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viernes, mayo 04, 2007

José Watanabe (1946 - 2007): El último vuelo

Personajes: Entrevista inédita con el vate que partió

Por Maribel De Paz*


Nunca olvidaste, José, a aquel párroco que en Trujillo no quiso ofrecer misa ante la muerte de tu padre, a quien por budista no consideraba merecedor ni de misas ni extremaunciones. Y tú, que le dedicaste docenas de poemas al resucitador de lázaros, has escuchado ahora tu propia misa y tus versos retumbar bajo la cúpula de una iglesia.
"Yo he nacido con la muerte encima", me dijiste hace siete años. Fue la primera de una treintena de conversaciones que tendríamos para armar el rompecabezas de tu existencia, tu biografía. "La vida es una mierda a veces", me comentaste también para agregar que vivir te divertía mucho todavía. Luego, a mediados del 2004, le pediste al médico "sólo diez años más" y el doctor, amable, convencido tal vez, te prometió treinta. "No me entusiasme tanto", le respondiste quizá intuyendo que serían tres y no treinta. Te fuiste el pasado 25 como tu padre, "silenciosamente picado por el cáncer más bravo que las águilas". Y ahora, aunque no lo creas, descansas a cinco metros de alguien que quiso apodarse Tongolele hasta el final. Danza en paz, Watanabe. Aquí, un extracto de nuestra última conversación.

Trato de ser como mi madre tal vez quiso que fuera, que yo mismo me comiera las lágrimas y me haga duro en el fuego. Muchas veces tenemos que asumir el dolor. Honestamente hablando ahora, siento que a mi padre lo he convertido casi en un símbolo, en símbolo de la paciencia, de la tenacidad y la serenidad. Digamos que a mi padre lo he desrealizado, y mi madre sí es bastante real.
Y producto de ese símbolo y esa realidad, ¿tú qué simbolizas?
No sé, no sé. A veces me preguntan por qué escribes, ¿no? Bueno, uno siempre responde esas cosas, las de siempre, "porque me gusta" y "porque no sé hacer otra cosa", "porque me gusta, ¡carajo!, no hagan tanta teoría". Pero yo siento que escribo para conocerme, para saber cómo soy.
¿Y cómo eres?
Y eso es lo que no puedo definir hasta hoy, porque cada poema es diferente.
¿No te desespera pensar que nunca vas a saber quién eres?
No, porque sigo escribiendo. Si me dijeras que me voy a morir mañana me desesperaría, diría "voy a morir sin saber quién soy". Tengo la esperanza de vivir unos años más y ojalá en esos años más... pero yo sé que es mentira.
Alguna vez me dijiste que estabas escribiéndote a ti mismo. En ese sentido, ¿tus poemarios son una especie de autobiografía por entregas?
Sí, cada poema es parte de una biografía. Soy un poeta biográfico, pero no tanto. Parto generalmente de mí y de mis propias observaciones, pero trato que al final el poema sea válido para más gente, no solamente para mí. No quiero compararme, pero Vallejo habló de sí mismo mucho en Trilce y sin embargo habló de todos nosotros.
No es la primera vez que te comparas "sin querer" con Vallejo.
No me comparo, jamás me voy a comparar con Vallejo, sería demasiado. No, Dios mío, no tengo esa pretensión.
Siempre has dicho que gracias a tu padre conociste el haiku. ¿Qué veías leer a tu madre?
A mi mamá le gustaba leer novelas. Una de las últimas imágenes que tengo de ella es leyendo Historia de Mayta, de Vargas Llosa. Al final uno... es duro, ¿no?, uno es hijo de fulano, hijo de mengana y al final uno es uno, ¿no?, y está lleno de pérdidas.
Por otro lado, siempre hablas de manera idílica de Laredo, pero alguna vez me comentaste que la lotería te permitió "escapar" de allí.
Escapar no debería ser la palabra correcta. Salí de Laredo.
¿Y no sientes que Laredo te tiene atrapado?
No, porque Laredo también es un tema literario. O sea, el Laredo que yo conocí no existe. Laredo tenía ocho, diez manzanas, y luego estaban los cañaverales, los grandes, inmensos cañaverales, interminables, y ese pequeño pueblo, entrañable, es un tema literario, no es el Laredo real. Ese Laredo antiguo es el Laredo que yo recuerdo, a ese Laredo le escribo, en ese Laredo ambiento poemas. A veces vuelvo a ese Laredo.
En el poema La Impureza dices "ten miedo, ten miedo, sin pudor".
Sí, eso es cuando yo estoy enfermo, y estoy en un hospital de Alemania, hace veinte años, donde me iban a operar y el pronóstico no era muy bueno, y entonces me quise quebrar, o sea, ponerme a llorar, ¡quebrarme! Y ahí es donde digo "no, no puedo hacerlo, porque no merecería ser hijo de quien soy". Y me aguanté nomás.
Pero dices "ten miedo, ten miedo, sin pudor". O sea, en el fondo...
... quería tener ese miedo para que me acariciara alguien, ellos, que no estaban.
Hay otro poema en el que también dices que quisieras hacerte un ovillito.
Sí, claro, ¿a quién no le gusta que le hagan piojito en la cabeza?
Tu madre te hacía piojito.
Sí, claro, eso es curioso, porque las mujeres en la cultura de mi madre no te acarician de manera frontal, entonces te buscan piojos, pero en realidad te están acariciando, aunque no tengas piojos.
¿Y Micaela te hace piojito?
Sí, claro que sí, me encanta que las mujeres me hagan piojito. No, no pongas eso, que Micaela me mata. Me encanta que mi esposa me busque piojitos.
Dime, ¿y cuál sería el peor fracaso de un poeta?
No ser auténtico, escribir poemas por escribir, solo por publicar, por prestigio. Que me perdonen los jóvenes, pero creo que eso se está dando mucho entre ellos, creo que publican por tener la pequeña fama del barrio o de la familia.
Tú publicaste joven.
Porque gané un concurso, pero en mi época nadie se apuraba por publicar. Todos mis amigos de los años setenta no queríamos ser famosos, lo que amábamos era la poesía misma. A veces nos demorábamos mucho en publicar. Yo publiqué un libro y después de dieciocho años publiqué otro. Muchos jóvenes vienen acá y me traen sus poemarios. Cuando están bien les digo que lo están, pero muchas veces les digo que no se apuren, que tienen más talento como para escribir mejor. Hay un joven Fernández, con un poemario Octubre, que es muy bueno.
En tu caso, te preocupas mucho porque tus poemas se entiendan.
Sí, a mí me preocupa que el poema llegue, se entienda, que por lo menos en una primera lectura, en un primer nivel, el poema toque y el que lo lea diga "este poema lo pude haber escrito yo".
¿Y buscar que siempre se entienda no te hace perder la espontaneidad?
No, o sea, si un poema está muy oscuro, lo rehago, porque yo mismo quiero entenderlo, y que cuando otro lo lea lo entienda tanto como yo. La experiencia poética es una experiencia del lenguaje, pero que conlleva una experiencia de vida. Y yo quiero compartir esas dos experiencias. Tengo mucha fe en la poesía por lo mismo que me ayuda a conocerme, a recuperar momentos que he perdido, y seguiré creyendo, la necesito. Nunca voy a dejar de escribir. Y para escribir los poemas que escribo hay que haber aprendido a mirar. Y, sí, creo que sé mirar. Por ejemplo, si voy al campo me gusta caminar sin hablar, y de pronto aparece por ahí algo. Los poemas que escribo te das cuenta de que los he sacado de la realidad, están en la vida misma. Voy caminando y de pronto veo algo, dos, tres cosas que se juntan, y digo "ahí hay un poema", ahí está el núcleo de un poema.
Me decías que quieres escribir una poesía más vital, como el poema del maratonista.
Como el maratonista, por ejemplo. Que no compitan, pues. Ya, ya, camina normal, vivamos sin mayor conciencia de que hay muerte, aunque sé que tal vez no voy a poder hacerlo. Tengo muchos poemas donde hablo de integrarme a un cerro, a un mundo más amplio, como el lenguado que quiere integrarse al fondo marino. Esos son intentos de decirle a la muerte "mira, no es el final final tampoco". Tal vez empiece otra condición. Podemos sobrevivir, podemos quedar por allí.

El Poeta y la Muerte

Yo no podría morirme en otro país. No puedo. No. No podría aceptar esa idea. Me tengo que morir aquí.
¿Quisieras que te entierren en Laredo?
Sí, sí, me gustaría.
¿Lo has pedido?
No, pero sí me gustaría. Siempre he pensado eso. Es más, si se puede sentir algo, ahí me sentiría mejor, creo que sí. Que me pongan adelantito, pues, donde la gente entra, para que me dejen flores y no me vayan a perder las cruces. Como las de mis hermanos, que ahora ni sabemos dónde están. Pero no quiero hablar de eso. La muerte es... un tema complicado para mí. Que me lleven nomás a un velatorio y después que me cremen, pues. Sí, prefiero que me cremen.


MI QUERIDO WATA
José Watanabe escribía con la convicción de que demasiada inmanencia hacía daño a la poesía. "Bajemos a sentir nuestros olores", dijo y pobló sus versos de sabores, aromas y piel. Algunas de las voces más reconocidas de las letras peruanas destacan aquí su impecable lírica.

Con Watanabe no tuve una amistad –algo que realmente me habría gustado tener–, pero sí una gran proximidad. Y no sólo porque él sabía que yo, como otros lectores, le agradecía infinitamente su impecable poesía, sino sobre todo, y para decirlo con sus palabras, por las cosas del cuerpo. Él fue muy cálido cuando yo estaba peleándola contra el cáncer. Me hizo sentir el gesto más humano de nuestra especie, la solidaridad, a través de las sencillas palabras de una dedicatoria: "Fernando, un abrazo; de veras, un gran abrazo. Watanabe". Fernando Ampuero

Sabemos que nacemos con la muerte a cuestas y, sin embargo, siempre nos sorprende. Se nos fue un brillante poeta y una bella persona. Que Dios lo tenga en su reino. Antonio Cisneros

Extrañaremos sus maneras pausadas, su voz lenta, sus chistes zonzos; pero su escritura y su sabiduría permanecen para acompañarnos. Rocío Silva Santisteban

José Watanabe era un gran poeta, y para mí un amigo entrañable. Fue muy valioso para mí tener con él reciprocidad absoluta en juzgar nuestros respectivos versos con honradez extremada. En el Perú somos demasiado cautos para decir nuestras opiniones, no arriesgamos. Ahora, finado, le toca a José Watanabe recibir el incienso que no recibió en vida. Marco Martos

Tenía 19 años cuando un amigo de esos que uno hace en los pasillos de la Universidad puso en mis manos un libro viejo y rectangular titulado Album de Familia. Desde ese día hasta hoy mantengo una deuda impagable con José Watanabe. Su partida nos priva demasiado temprano de una de las voces más personales y conmovedoras de nuestra lírica contemporánea, dejando un vacío realmente demasiado grande, demasiado difícil de llenar. José Carlos Yrigoyen

HABITA ENTRE NOSOTROS
Cae un haiku desde el cielo
como una hoja difunta
que en las noches se pregunta
¿dónde está el guardián del hielo?
Difícil que el desconsuelo
se neutralice o se acabe
sin embargo, nadie sabe
que aún respira la gema
que en el fondo del poema
está vivo Watanabe. Renato Cisneros

WATA
Subes por las cuestas multicolores
del silencio, de los Andes, del Asia,
¿qué más da? si nos dejas
sordos, con la palabra rota.
Eras un pensamiento lleno de ojos,
sin plumas, de movimientos lentos
en el cielo encendido de Lima,
camino de la tierra de los mitos.
Ahora te alejas quemando los años,
rompiendo el otoño, ya sin luz,
morado entre las flores del Pacífico,
rotas las formas, roto el cielo. Jorge Nájar

Los Versos de Watanabe
En Cosas del Cuerpo a José se le ocurrió terminar el libro con el poema "Los poetas”, mencionándome en los primeros versos: "Abelardo me ha hecho un honor/ me ha pedido que presente su libro. Ay amigo/ exímeme de larga opinión. Bien sabes/ que cuando un poeta honrado lee a otro honrado/solo le busca una palabra, una sola, la que hace sonar a las otras".
Lo leyó el día de su presentación en el Centro Cultural de la Universidad Católica. En verdad, nunca tuve la oportunidad de pedirle que presentara uno de mis libros. Yo sí tuve la suerte de presentarle uno en la Feria del Libro de Trujillo. Estaba en su tierra, ante un público que lo quería y respetaba.
Con José hemos leído en varias oportunidades. La ocasión inolvidable fue en el antiguo INC, en el jirón Ancash, en Lima, en medio de una virulencia que solo la poesía podía provocar en aquellos años setenta.
En uno de mis poemas hay un verso en que lo menciono de arriba abajo. Es un poema largo y triste para recogerlo completo en esta ocasión. José me llamó por teléfono para entregarme sus condolencias por la muerte de mi hijo y me recomendó que fuera a los lugares que acostumbraba ir con él. Como consta en el poema, los lugares eran la montaña, el río, la piscina y el mar.
También quiso corregirme el título de este libro. El libro se llama El Mundo en Una Gota de Rocío, pero el título correcto, aquel que corresponde al haiku que él mismo me recitara varios años antes, es "El mundo de una gota de rocío". Hay que ponerlo como es, me dijo. Wata era cuidadoso, detallista, exacto.
En mi libro Oh Túnel de La Herradura hay un poema dedicado a él. Se llama "Laredo/ Al Norte" y recoge la convalecencia del cáncer que tuvo a mediados de los ochenta. En aquel poema hay un verso que lo presenta de cuerpo entero: "Al poeta le gusta su poema como al amante su amor". Balo Sánchez León

Donde cada palabra vale mil imágenes
José Watanabe ha cultivado la serenidad y la mesura como un estilo de vida. Ha sabido poner su talento creativo, sin aspavientos, en variados campos. Bien dijo el padre Gustavo Gutiérrez en el responso: "José nos ofreció su poesía, y los regalos se reciben y se agradecen". José nos confió la publicación de sus poemarios más recientes y eso nos ha llenado de satisfacción, sabedores de la alta calidad de su palabra. Creemos que el mejor homenaje que podemos rendirle es divulgar su obra, mantenerla viva. Este será su triunfo sobre la muerte. Martha y Germán Coronado

El primer trabajo que José y yo hicimos juntos fue una escenografía para un programa de Regina Alcóver. José era como su poesía, iluminadora y curiosa. A veces conversar con él era como hacer un zappin divertidísimo. Eduardo Tokeshi

Para mí fue un doble mazazo: no solamente por lo gran poeta que era, sino por lo gran amigo que era. Lo conocí apenas llegado a Lima hace más de treinta años y desde entonces como tantos otros cultivamos una amistad de la que claramente yo salí ganando. José B. Adolph

* Publicado en Caretas.
En la foto: Watanabe con sus hijas Issa y Maya.