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lunes, diciembre 18, 2006

José Miguel Oviedo, Alonso Cueto (y Watanabe)

En la entrevista ofrecida hoy en La República (véase el post anterior), José Watanabe alude a "la invasión a Irak" a propósito del tema de la violencia. Precisamente respecto a ello, hoy en Perú 21 José Miguel Oviedo publica un artículo titulado "El desgobierno de Bush". "Ya no cabe duda de que el peor presidente que jamás haya tenido Estados Unidos se llama George W. Bush, opinión que comparten millones de norteamericanos, incluidos muchos que votaron una o dos veces por él", empieza diciendo Oviedo (recuérdese que el pasado viernes el periodista Guillermo Giacosa, columnista diario de Perú 21, entrevistado en dicho periódico por José Gabriel Chueca expresó que "en materia de abuso de poder, Hitler pronto va a parecer la Cenicienta al costado de Bush"). Oviedo también señala que el "fracaso [de Bush] en Irak es monumental: en ese país hay más muertes y violencia que durante la sanguinaria tiranía de Hussein, con una brutal lucha entre sectas y grupos irreconciliables y con un gobierno incapaz de dar una apariencia de orden y control. No hay paz, ni democracia, ni más seguridad para la región, ni tampoco mayor seguridad para Estados Unidos, la gran promesa invocada para iniciar la guerra. Hoy el 61% de los norteamericanos se opone a ella y más de la mitad quiere que haya un retiro de sus tropas".
Por otra parte, en este mismo diario, en su columna semanal Alonso Cueto escribe sobre "Watanabe: La emoción y la tranquilidad". Una tranquilidad que, como la sangre saliendo del cuerpo en su poema de Banderas detrás de la niebla (a partir del cual Watanabe hizo referencia a la invasión a Irak), no deja de estar cargada de violencia.
Aquí pueden leer su poema "El grito (Edvard Munch)", incluido en Historia natural (1994), el cual mereció un excelente estudio de Luis Fernando Chueca titulado "Un (silencioso) grito contra la muerte. Lectura de un poema de José Watanabe" aparecido en la revista de literatura Ajos & zafiros 7 (pp. 15-24):


EL GRITO (EDVARD MUNCH)

Bajo el Puente de Chosica el río se embalsa
y es de sangre,
pero la sangre no me es creída.
Los poetas hablan en lengua figurada, dicen.
Y yo porfío: No es el reflejo del cielo crepuscular, bermejo,
en el agua que hace de espejo.

Oyen el grito de la mujer
que contemplaba el río desde la baranda
pensando en las alegorías de Heráclito y Manrique
y que de pronto vio la sangre al natural fluyendo?
Ella es mujer verdadera. Por su flacura
no la sospechen metafísica.
Su flacura se debe a la fisiología de su grito:
Recoge sus carnes en su boca
y en el grito
las consume.
El viento del atardecer quiere arrancarle la cabeza,
miren cómo la defiende, cómo la sujeta
con sus manos
a sus hombros: Un gesto
finalmente optimista en su desesperación.
Viene gritando, gritando, desbordada gritando.
Ella no está restringida a la lengua figurada:
Hay matarifes
y no cielos bermejos, grita.

Yo escribo y mi estilo es mi represión. En el horror
sólo me permito este poema silencioso.


En la foto: José Watanabe.