Nota sobre Guerrillas
Por Enrique Cortez
Con Guerrillas V.S. Naipaul permite introducir el tema de la apropiación de la actualidad política, mediática y posiblemente histórica en la producción literaria. Este, por supuesto, no es un tema nuevo. La variante se ubica en que la actualidad, en este caso, tiene una densidad problemática, porque surge de un contexto poscolonial. Representar la inestabilidad de un espacio signado por la política imperial, mostrando espectros que redibujan antiquísimas vías de dominio y cuestionan el uso de la palabra –un uso usurpado en el caso de Michael X– son elementos más fáciles de tratar en un texto novelesco que en uno ensayístico. Esto tiene que ver con las maneras en que ambos géneros construyen su autoridad. La novela lo hace principalmente a través de la verosimilitud, una verosimilitud narrativa; el ensayo lo conseguiría con ideas.
Al inicio del ensayo posterior a la novela, titulado "Michael X and the Black Power Killings In Trinidad", Naipaul observa a propósito del asesinato de Gale Ann Benson por parte de Michael Abdul Malik: "This was a literary murder, if ever there was one". Anne R Zahlan, quien utiliza esta cita para titular su artículo, "Literary Murder: V.S. Naipaul's Guerrillas", y proponer una poética de la escritura de Naipaul como impotente para contener el desorden y la desolación de un mundo rehén de la desesperanza (89-90), no atiende al problema ético implícito en tal frase y en una escritura que se concibe a partir de la violencia, una violencia con dimensión política e histórica. El acto de apropiación que la novela hace, como condición de posibilidad, de este hecho de violencia abre preguntas, sin duda legítimas, acerca de las morales de la escritura. Neil ten Kortenaar, en "Writers and Readers, the Written and the Read: V.S. Naipaul and Guerrillas", ha observado muy bien este aspecto del trabajo de Naipaul y hace algunos cuestionamientos que se enfocan en el quehacer del novelista por entregarnos una posición monolítica; su intento por presentarnos la verdad (324). La pregunta que no se hace Kortenaar, y que yo intentaré responder en esta nota, es ¿por qué Naipaul escribe así?
Creo que una posible respuesta necesita explorar dos aspectos. En primer lugar, el más obvio, Naipaul escribe una novela adaptando la anécdota de un hecho real; en segundo lugar, Naipaul tiene algo que decir sobre lo que está narrando, no puede mantenerse alejado de su objeto: algo del orden de lo afectivo lo trabaja desde adentro (hablo de la referencia biográfica). Ambos momentos, además, están juntos, lo cual expone la complejidad de adaptar textos tan cercanos, en términos de experiencia. En el caso de la novela Kortenaar ha sido enfático al considerar los cambios entre la historia de Malik, y el desarrollo del personaje Jimmy. En la vida real, Malik asesinó a Benson y a su ex pareja sentimental Joseph Skerritt, quien según la información oficial murió porque rehusó obedecer las órdenes de Malik, en el sentido de atacar una estación de policía. Los cuerpos de Benson y Skirritt fueron enterrados juntos muy superficialmente, y sin duda abren también preguntas de otro tipo, insolubles en los términos en que se construye la verdad de los hechos criminales, es decir, con pruebas y en una determinada retórica legal.
Con tal situación Naipaul tiene muy pocos elementos para construir una novela, a menos que intente hacer un análisis psicológico de estos personajes y es lo que tenemos en su libro. La licencia poética que transforma la historia inicial, tiene que ver con un desarrollo más coherente en el mundo ficcional del carácter de estos personajes. De acuerdo a ello es que se ajustan las acciones de cada uno de ellos en la ficción, y en función de esta coherencia psicológica es que la novela nos presenta otra anécdota, como el hecho de que el personaje de Skirritt, Roche, es más bien cómplice de la muerte de Benson; y que Jimmy sodomiza a Jane antes de matarla. Ese análisis psicológico es la novela misma, donde se enfatiza el aspecto frívolo y ausente de reflexión que comparten los tres personajes, su calidad de zombies, como dice Zhalan (93), producto de discursos revolucionarios construidos en un Occidente liberal, en las décadas de los sesenta y setenta. La ausencia de pensamiento, la reducción a una pasionalidad bárbara de estos occidentales, excesivamente maliciosos como Jimmy, miedosos como Roche, o ingenuos como Jane, son por lo menos una ofensa a un contexto, como el de Trinidad, signado por una violencia imperial repetitiva. En este sentido es que estos personajes recorren otra vez las vías de dominio, cual si fueran espectros. Porque esas vías están allí y se explica en la manera infantil en que, en la novela, la población de Trinidad abraza la causa de Jimmy y le permite construirse como líder. Lo que Naipaul está mostrando otra vez es cómo la colonización de lo imaginario, para usar el término de Gruzinski, es más duro de combatir que el dominio político. El mundo poscolonial, en la teoría liberado de la dominación colonial, sigue siendo una pesadilla porque las estructuras de servidumbre y humillación actúan organizando la vida cotidiana y la proyección de la 'nueva' política. Es en esta dinámica que la construcción de los personajes de esta novela, que toman forma en el desarrollo de una coherencia psicológica solo posible en la ficción, nos tiene algo que decir del punto de vista de Naipaul.
En efecto, el lugar a donde apunta el autor de Guerrillas es a problematizar la legitimidad de la representación política, que desde una suerte de transnacional de la revolución se intentó importar al llamado Tercer Mundo. No solo ya por la frivolidad en que los iluminados revolucionarios acogían en Occidente su misión 'histórica', sino por la idea misma de revolución y sus bases, otra vez, profundamente occidentales. Como si ante el cuerpo agonizante del mundo poscolonial, la cura se plantee como una nueva intervención, ahora en nombre de la libertad. Lo que esta detrás es, por supuesto, Trinidad y todo el mundo poscolonial, herido por siglos de explotación, de lógicas paternalistas que ignoran, estratégicamente, las propias agendas de este espacio sin derecho al uso de la palabra, no porque no lo tenga, sino porque justifica la intervención pensar que no lo tiene. El clamor nunca escuchado del padre Bartolomé de las Casas, en el sentido de volvámonos por donde vinimos y dejemos vivir solos a esos pueblos, para la época de Las Casas ya muy martirizados, resuena como un mar de fondo en la escritura de Naipaul. Solo que Guerrillas se detiene, como lo hace la buena literatura, en mostrarnos ese espacio huidizo, aprensible a la vez que volátil.
Washington, DC, diciembre de 2007
Obras citadas
Naipaul, V.S. Guerrillas. New York: Vintage-Random, 1980.
Kortenaar, Neil ten. "Writers and Readers, the Written and the Read: V.S. Naipaul and Guerrillas". Contemporary Literature 31.3 (1990): 324-34.
Zahlan, Anne R. "Literary Murder: V. S. Naipaul's Guerrillas". South Atlantic Review 59.4 (1994): 89-106.
Al inicio del ensayo posterior a la novela, titulado "Michael X and the Black Power Killings In Trinidad", Naipaul observa a propósito del asesinato de Gale Ann Benson por parte de Michael Abdul Malik: "This was a literary murder, if ever there was one". Anne R Zahlan, quien utiliza esta cita para titular su artículo, "Literary Murder: V.S. Naipaul's Guerrillas", y proponer una poética de la escritura de Naipaul como impotente para contener el desorden y la desolación de un mundo rehén de la desesperanza (89-90), no atiende al problema ético implícito en tal frase y en una escritura que se concibe a partir de la violencia, una violencia con dimensión política e histórica. El acto de apropiación que la novela hace, como condición de posibilidad, de este hecho de violencia abre preguntas, sin duda legítimas, acerca de las morales de la escritura. Neil ten Kortenaar, en "Writers and Readers, the Written and the Read: V.S. Naipaul and Guerrillas", ha observado muy bien este aspecto del trabajo de Naipaul y hace algunos cuestionamientos que se enfocan en el quehacer del novelista por entregarnos una posición monolítica; su intento por presentarnos la verdad (324). La pregunta que no se hace Kortenaar, y que yo intentaré responder en esta nota, es ¿por qué Naipaul escribe así?
Creo que una posible respuesta necesita explorar dos aspectos. En primer lugar, el más obvio, Naipaul escribe una novela adaptando la anécdota de un hecho real; en segundo lugar, Naipaul tiene algo que decir sobre lo que está narrando, no puede mantenerse alejado de su objeto: algo del orden de lo afectivo lo trabaja desde adentro (hablo de la referencia biográfica). Ambos momentos, además, están juntos, lo cual expone la complejidad de adaptar textos tan cercanos, en términos de experiencia. En el caso de la novela Kortenaar ha sido enfático al considerar los cambios entre la historia de Malik, y el desarrollo del personaje Jimmy. En la vida real, Malik asesinó a Benson y a su ex pareja sentimental Joseph Skerritt, quien según la información oficial murió porque rehusó obedecer las órdenes de Malik, en el sentido de atacar una estación de policía. Los cuerpos de Benson y Skirritt fueron enterrados juntos muy superficialmente, y sin duda abren también preguntas de otro tipo, insolubles en los términos en que se construye la verdad de los hechos criminales, es decir, con pruebas y en una determinada retórica legal.
Con tal situación Naipaul tiene muy pocos elementos para construir una novela, a menos que intente hacer un análisis psicológico de estos personajes y es lo que tenemos en su libro. La licencia poética que transforma la historia inicial, tiene que ver con un desarrollo más coherente en el mundo ficcional del carácter de estos personajes. De acuerdo a ello es que se ajustan las acciones de cada uno de ellos en la ficción, y en función de esta coherencia psicológica es que la novela nos presenta otra anécdota, como el hecho de que el personaje de Skirritt, Roche, es más bien cómplice de la muerte de Benson; y que Jimmy sodomiza a Jane antes de matarla. Ese análisis psicológico es la novela misma, donde se enfatiza el aspecto frívolo y ausente de reflexión que comparten los tres personajes, su calidad de zombies, como dice Zhalan (93), producto de discursos revolucionarios construidos en un Occidente liberal, en las décadas de los sesenta y setenta. La ausencia de pensamiento, la reducción a una pasionalidad bárbara de estos occidentales, excesivamente maliciosos como Jimmy, miedosos como Roche, o ingenuos como Jane, son por lo menos una ofensa a un contexto, como el de Trinidad, signado por una violencia imperial repetitiva. En este sentido es que estos personajes recorren otra vez las vías de dominio, cual si fueran espectros. Porque esas vías están allí y se explica en la manera infantil en que, en la novela, la población de Trinidad abraza la causa de Jimmy y le permite construirse como líder. Lo que Naipaul está mostrando otra vez es cómo la colonización de lo imaginario, para usar el término de Gruzinski, es más duro de combatir que el dominio político. El mundo poscolonial, en la teoría liberado de la dominación colonial, sigue siendo una pesadilla porque las estructuras de servidumbre y humillación actúan organizando la vida cotidiana y la proyección de la 'nueva' política. Es en esta dinámica que la construcción de los personajes de esta novela, que toman forma en el desarrollo de una coherencia psicológica solo posible en la ficción, nos tiene algo que decir del punto de vista de Naipaul.
En efecto, el lugar a donde apunta el autor de Guerrillas es a problematizar la legitimidad de la representación política, que desde una suerte de transnacional de la revolución se intentó importar al llamado Tercer Mundo. No solo ya por la frivolidad en que los iluminados revolucionarios acogían en Occidente su misión 'histórica', sino por la idea misma de revolución y sus bases, otra vez, profundamente occidentales. Como si ante el cuerpo agonizante del mundo poscolonial, la cura se plantee como una nueva intervención, ahora en nombre de la libertad. Lo que esta detrás es, por supuesto, Trinidad y todo el mundo poscolonial, herido por siglos de explotación, de lógicas paternalistas que ignoran, estratégicamente, las propias agendas de este espacio sin derecho al uso de la palabra, no porque no lo tenga, sino porque justifica la intervención pensar que no lo tiene. El clamor nunca escuchado del padre Bartolomé de las Casas, en el sentido de volvámonos por donde vinimos y dejemos vivir solos a esos pueblos, para la época de Las Casas ya muy martirizados, resuena como un mar de fondo en la escritura de Naipaul. Solo que Guerrillas se detiene, como lo hace la buena literatura, en mostrarnos ese espacio huidizo, aprensible a la vez que volátil.
Washington, DC, diciembre de 2007
Obras citadas
Naipaul, V.S. Guerrillas. New York: Vintage-Random, 1980.
Kortenaar, Neil ten. "Writers and Readers, the Written and the Read: V.S. Naipaul and Guerrillas". Contemporary Literature 31.3 (1990): 324-34.
Zahlan, Anne R. "Literary Murder: V. S. Naipaul's Guerrillas". South Atlantic Review 59.4 (1994): 89-106.