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lunes, octubre 01, 2007

Siu Kam Wen y la violencia política

Quiero dar cuenta, brevemente, de tres libros de Siu Kam Wen que el autor ha tenido la amabilidad de hacerme llegar desde Hawaii a Ottawa. Cuentos completos (245 págs) conformado por las colecciones El tramo final (1986, diez cuentos), La primera espada del imperio (1988, ocho cuentos) e Ilusionismo (1998, siete cuentos), del cual publiqué aquí el relato que da título al libro. Y las novelas La estatua en el jardín (149 págs), que cuenta la historia de "Monsieur Joseph Pujol, mejor conocido como Le Pétemane, [quien] se ganaba la vida –o mejor dicho, se ganaba pequeñas fortunas- tirándose pedos ante el público embelesado que llenaba Moulin Rouge y luego el Théâtre Pompadour" (9); y Viaje a Itaca (152 págs) que, como apunta Béatrice Cáceres-Letourneaux en el prefacio, se inspira "en una visita que [el autor] hizo a Lima en junio de 1990, durante las elecciones presidenciales en las que se enfrentaron el ingeniero Alberto Fujimori y el conocido escritor Mario Vargas Llosa. Esta novela, que fue terminada en 1993, es una versión autotraducida de A Journey to Ithaca, escrito en inglés unos dos años antes" (9). Tengo entendido que esta novela fue reseñada por Iván Thays en Caretas. Los tres libros fueron publicados el 2004 por Ediciones Diana, con sede en Morrisville, North Carolina.
"Siu Kam Wen nació en 1951 en la provincia de Guangdong, China, y se mudó al Perú cuando tenía nueve años. En 1985, Siu emigró a los Estados Unidos con su familia porque después de vivir 25 años en el Perú no podía conseguir ciudadanía peruana por las leyes de inmigración restrictivas de ese país", apunta Maan Lin en su prefacio a los Cuentos completos; y a renglón seguido comenta que en 1994 entrevistó al autor, quien le confesó que "se siente como un 'exiliado triple': no se siente ni completamente peruano, ni completamente chino, y aunque su llegada a los Estados Unidos es feliz para él, no ha estado en este país bastante tiempo para sentirse en casa" (5).
Viaje a Itaca está situada, como hemos visto, en la Lima de 1990. ¿Estará presente la violencia política en sus páginas? Sí lo está. A continuación, tres fragmentos en los que se toca al tema:

El Ángel, al igual que la ciudad, estaba siendo rebasado en su capacidad, y la aglomeración es una Aglaia negra que siempre va de la mano con las otras dos gracias: la suciedad y la confusión. Por lo pronto, en donde antes hubo sólo lechos de flores y jirones de césped, había ahora nuevas tumbas y suntuosos mausoleos recién construidos, mientras que pabellones de nichos que no existían un par de años atrás llenaban ahora casi completamente la parte de atrás del joven cementerio. Mientras iba por el paseo principal, pude notar que la ya bastante extensa colección de tumbas rematadas con la insignia alada de la Fuerza Aérea había visto también su número engrosado. Otra tumba que no había visto nunca antes fue la de las ocho víctimas del llamado Caso Uchuraccay, quienes fueron muertas a pedradas en las altas punas de Ayacucho por los miembros de una comunidad iquicha, después de haber entregado sus equipos fotográficos y demostrado que no eran terroristas. Fueron asesinadas de todos modos, por razones que habían sido el objeto de mucha controversia. (36)

La única parada que el ómnibus hizo fue en algún lugar de las afueras de la ciudad, cuando se detuvo brevemente para dejar que un guardia civil subiera y nos revisara los papeles, más como parte de una rutina que como una medida eficaz de prevensión contra las infiltraciones senderistas: el país se encontraba atravesando por su más seria crisis de insurrección armada desde las intentonas de Luis de la Puente en Mesa Pelada y de Guillermo Lobatón en Yahuarina, que tuvieron lugar allá en 1965. Al igual que la campaña boliviana del Che Guevara un par de años antes, estos movimientos subversivos fueron de duración efímera (Lobatón sobrevivió po seis meses, de la Puente por apenas uno), y el ejército, con la asistencia de asesores militares americanos, no tuvo dificultades en despacharlos. Pero la guerra de guerrillas de Sendero Luminoso, que sigue las estrategias de Mao y no del Che, y da igual importancia al adoctrinamiento político y a los trabajos proselitistas que a la acción armada, es ya harina de otro costal. El movimiento, que fuera fundado en 1970 por un corpulento profesor universitario llamado Abimael Guzmán, había inaugurado su campaña de luchas armadas en 1980 con un ataque terrorista a la embajada de la República Popular China, delante de la cual los senderistas colgaron de un poste el cadáver de un perro y cubrieron otros con cartelones en los que denostaron a Deng Xiao-Ping y glorificaban a la Banda de los Cuatro. Para mediados de 1989, el número de sua acólitos había alcanzado los 50.000, siendo 3.000 ó 5.000 de ellos cuadros armados. Durante el mismo lapso de tiempo, y de resultas tanto de la violencia terrorista como de la represión policial, unas 13.000 personas habían perecido y otras 3.000 figuraban como 'desaparecidos'. (75)

Los senderistas debieron haber volado algunas torres de alta tensión mientras nos encontrábamos solazando en el asiento posterior del escarabajo, pues Chorrillos estaba sumido en la oscuridad más completa cuando regresamos. Excepto por la gran cruz que se erigía en lo alto del Morro y dominaba la bahía, no había una sola luz en todo el balneario. (128)



En la foto: carátulas de los libros.