La encuesta de preferencias literarias de Hueso Húmero
Por Sergio R. Franco
El número 50 de la revista Hueso Húmero trae una encuesta sobre los poetas y prosistas peruanos favoritos, perfecta réplica de aquélla que esta misma revista llevó a cabo en 1979 (números 2 y 3). Brevemente, me interesa compartir dos de las varias reacciones que esta pesquisa provocó en mí:
-Incredulidad al constatar la ausencia de Rodolfo Hinostroza en la lista de los diez poetas. Jamás dudaré del valor de su poesía pero bien podría ser que, de un tiempo a esta parte, sus textos hayan dejado de gustar a los demás; y yo siempre he sido un desubicado con relación a cómo mis compatriotas sienten o piensan.
-Sorpresa al confirmar que la poesía del siglo XX monopoliza la preferencia de los encuestados: siete de los diez poetas favoritos pertenecen al siglo pasado, lapso en el cual también se emplaza lo substancial de la obra de Cisneros y Varela. La temprana muerte de Watanabe, en el pico de sus facultades creativas, corta lo que quizá constituía una empresa transicional; desde luego, estoy hablando de poéticas, y, por supuesto, soy consciente de que las épocas literarias tienen su propia temporalidad, que no es la de la Historia. Quizá al lector le sorprenda mi sorpresa pero creo que se entenderá mejor a lo que apunto si lo formulo de la siguiente manera: si aceptamos que lo que llamamos literatura peruana da inicio en el siglo XVI, entonces yo no puedo menos de preguntarme cómo es posible que en casi cuatro siglos la poesía peruana no haya podido producir un solo poeta capaz de sobrenadar el tiempo para encontrar un lugar en el gusto de los lectores contemporáneos, especialmente en el de los ilustrados, aquellos que conocen la tradición. Esto no es una queja ni un lamento, apenas una constatación. Si pienso en una posible encuesta entre escritores y críticos franceses análoga a la que vengo comentando, puedo perfectamente suponer que en la lista final encontraríamos representadas distintas épocas: Villon, Racine, Hugo, Baudelaire, Mallarmé, Apollinaire, Char (por dar una serie posible, podría pensar en otra), y esa representación que imagino no estaría basada en consideraciones académicas de las que buscan "hacer justicia" a cada período sino en el gusto, el afecto, la adhesión, la conmoción (agregue el lector el substantivo que considere) que nos liga a un autor. Se me dirá que establecer una comparación entre una tradición poética joven como la peruana y otra tan antigua como la francesa resulta inapropiado, forzado. En efecto, es así, por eso mismo acudo a esa comparación para hacer más notorio el contraste que pretendo inducir; pero puedo pensar en otras encuestas: una hecha en Mexico que arroje una lista donde aparezcan Sor Juana Inés de la Cruz y José Emilio Pacheco; otra en Cuba, en la que Martí y Lezama Lima gozan de la preferencia de su propia comunidad lectiva; una más, en la que Darío y Cardenal se codean. Como se ve, aquí ya estoy muy lejos de la encuesta de Hueso Húmero, que no obstante me ofrece el pretexto para esbozar esta idea. Y se puede hacer una comparación interesante: la prosa peruana parecería tener mayor continuidad -siempre a la luz de la encuesta de Hueso Húmero que no arroja sino datos sobre preferencias e inclinaciones- que la poesía. En la lista de prosistas favoritos contamos con una gran figura del período colonial (el Inca Garcilaso de la Vega) y otra del XIX: Palma. Además, Valdelomar, a caballo entre dos épocas. En el caso de los poetas es como si antes del siglo XX no hubiese nadie que realmente valiese la pena. Esto, definitivamente, me sorprende, y ya desde hace un tiempo, porque la tradición literaria peruana es una de las más antiguas de Latinoamérica; Lima y Mexico son los dos únicos lugares en el continente en los que hay corte, como recordaba Octavio Paz, y la poesía, que posee un desarrollo sostenido, juega un papel dentro de la ciudad letrada. No es mi intención quebrar una lanza a favor de la poesía peruana previa al siglo XX, y cuando pienso en nuestra poesía de la colonia, en la que no soy muy versado, apenas si consigo evocar uno que otro verso (Narciso de la luz es el venado / viendo en la sombra su arbolada testa). De otro lado, qué tanto se conoce la poesía peruana anterior al siglo XX, en particular la del período de la colonia. Me inclino a pensar que poco y mal. Yo no recuerdo que me hablaran mucho de poetas de ese período en la escuela, y en San Marcos, donde estudié y enseñé (no poesía, por cierto), se privilegiaban otras cosas del corpus colonial. Si el gusto literario no es innato sino que se educa, quizá la desconexión respecto a un conjunto de textos pueda explicar la ausencia sobre la que me interrogo. Quizá la poesía peruana anterior al siglo XX corresponde a estéticas que ya no satisfacen a los lectores contemporáneos (no ocurre así con la prosa). Quizá ocurre que la poesía peruana del siglo XX es, simplemente, mejor que la previa, lo que abriría nuevas preguntas.
En la foto: José Watanabe. "La temprana muerte de Watanabe, en el pico de sus facultades creativas, corta lo que quizá constituía una empresa transicional", afirma el crítico Sergio R. Franco.
El número 50 de la revista Hueso Húmero trae una encuesta sobre los poetas y prosistas peruanos favoritos, perfecta réplica de aquélla que esta misma revista llevó a cabo en 1979 (números 2 y 3). Brevemente, me interesa compartir dos de las varias reacciones que esta pesquisa provocó en mí:
-Incredulidad al constatar la ausencia de Rodolfo Hinostroza en la lista de los diez poetas. Jamás dudaré del valor de su poesía pero bien podría ser que, de un tiempo a esta parte, sus textos hayan dejado de gustar a los demás; y yo siempre he sido un desubicado con relación a cómo mis compatriotas sienten o piensan.
-Sorpresa al confirmar que la poesía del siglo XX monopoliza la preferencia de los encuestados: siete de los diez poetas favoritos pertenecen al siglo pasado, lapso en el cual también se emplaza lo substancial de la obra de Cisneros y Varela. La temprana muerte de Watanabe, en el pico de sus facultades creativas, corta lo que quizá constituía una empresa transicional; desde luego, estoy hablando de poéticas, y, por supuesto, soy consciente de que las épocas literarias tienen su propia temporalidad, que no es la de la Historia. Quizá al lector le sorprenda mi sorpresa pero creo que se entenderá mejor a lo que apunto si lo formulo de la siguiente manera: si aceptamos que lo que llamamos literatura peruana da inicio en el siglo XVI, entonces yo no puedo menos de preguntarme cómo es posible que en casi cuatro siglos la poesía peruana no haya podido producir un solo poeta capaz de sobrenadar el tiempo para encontrar un lugar en el gusto de los lectores contemporáneos, especialmente en el de los ilustrados, aquellos que conocen la tradición. Esto no es una queja ni un lamento, apenas una constatación. Si pienso en una posible encuesta entre escritores y críticos franceses análoga a la que vengo comentando, puedo perfectamente suponer que en la lista final encontraríamos representadas distintas épocas: Villon, Racine, Hugo, Baudelaire, Mallarmé, Apollinaire, Char (por dar una serie posible, podría pensar en otra), y esa representación que imagino no estaría basada en consideraciones académicas de las que buscan "hacer justicia" a cada período sino en el gusto, el afecto, la adhesión, la conmoción (agregue el lector el substantivo que considere) que nos liga a un autor. Se me dirá que establecer una comparación entre una tradición poética joven como la peruana y otra tan antigua como la francesa resulta inapropiado, forzado. En efecto, es así, por eso mismo acudo a esa comparación para hacer más notorio el contraste que pretendo inducir; pero puedo pensar en otras encuestas: una hecha en Mexico que arroje una lista donde aparezcan Sor Juana Inés de la Cruz y José Emilio Pacheco; otra en Cuba, en la que Martí y Lezama Lima gozan de la preferencia de su propia comunidad lectiva; una más, en la que Darío y Cardenal se codean. Como se ve, aquí ya estoy muy lejos de la encuesta de Hueso Húmero, que no obstante me ofrece el pretexto para esbozar esta idea. Y se puede hacer una comparación interesante: la prosa peruana parecería tener mayor continuidad -siempre a la luz de la encuesta de Hueso Húmero que no arroja sino datos sobre preferencias e inclinaciones- que la poesía. En la lista de prosistas favoritos contamos con una gran figura del período colonial (el Inca Garcilaso de la Vega) y otra del XIX: Palma. Además, Valdelomar, a caballo entre dos épocas. En el caso de los poetas es como si antes del siglo XX no hubiese nadie que realmente valiese la pena. Esto, definitivamente, me sorprende, y ya desde hace un tiempo, porque la tradición literaria peruana es una de las más antiguas de Latinoamérica; Lima y Mexico son los dos únicos lugares en el continente en los que hay corte, como recordaba Octavio Paz, y la poesía, que posee un desarrollo sostenido, juega un papel dentro de la ciudad letrada. No es mi intención quebrar una lanza a favor de la poesía peruana previa al siglo XX, y cuando pienso en nuestra poesía de la colonia, en la que no soy muy versado, apenas si consigo evocar uno que otro verso (Narciso de la luz es el venado / viendo en la sombra su arbolada testa). De otro lado, qué tanto se conoce la poesía peruana anterior al siglo XX, en particular la del período de la colonia. Me inclino a pensar que poco y mal. Yo no recuerdo que me hablaran mucho de poetas de ese período en la escuela, y en San Marcos, donde estudié y enseñé (no poesía, por cierto), se privilegiaban otras cosas del corpus colonial. Si el gusto literario no es innato sino que se educa, quizá la desconexión respecto a un conjunto de textos pueda explicar la ausencia sobre la que me interrogo. Quizá la poesía peruana anterior al siglo XX corresponde a estéticas que ya no satisfacen a los lectores contemporáneos (no ocurre así con la prosa). Quizá ocurre que la poesía peruana del siglo XX es, simplemente, mejor que la previa, lo que abriría nuevas preguntas.
En la foto: José Watanabe. "La temprana muerte de Watanabe, en el pico de sus facultades creativas, corta lo que quizá constituía una empresa transicional", afirma el crítico Sergio R. Franco.