El primer poemario de Andrea Cabel
Como Alessandra Tenorio, Rommy Sordómez, Mónica Carrillo, Cecilia Podestá (por mencionar a las autoras más visibles), Andrea Cabel (Lima, 1982) surge en la escena poética peruana en la presente década. Con su primer poemario Las falsas actitudes del agua (Lima, setiembre 2006) Cabel ha merecido el primer premio del concurso Esquina de Papel, organizado por el Centro Cultural de España, la Embajada de España y la Municipalidad de Lima, con un jurado conformado por los poetas Roxana Crisólogo, Miguel Ildefonso y por Ricardo Ramón (en representación del CC de España).
En la contracarátula de Las falsas actitudes del agua se incluye un breve texto de Carlos Germán Belli (a quien Cabel dedica uno de los poemas llamándolo "cómplice, maestro, amigo") que sirve muy bien para entender el poemario. Lo transcribo en su integridad:
Andrea Cabel ha logrado enseñorearse de un determinado estilo, que ella lo repliega según su voluntad, lo torna laberíntico, lo oscurece. Allí, una literaria forma libérrima, sustentada en frases, que aparecen como bloques verbales, a veces entre palotes inclinados, y donde el significado resulta una apretada suma de enigmas. Pero, en medio de todo ello, se deja escuchar la entrañable voz de Eros, que pone en evidencia cuál es el exacto y recóndito sentido de esta novedosa escritura, es decir, el incandescente motor que la impulsa.
Por su parte, en su prólogo al libro, Víctor Vich se refiere al mismo como "consciente del fundamento performativo de su escritura o, dicho de otro modo, del carácter eminentemente artificioso de su representación". Sin embargo, también advierte que "no es pura textualidad lo que aquí se muestra; no es puro discurso el que aquí se exhibe. Hay, en esta poesía, algo latente que está siempre presionando por ingresar a ella; algo que se asoma para imprimir su sello de manera cauta pero nunca sin desgarro". Comparto con ustedes cuatro poemas de Las falsas actitudes del agua. Antes, un trabajo titulado "Poesía actual de mujeres en hispanoamérica: el Siglo XXI" correspondiente a Francisco José Peña Rodríguez de la Universidad Autónoma de Madrid. Los poemas:
a
esa tarde, el mundo se partió en dos./ en un lado salvador y en el otro ella. / el mundo renacía / y yo era capaz de renacer en él. / ese día, / fui feliz, y supe que todos los nombres, / eran los suyos.
b
la primera vez que te vi, vestías de rosa / abrochada por los lados, como un pez en verano / nada de suelo tras tus ojos / los pétalos perfectos, / heridos / asomaban tu boca / sonreías / nutriéndome tras el reflejo / millares de manos y terciopelo acogían el volumen del sacrificio, / el lazo de tus pilares. / mientras de lo oscuro emanan / dos portugueses y dulces canarios / sosteniendo tu peso enamorado. / luego, la calle y los nudos amarillos de tu tarde / sombreados de azúcar /expectantes /sabiendo de los cantos y las lluvias junto a los ojos perfumados /
f
tras ese vacío infinito que colgaba por la ventana, / encontré tus ojos.
los encontré verdes y sin fondo. / estaban ahí, / con el vértigo imposible. con las ganas maltrechas / y yo los miré, / adorando la ventana. queriendo irme con ella. /
yo me acuerdo mucho de ti, / aunque ahora seamos tan distintas. recuerdo las noches, / tú llamabas y yo salía / corriendo, con el corazón en las manos/, no vayas susana. siempre es igual. yo me quedo contigo./ y tú te colgabas de mi brazo / y no decías nada.
me recordabas a la ventana, / al verde cansado que se arrullaba solo./ luego, te embarcaba y te rezaba hasta al día siguiente. /
los días pasaron y tuve que irme. / las charlas en las bancas frías de la noche se tardaron demasiado en salir de aquí. / cada columna de humo se convirtió en una razón más para dejarte libre.
sola. /
Todas las mujeres han sido tú, una explosión de gritos. Una edad de blanco estática, que se destroza en cada norte de incestuoso silencio. Todas las mujeres son lo mismo. La máscara del cielo como estrellas pintándose la boca. Crepúsculos de rascacielo en pleno centro, un laberinto frío y de ángulos atravesados por fatiga y vientre. Círculos tras las manos como último día y pálpito que se estremece. Techo sembrado de lluvia con raíces gigantes, y sondas verdes sujetando la bomba que naufraga inmóvil.
En la foto: carátula del libro.
En la contracarátula de Las falsas actitudes del agua se incluye un breve texto de Carlos Germán Belli (a quien Cabel dedica uno de los poemas llamándolo "cómplice, maestro, amigo") que sirve muy bien para entender el poemario. Lo transcribo en su integridad:
Andrea Cabel ha logrado enseñorearse de un determinado estilo, que ella lo repliega según su voluntad, lo torna laberíntico, lo oscurece. Allí, una literaria forma libérrima, sustentada en frases, que aparecen como bloques verbales, a veces entre palotes inclinados, y donde el significado resulta una apretada suma de enigmas. Pero, en medio de todo ello, se deja escuchar la entrañable voz de Eros, que pone en evidencia cuál es el exacto y recóndito sentido de esta novedosa escritura, es decir, el incandescente motor que la impulsa.
Por su parte, en su prólogo al libro, Víctor Vich se refiere al mismo como "consciente del fundamento performativo de su escritura o, dicho de otro modo, del carácter eminentemente artificioso de su representación". Sin embargo, también advierte que "no es pura textualidad lo que aquí se muestra; no es puro discurso el que aquí se exhibe. Hay, en esta poesía, algo latente que está siempre presionando por ingresar a ella; algo que se asoma para imprimir su sello de manera cauta pero nunca sin desgarro". Comparto con ustedes cuatro poemas de Las falsas actitudes del agua. Antes, un trabajo titulado "Poesía actual de mujeres en hispanoamérica: el Siglo XXI" correspondiente a Francisco José Peña Rodríguez de la Universidad Autónoma de Madrid. Los poemas:
a
esa tarde, el mundo se partió en dos./ en un lado salvador y en el otro ella. / el mundo renacía / y yo era capaz de renacer en él. / ese día, / fui feliz, y supe que todos los nombres, / eran los suyos.
b
la primera vez que te vi, vestías de rosa / abrochada por los lados, como un pez en verano / nada de suelo tras tus ojos / los pétalos perfectos, / heridos / asomaban tu boca / sonreías / nutriéndome tras el reflejo / millares de manos y terciopelo acogían el volumen del sacrificio, / el lazo de tus pilares. / mientras de lo oscuro emanan / dos portugueses y dulces canarios / sosteniendo tu peso enamorado. / luego, la calle y los nudos amarillos de tu tarde / sombreados de azúcar /expectantes /sabiendo de los cantos y las lluvias junto a los ojos perfumados /
f
tras ese vacío infinito que colgaba por la ventana, / encontré tus ojos.
los encontré verdes y sin fondo. / estaban ahí, / con el vértigo imposible. con las ganas maltrechas / y yo los miré, / adorando la ventana. queriendo irme con ella. /
yo me acuerdo mucho de ti, / aunque ahora seamos tan distintas. recuerdo las noches, / tú llamabas y yo salía / corriendo, con el corazón en las manos/, no vayas susana. siempre es igual. yo me quedo contigo./ y tú te colgabas de mi brazo / y no decías nada.
me recordabas a la ventana, / al verde cansado que se arrullaba solo./ luego, te embarcaba y te rezaba hasta al día siguiente. /
los días pasaron y tuve que irme. / las charlas en las bancas frías de la noche se tardaron demasiado en salir de aquí. / cada columna de humo se convirtió en una razón más para dejarte libre.
sola. /
Todas las mujeres han sido tú, una explosión de gritos. Una edad de blanco estática, que se destroza en cada norte de incestuoso silencio. Todas las mujeres son lo mismo. La máscara del cielo como estrellas pintándose la boca. Crepúsculos de rascacielo en pleno centro, un laberinto frío y de ángulos atravesados por fatiga y vientre. Círculos tras las manos como último día y pálpito que se estremece. Techo sembrado de lluvia con raíces gigantes, y sondas verdes sujetando la bomba que naufraga inmóvil.
En la foto: carátula del libro.