zonadenoticias

viernes, octubre 06, 2006

Más sobre la opera prima de Claudia Llosa

Fernando Vivas dedicó ayer en la sección de opinión de El Comercio (me enteré por el weblog de Iván Thays) un artículo a la polémica (necesaria, enriquecedora) sobre Madeinusa. El texto empieza ponderando "la vitalidad de los blogs literarios", y hace referencia a dos weblogs peruanos administrados en el extranjero: Puente aéreo y Zona de noticias, mención ésta que agradezco y que invita y alienta a continuar en esta labor.
En su artículo, Vivas deplora el "desenlace fatalista" de Madeinusa, lo que lo lleva a formular la siguiente comparación: "Es como si la directora tuviera los ojos de una antropóloga imaginativa en el cuerpo de un candoroso indigenista e hiciera un bello y moderno documental con el espíritu de los Cuentos andinos de Enrique López Albújar". Y respecto al cargo de racismo formulado contra Claudia Llosa, señala: "Prefiero hablar de candor y no de racismo puro y duro, pues no veo en la directora y guionista Claudia Llosa ninguna expresa intención de generalizar los valores negativos (perfidia vindicativa, lascivia incestuosa del padre, envidia destructiva de la hermana, ventajismo asesino de la heroína) de sus personajes andinos". Aquí me hago estas preguntas (y esto muy al margen del cargo de racismo en sí): ¿y Salvador? ¿No hay aquí la expresa intención de generalizar valores positivos de la ciudad (costera, criolla, capitalina) a través del nombre mismo del personaje? Recordemos lo afirmado por Claudia Llosa en la entrevista que le hiciera Gustavo Buntinx:
"La necesidad que tuve de acercarme al mundo andino surge precisamente de esa ambigüedad por la que uno percibe la cultura peruana como propia y ajena. Y creo que muy removida también por el hecho de que me había ido a España, que tampoco sentía mía pero al mismo tiempo me permitía identificarme en algún punto. Esa sensación de que era una autoexiliada de la vida, por generaciones de generaciones. Y dónde estaba mi esencia. Casi fue por una búsqueda personal, por una necesidad de entenderme y de acercarme, que empecé a escribir ese guión. Porque lo que tenía que hacer era recordar mis propias experiencias con el Perú. También como una manera de criticarme a mí misma por estar fuera del país, por haberme ido, por sentirme ajena… por ser aparentemente blanca, como tú dices. Por no ser parte de esa cultura. Por eso Salvador se llama como se llama, como para poder evidenciar que estoy haciendo esto de una manera consciente, que estoy poniendo un ‘blanco’ porque quiero hablar de ese tema, de esa extrañeza. Que no parezca que hago la historieta del amor y la niñita que se enamora de él por sus ojos azules. No. Quiero deliberadamente hablar sobre estas cosas de manera explícita para que se note el lugar de dificultad desde el que hablo. Y cuestiono". (Enfasis mío)
Ese lugar de dificultad desde el que Claudia Llosa habla y cuestiona, guarda relación con estas reflexiones de Buntinx: "Todos somos el otro de alguien que, sin embargo, nos es inmediato. Tanto los 'andinos puros' –si eso existiera– como los 'aparentemente blancos'. Etcétera. Hay allí una relación inevitable pero forzada, al mismo tiempo. Acaso sea en ese punto que tu película se legitima 'políticamente' –si es que necesita hacerlo. La película habla desde una primera persona auténtica al trabajar ese punto preciso, esa intersección difícil".
Reflexiones que permiten a Claudia Llosa volver a referirse al personaje de Salvador: "Cuando yo empiezo a escribir Madeinusa lo primero que surge, como premisa, es el pueblo. Tienes una premisa y como guionista necesitas sacar una historia de ella. Y para mí era muy claro que yo necesitaba a Salvador para poder yo, como escritora, entrar a ese pueblo que ya había creado en mi cabeza. Si no tenía a Salvador no podía entrar, no podía terminar el guión o empezar la película. Sin embargo, en la práctica, me sentía muchísimo más cómoda con mis personajes del pueblo que con el propio Salvador. Y es verdad que el personaje más simple, menos trabajado, el que me generaba más problemas, resultó ser Salvador. Siempre. Y sin duda por la propia cercanía que tenía con él, y por mi propio temor hacia él. En definitiva hacia mí […] Alejarme de él fue uno de los procesos más difíciles que tuve como guionista". Aquí destaco en los énfasis cómo Claudia Llosa opone a Salvador (uno) con pueblo (colectividad).
En otro tramo de la entrevista, la cineasta también afirma: "Estoy convencida que lo interesante no es si soy andina, quechua-hablante o aparentemente blanca, sino cómo de alguna manera me es imposible permanecer al margen. Necesito urgentemente entender ese universo. Una perspectiva subjetiva, obviamente, de un visor más occidentalizado, también. Como directora no le puedo decir al espectador qué pensar. Sería inútil Pero ésa es la belleza del cine. El personaje de Salvador representa al hombre citadino, 'blanco', desarraigado, independiente, que no se compromete. Una tipología muy difícil de plasmar. Es muy sugerente el poder del inconsciente. ¿Por qué lo hago tan pasivo?". Aquí destaco cómo Claudia Llosa se refiere explícitamente al personaje de Salvador como representante de miles de hombres de la ciudad.
Por otra parte, la versión ampliada y profundizada del texto de Juan Zevallos Aguilar sobre Madeinusa (versión primera aparecida aquí el pasado martes), deberá esperar algunos días antes de ver su publicación. Mientras tanto, recordemos que para Zevallos Madeinusa "forma parte del cargamontón neoliberal que quiere expandirse en los Andes que adopta valor por la existencia de yacimientos de minerales". Aquí quiero apuntar un detalle fundamental en la trama de la película, cuya descripción recojo de la crítica que Juan José Beteta le dedica en el weblog Cinencuentro, "Salvador, un joven geólogo llega a un pueblo andino (Manayaycuna) al no poder continuar su camino hacia una mina a causa de un huayco". Es decir, la alusión a la mina tiene un sentido desencadenante en la trama de la película. Otro detalle más: Manayaicuna significa "el pueblo al que no se debe entrar". Como puede verse, nada es casual en esta cinta. De ahí su riqueza y lo estimulante que resulta.
Precisamente, Gonzalo Portocarrero ha dedicado un interesante artículo a Madeinusa en su weblog (alguna vez mencionado aquí). "Llegué a Zona de noticias por recomendación de Gustavo Buntinx a propósito de la película Madeinusa", me comenta Portocarrero. "El film muestra un país que no es viable por la barbarie y el déficit de autoridad en el mundo popular. Quisiera creer que la película está equivocada. Pero aquello sobre lo que no me cabe duda es que el efecto práctico de Madeinusa es ahondar el abismo social. En efecto, la gente de clase media consume, otra vez, el estereotipo del mundo popular como salvaje. Además el mundo popular recibe una imagen inhabilitante de sí mismo. El mensaje es que la salvación de lo arcaico está en un cambio individual que supone dejar atrás la tradición", sostiene en su texto el autor de Rostros criollos del mal.
Finalmente, a propósito de estos temas, una reseña de José Luis Pardo publicada en el suplemento cultural Babelia del diario El País al libro La estética como ideología de Terry Eagleton. Tal y como Pardo afirma: "Si la pregunta es, sobre todo, por qué todas las cuestiones que hace sólo veinte años nos parecían inexcusablemente políticas, implicadas en decisiones colectivas que atravesaban las luchas sociales y los conflictos locales y mundiales, por qué todas las cuestiones en las que sentíamos vibrar con su grave latido el pulso de la historia y el peso de la economía política se han ido desplazando paulatinamente desde el terreno del entendimiento hacia el de la sensibilidad, desde el terreno de la discusión hacia el del gusto inapelable y sordo, entonces, la respuesta de Terry Eagleton es que la estética se ha convertido en la ideología de una época que presume de no tener ninguna, en el sustituto de la política para unas sociedades desencantadas de la política y que aspiran a poder pasar sin ella, en 'el último bastión' en el que se refugia la ilusión de una dominación que, siendo más completa y asfixiante que nunca, tiene la misma necesidad que siempre de ocultarse a sí misma y a los demás su carácter de dominación".

En la foto: Made y Salvador.