando aún podía oírse, si bien ya no 'el sonido y la furia' de las vanguardias literarias, sí su eco claro y preciso. Lenguaje poético e ideolecto en Argentina; lírica y profética en Chile; épica interior y confesión histórica en Perú, se han vuelto prácticamente indisociables. [...] Entre Vallejo, Carlos Germán Belli, Rodolfo Hinostroza, Luis Hernández, el génesis del mundo atestiguado en los versículos de Jorge Frisancho (1967), el método científico aplicado a las materias del poema en Renato Gómez (1968) y el desarraigo ético, estético y generacional de Lizardo Cruzado (1975)", 384-385) y Eduardo Milán ("Ciertas previsiones que uno podía hacerse hace diez o quince años respecto del devenir de la poesía latinoamericana se han cumplido. No hay, en este panorama propuesto por León Plascencia Ñol, Rocío Cerón y Julián Herbert, que abarca un buen período de escritura y publicación, 24 años, designios de camino, direcciones nítidas, metas poéticas que podrían sugerir un cambio de frente respecto a la problemática de una o dos generaciones anteriores. Lo que se señalaba como crisis poética continúa siendo crisis poética. Con una diferencia, que tiene que ver con la variedad de poéticas que representa la muestra, que a su vez responde a la asimilación de la problemática general de acuerdo a la recepción de cada tradición geográfico-poética y de cada poeta en particular: los diferentes parcelamientos no desaparecen la evidencia, ese estado de crisis está asumido, con o sin conciencia explícita, con o sin revelación de la escritura. La aventura poética ha vuelto a ser una aventura individual en este sentido: es dudoso que alguno de los poetas aquí reunidos se sienta partícipe de algo más que de la práctica poética con sus contemporáneos de oficio. Otra vez el sentido de la escritura es la escritura del destino de quien escribe", 390-391).
Y este es el apartado que los autores dedican al Perú en su introducción:
"No se puede hablar de un conjunto de paradigmas que unifiquen la reciente poesía peruana. Lo que sí puede observarse, es una serie de escrituras que entretejen tradición y novedad. Hay especial cuidado por la factura del poema, sea éste escrito en versos medidos o libres, y asimismo hay abundancias en alusiones culturales, ya sean contemporáneas o clásicas: junto a la lectura de griegos y latinos, o junto al soplo de los Siglos de Oro, puede apreciarse en estos jóvenes la presencia de 'malditos' nacionales como Luis Hernández o -el poco conocido fuera de las fronteras peruanas- Juan Ojeda.
Por otra parte, los poetas nacidos hacia finales de los sesenta e inicios de los setenta guardan una particular preocupación por el lenguaje, adiestrándose en lo 'poético' y alejándose, en lo posible, del tono 'coloquial'. El lenguaje es el elemento al que hay que someter, friccionar. Estos jóvenes poetas han dejado atrás el uso de un lenguaje cotidiano (muy frecuentado por peruanos de los setenta y los ochenta) para intentar una distancia crítica y una dicción de corte conceptual y purista. Geografías personales, propias, sin que ello implique que en estos jóvenes autores no se vean las influencias de poetas predecesores de generaciones inmediatas -Antonio Cisneros, Carlos Germán Belli, Rodolfo Hinostroza o Jorge Eduardo Eielson.
Para los nacidos en los setenta (Paul Guillén, por ejemplo), la revalorización de autores como Martín Adán y José María Eguren es parte esencial de su corpus poético y, en cambio, la presencia de Vallejo se siente atemperada. Se percibe igualmente -a través de guiños, fórmulas, ecos- la herencia de César Moro, lo mismo que la de Emilio Adolfo Westphalen.
El lector encontrará en esta selección miradas exploratorias que tienen como núcleo el restablecimiento de la poesía en tanto que lugar de generación, de ente fundacional. Poesía de factura cuidada que sin perder de vista su contexto histórico, reflexiona sobre sus raíces locales y nacionales (Rodrigo Quijano), con destreza rítmica e imágenes que apuntan a dilucidar fórmulas culturales (Jorge Frisancho), que percibe en lo inmediato -aves, trazos, tierra- universos cercados que apuntan a la metafísica de lo apocalíptico (Renato Gómez), de expresionismo irónico y humorístico e irreverencia (Lizardo Cruzado), y que transita también por la recuperación de la memoria, la infancia y las causas primeras, en versos lacerantes y ríspidos (Paul Guillén). Una poesía saludable, en modo alguno acomplejada, que ha sabido mirar lo mismo dentro de sus vísceras que a la profundidad poética de otras geografías literarias" (24-25).
En la foto: Jorge Frisancho, antologado.
Primero, dividimos nuestra área de trabajo en seis zonas: Centroamérica (El Salvador, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Guatemala, Honduras), Sudamérica (Colombia, Perú, Paraguay, Bolivia, Venezuela), Cono Sur (Argentina, Chile, Uruguay), Península Ibérica (España), Caribe (Cuba, República Dominicana, Puerto Rico) y América del Norte (México). Enseguida, y con la intención de contar con una observación interna y una mayor cantidad de opinione críticas, invitamos a poetas de todo el continente (originalmente los denominamos 'editores de zona') para que organizaran una pre-selección del material de sus países o regiones.
Al poco tiempo, sin embargo, nos dimos cuenta de que sería muy difícil lograr un trabajo armónico de esta manera, ya que había países enteros (España es el caso más radical, pero habría que mencionar asimismo a Honduras, Paraguay, Nicaragua, Panamá y Uruguay) donde, o bien carecíamos de informantes y bibliografía suficiente, o bien no logramos encontrar (aunque seguramente existen y escaparon al muestreo) trabajos que a nuestro juicio fueran imprescindibles para el volumen. Por otro lado, subsistía el riesgo de que, al ser los editores de zona poetas ellos mismos, cayéramos en visiones de grupo o reduccionismos a rajatabla, con la consiguiente renuncia a una observación más amplia y crítica. Finalmente, a menudo nuestras propias indagaciones nos proporcionaron material que difería de lo propuesto por los pre-seleccionadores, y fue ahí donde descubrimos la falla mayor de nuestro método: si éramos nosotros tres quienes nos habíamos metido en esta camisa de once varas, resultaba injusto embarcar en semejante compromiso a otros poetas o críticos hispanoamericanos (que ya bastante hacían con ser talentosos y entusiastas, y que en algunos casos hubieran quedado excluidos del volumen debido a una norma que originalmente nos habíamos impuesto) en aras de un valor tan inasible e inestable como la democracia. Convertimos entonces a nuestros 'editores de zona' en asesores, y sus nombres aparecen en la página de agradecimientos. Aunque las hipotéticas virtudes de este trabajo hubieran sido inalcansables sin la ayuda de ellos, de antemano apuntamos que toda carencia que haya en él es estricta responsabilidad de quienes firmamos el libro.
Una vez hecho este ajuste, eliminamos también la noción de 'zonas' y comenzamos a clasificar el material que nos llegaba de una manera más tradicional y simple: decidimos que los poetas aparecieran por orden cronológico, sin importar el país de origen, y cuando había varios nacidos en un mismo año, nos basábamos en el índice alfabético.
De sobra está decir que el corpus resultó, con todo y ser parcial, desmesurado: no hay documentalista que pueda hacerle frente a la actual tecnología de la información. De inmediato renunciamos a nuestro afán antológico y, para ser consecuentes con la amplitud y diversidad de lo que nos llegaba, optamos por construir un muestrario que consideramos representativo pero más estrecho, tamizado por nuestra crítica.
La tercera parte del método de selección fue la más desgastante, aunque también la más gozosa: comenzamos a leer a cada uno de los autores en voz alta, en sesiones de varios días que se sucedieron durante meses en Guadalajara y la ciudad de México.
Mientras tanto, volvimos a contactar con otros poetas de los diversos países para que nos recomendaran a autores de interés. También buscamos por Internet páginas en donde aparecieran textos de los poetas que pertenecían al ciclo generacional que nos ocupaba. En conclusión, leímos cerca de 500 poetas de diversos registros a través de libros, copias fotostáticas, archivos de Internet, correos electrónicos de nuestros asesores y corresponsales, y textos que los autores nos hicieron llegar de propia mano. Fue un trabajo enloquecedor pero gratificante, ya que poco a poco empezó a surgir un rostro o un mapa de lo que se estaba gestando en el continente.
Este es un panorama de poemas, de registros, de escrituras particulares, más que de autores prestigiados en sus países. Quisimos resaltar, por encima de premios y reconocimientos, al poema en sí mismo. Por esta razón, no hemos querido rendir cuotas nacionales, temáticas, ideológicas, o encaminadas al estudio de género (sin duda hay muchas deudas éticas por saldar en América Latina, y una de ellas es el estricto compromiso con el trabajo honesto).
De seguro habrá autores que estén ausentes de este libro debido a nuestro desconocimiento, o bien debido a que sus poéticas y nuestra lectura crítica no lograron una empatía más profunda; pero creemos que los que participan en él pueden mostrar que la poesía escrita en español continúa enriqueciéndose.
Una vez concluida la selección, siguió llegando material de autores nacidos después de 1979, nuestro año de cierre generacional. Por tal motivo, decidimos agregar una addenda con unos cuantos nombres, para mostrar lo que están haciendo los novísimos poetas" (11-13).
En la página de Agradecimientos se menciona, en primer término, a los asesores regionales (para el caso peruano la persona encargada fue Eithel Zegarra) y, enseguida, a "nuestros amigos", entre ellos Reynaldo Jiménez. Los autores peruanos incluidos son Rodrigo Quijano, Jorge Frisancho, Lizardo Cruzado, Paul Guillén y Renato Gómez. De la Addenda (cuatro poetas, ningún peruano), el autor más joven es el mexicano Luis Eduardo García (homónimo del poeta trujillano), nacido en 1984. Al final del libro se incluye las Fichas de Autores (por países) y las Fuentes Bigliográficas (que comprenden las Fuentes Hemerográficas, Electrónicas y Privadas). Hay también una sección, Posfacios, con textos de Hernán Bravo Varela ("Como se había apuntado, otra historia poética -'verdadera', 'entrañable' y 'pausada', en la cita de Borges- ha venido cumpliéndose sin interrupciones desde el siglo XX en Argentina, Chile y Perú, protagonistas de la escena poética sudamericana. Hoy más que nunca, estos tres países están regidos por un complejísimo sistema de 'ruptura de la tradición', opuesto a las sabidas conjeturas hechas por Paz hace casi medio siglo, cuando aún podía oírse, si bien ya no 'el sonido y la furia' de las vanguardias literarias, sí su eco claro y preciso. Lenguaje poético e ideolecto en Argentina; lírica y profética en Chile; épica interior y confesión histórica en Perú, se han vuelto prácticamente indisociables. [...] Entre Vallejo, Carlos Germán Belli, Rodolfo Hinostroza, Luis Hernández, el génesis del mundo atestiguado en los versículos de Jorge Frisancho (1967), el método científico aplicado a las materias del poema en Renato Gómez (1968) y el desarraigo ético, estético y generacional de Lizardo Cruzado (1975)", 384-385) y Eduardo Milán ("Ciertas previsiones que uno podía hacerse hace diez o quince años respecto del devenir de la poesía latinoamericana se han cumplido. No hay, en este panorama propuesto por León Plascencia Ñol, Rocío Cerón y Julián Herbert, que abarca un buen período de escritura y publicación, 24 años, designios de camino, direcciones nítidas, metas poéticas que podrían sugerir un cambio de frente respecto a la problemática de una o dos generaciones anteriores. Lo que se señalaba como crisis poética continúa siendo crisis poética. Con una diferencia, que tiene que ver con la variedad de poéticas que representa la muestra, que a su vez responde a la asimilación de la problemática general de acuerdo a la recepción de cada tradición geográfico-poética y de cada poeta en particular: los diferentes parcelamientos no desaparecen la evidencia, ese estado de crisis está asumido, con o sin conciencia explícita, con o sin revelación de la escritura. La aventura poética ha vuelto a ser una aventura individual en este sentido: es dudoso que alguno de los poetas aquí reunidos se sienta partícipe de algo más que de la práctica poética con sus contemporáneos de oficio. Otra vez el sentido de la escritura es la escritura del destino de quien escribe", 390-391).
Y este es el apartado que los autores dedican al Perú en su introducción:
"No se puede hablar de un conjunto de paradigmas que unifiquen la reciente poesía peruana. Lo que sí puede observarse, es una serie de escrituras que entretejen tradición y novedad. Hay especial cuidado por la factura del poema, sea éste escrito en versos medidos o libres, y asimismo hay abundancias en alusiones culturales, ya sean contemporáneas o clásicas: junto a la lectura de griegos y latinos, o junto al soplo de los Siglos de Oro, puede apreciarse en estos jóvenes la presencia de 'malditos' nacionales como Luis Hernández o -el poco conocido fuera de las fronteras peruanas- Juan Ojeda.
Por otra parte, los poetas nacidos hacia finales de los sesenta e inicios de los setenta guardan una particular preocupación por el lenguaje, adiestrándose en lo 'poético' y alejándose, en lo posible, del tono 'coloquial'. El lenguaje es el elemento al que hay que someter, friccionar. Estos jóvenes poetas han dejado atrás el uso de un lenguaje cotidiano (muy frecuentado por peruanos de los setenta y los ochenta) para intentar una distancia crítica y una dicción de corte conceptual y purista. Geografías personales, propias, sin que ello implique que en estos jóvenes autores no se vean las influencias de poetas predecesores de generaciones inmediatas -Antonio Cisneros, Carlos Germán Belli, Rodolfo Hinostroza o Jorge Eduardo Eielson.
Para los nacidos en los setenta (Paul Guillén, por ejemplo), la revalorización de autores como Martín Adán y José María Eguren es parte esencial de su corpus poético y, en cambio, la presencia de Vallejo se siente atemperada. Se percibe igualmente -a través de guiños, fórmulas, ecos- la herencia de César Moro, lo mismo que la de Emilio Adolfo Westphalen.
El lector encontrará en esta selección miradas exploratorias que tienen como núcleo el restablecimiento de la poesía en tanto que lugar de generación, de ente fundacional. Poesía de factura cuidada que sin perder de vista su contexto histórico, reflexiona sobre sus raíces locales y nacionales (Rodrigo Quijano), con destreza rítmica e imágenes que apuntan a dilucidar fórmulas culturales (Jorge Frisancho), que percibe en lo inmediato -aves, trazos, tierra- universos cercados que apuntan a la metafísica de lo apocalíptico (Renato Gómez), de expresionismo irónico y humorístico e irreverencia (Lizardo Cruzado), y que transita también por la recuperación de la memoria, la infancia y las causas primeras, en versos lacerantes y ríspidos (Paul Guillén). Una poesía saludable, en modo alguno acomplejada, que ha sabido mirar lo mismo dentro de sus vísceras que a la profundidad poética de otras geografías literarias" (24-25).
En la foto: Jorge Frisancho, antologado.