Ciudadano latinoamericano: la narrativa ambulante de Enrique Congrains Martin
Entrevista: Anfitrionas [Miltza Angulo, Úrsula León Castillo, Mariana Melo-Vega, Luz Vargas de la Vega, Claudia Arteaga]
Introducción, edición y notas: Militza Angulo Flores*
Acorde con los tiempos actuales, y por distancias geográficas insalvables, Casa de citas le hizo esta entrevista vía e-mail al escritor Enrique Congrains. Su narrativa de la década de 1950 fue una de las pocas que representó desprejuiciadamente la problemática de la migración, el mundo de las barriadas y de los, en ese entonces, nuevos asentamientos humanos en la capital. Luego de cinco décadas, con tres nuevas obras que esperamos leer pronto, el autor habla, entre otras cosas, del fenómeno de la migración limeña, de sus nuevas novelas, de la literatura peruana en general y de la situación transnacional que estamos viviendo.
Generación del 50 y migración limeña
Pasados alrededor de 50 años de publicadas Lima, hora cero y No una, sino muchas muertes[1], obras en las que inserta en la literatura peruana las barriadas y los grupos sociales desposeídos que llegan a la capital, ¿cuáles afirmaría son los cambios más importantes en Lima en relación con este sector?
Aparte de haberse vuelto una ciudad macrocefálica, Lima fue definitivamente conquistada por el Perú profundo. El crecimiento informal de la ciudad ha dejado de ser noticia, y ha pasado a ser una solución "normal" para resolver el problema de desplazamiento del interior hacia la capital y del asentamiento primero informal y después formal. Pero además de lo dicho, el fenómeno se ha hecho nacional. De lo que fui testigo y narrador en la Lima de los años cincuenta, a partir de los años ochenta se ha vivido en Tacna y en Arequipa[2]. Los lugareños se sienten "invadidos" por los puneños, ante lo cual reaccionan con un marcado, e impotente, componente racista. Dicho sea de paso, de todos los países latinoamericanos el único que maneja el concepto denigrante de "provinciano" es el nuestro. Respecto a Lima, de ser cabalmente limeña pasó a ser cabalmente peruana.
Considerando, en su narrativa de los años 50, el protagonismo activo de ciertos personajes normalmente relegados, ¿cree que una situación como la de la migración, de reacomodo, inestabilidad y suspensión del orden, propicia que los sujetos subalternos como la mujer o el loco hagan escuchar su voz y puedan subvertir el orden establecido?
De una u otra manera, el "loco" es el más individualista de las personas o de los personajes, lo cual le impide ser un agente del cambio social y político. Y a propósito del "loco", en mi novela El narrador de historias, y en un intento de bosquejar un código de conducta, propongo, con muchos dobles sentidos, éste: el derecho a fingir locura siendo absolutamente cuerdo, y el de fingir cordura siendo cabalmente loco de atar. El caso de la mujer es totalmente diferente, y en mi novela 999 palabras para el planeta Tierra, describo, entre otros mil asuntos, cómo en una cadena por internet de más de tres millones de mujeres de todas las razas, continentes y condiciones sociales, estas exigen y logran equipararse, a nivel de obtener igualdad de participación, con el género masculino. En Bolivia existen colectivos feministas, y entre otras actividades se manifiestan ocupando y violando los espacios públicos con graffitis. Recuerdo uno muy bueno: "De tanto hacerte la cama, de tanto hacerte la cena, me olvidé de hacerte el amor", el cual, evidentemente, denuncia el rol de trabajadora doméstica dentro del cual la sociedad quisiera mantener encerradas a las mujeres.
Con respecto a la generación de narradores peruanos que surgen en la década de 1950, ¿qué aportes de sus obras considera que siguen vigentes?
La generación de los cincuenta hubiese sido imposible sin que antes no tuviésemos un Martín Adán, un Enrique López Albújar, un Ciro Alegría, un Arguedas. El agotamiento del costumbrismo permitió que surgiera el realismo urbano, cuya principal figura fue Julio Ramón Ribeyro. Después de agotarse el realismo urbano, ha habido exceso de novelas autobiográficas, miraflorinas, y apoyadas en la intención de convertir el escándalo en éxito de ventas.
¿Qué opina de la afirmación –sostenida por Mirko Lauer— de que no existen muchas novelas sobre la migración en el Perú[3]? Si está de acuerdo, ¿a qué cree que se deba esto, siendo la migración un fenómeno que ha afectado y afecta de diversas maneras a todos los estratos sociales en todo el país?
¿Cómo se puede establecer cuánto es "suficiente" literatura sobre un tema determinado? Además, veamos la última novelística de Alfredo Bryce Echenique como una consecuencia de la migración del Perú profundo hacia Lima: retrata el pataleo de una clase social que, medio inconscientemente, presiente que ya perdió su posición de dominio tradicional en el país y que por eso trata de encontrar un postrer refugio en Europa.
Salida del Perú y nueva narrativa
Ud. ha mencionado que una de las razones por las que se fue del Perú era de carácter político. ¿Por qué no se quedó en el país incursionando en la vida política?
En 1958, con 23 años, ya casado y con un hijo, y con No una, sino muchas muertes a medio hacer, salí de Lima con rumbo a Santiago de Chile. No lo hice por ningún motivo político, sino por puro espíritu trashumante. Así como a algunos les da por la bebida, a otros por el juego, y a otros por lo que sea, a mí me dio por la inquietud andariega. Retrospectivamente, puedo suponer que hice mía la propuesta de Ciro Alegría: que el ancho mundo es una anchura por conocer. Y así fue cómo, sin buscarlo con deliberación, me volví ciudadano latinoamericano, de lo cual no me arrepiento. Ojo, mi militancia política fue posterior, entre 1961 y 1965.
¿Cuáles fueron los motivos por los que su narrativa ha pasado del realismo urbano a la temática futurista?
Con Lima, hora cero y con No una, sino muchas muertes, y en lo que a mí respecta, y para mí mismo, agoté el tema del realismo urbano. En la literatura peruana hay escritores monotemáticos, lo cual me parece empobrecedor, porque luego de la primera obra todas las siguientes son variaciones respecto de la primera. En ese sentido, y ése es uno de sus grandes méritos, Mario Vargas Llosa es lo menos monotemático que puede haber: después de escarbar en las oscuridades humanas en la vida del Leoncio Prado, se ha ocupado, con altibajos, por supuesto, de todo lo habido y por haber: de Piura, de la guerra de los canudos en Brasil, del mundo de las telenovelas, de Gauguin y de Flora Tristán, de la dictadura trujillista en la República Dominicana, entre muchísimos otros temas que cada quien debe recordar o enumerar por su cuenta. En mi caso personal, me demoré cuarenta años en encontrar la nueva temática que buscaba y con la cual me podía sentir identificado. A finales del siglo pasado, y como despedida de la temática limeña, escribí lo que llamo un "juguete literario", Gallinita portahuevos, con algún marco autobiográfico, y con mucho de libro-objeto, y de narrativa experimental y minimalista, (lo más probable es que yo mismo lo edite en el 2008). Entre el 2000 y el 2007 he escrito dos novelas ambiciosas, extensas, El narrador de historias primero y luego 999 palabras para el planeta Tierra, con cuyas temáticas me siento como "pez en el agua". Respecto a que mi temática es "futurista", antes de afirmarlo habría que comprobarlo y tamizarlo. Como narrador, y sobre todo con 999 palabras he conquistado nuevos espacios: físicos, en el sentido de que me salgo de los límites latinoamericanos, y temporales, en el sentido de que rompo cualquier barrera determinada por el tiempo. En esta segunda novela, por ejemplo, me ocupo, dedicándole bastante espacio y situando la especulación en pleno período neolítico, del arco y de la flecha, en tanto que lo considero uno de los grandes inventos de la humanidad. En realidad, el situar la acción en el futuro no pasa de ser un recurso literario. Para no dejar nada por fuera, afirmo tajantemente que en esta última novela no incursiono en la ciencia-ficción, sino que más bien, en todo caso, abiertamente me hago la burla de ella.
Hay una constante entre El narrador de historias y 999 palabras para el planeta Tierra que se traduce en la imposibilidad de llegar a un acuerdo entre los distintos países. ¿El nacionalismo hace imposible el diálogo? Por otro lado, en su propia vida no parece haber problemas para considerarse más latino que peruano. ¿Por qué en su ficción no puede haber esta integración (o desprendimiento de la nacionalidad)?
En los últimos cien años, en todos los continentes ha habido guerras. Afortunadamente, Latinoamérica es la región del globo que menos las ha padecido, pero ni siquiera así nos hemos librado de ellas: guerras internas, como las que se desarrollaron bajo el membrete de "Operación Cóndor", en Argentina, Chile y Uruguay. Guerras de baja intensidad, como la que le cayó encima a la Nicaragua sandinista de los ochenta, y guerras "relámpago", como las que Estados Unidos libró contra Granada y contra Panamá. También se debe mencionar la prolongada guerra civil en Colombia, aparte de otras dos guerras civiles: en El Salvador una y en Guatemala la otra. En el Perú también tuvimos nuestra propia y delimitada guerra civil, la que encabezó Sendero Luminoso. Y nunca jamás olvidemos que la historia la escriben los vencedores. Me pregunto, ¿cuál sería la "historia oficial" si Sendero se hubiese hecho del poder? Por otro lado, ¿acaso podemos garantizar que, de aquí en adelante, las guerras han pasado a ser el "fin de nuestra historia"? Lo dudo, inclusive porque en este momento, en esta Bolivia en la cual vivo, se habla a troche y moche, y tanto desde un bando como del otro, de una próxima guerra civil.
Siguiendo la pregunta anterior, asumimos que el interés actual de su narrativa por problemáticas menos locales como las de los años 50 y su autopercepción como latinoamericano antes que peruano guardan una relación estrecha con su vida como migrante. ¿Le parece que, en el contexto presente de globalización, es prescindible la experiencia de la migración para que se desdibujen los contornos nacionales y sus limitaciones?
Obviamente, mis viajes me han dado una perspectiva latinoamericana y universal. Creo que la migración es un componente muy importante para que lentamente, así como los idiomas se desprenden de viejos vocablos e incorporan nuevos, los países vayan mutando casi imperceptiblemente. Una simple prueba: durante mi infancia y juventud, nunca fui testigo de que la fiesta del Halloween se celebrase en el Perú. Mucho me temo que ahora infinidad de latinoamericanos creen que la "fiesta de las brujas" es parte de nuestro patrimonio cultural. Es exactamente igual que lo que ocurre con el pino navideño: ¡qué estupidez tan ajena a nuestra cultura, a nuestra geografía, e incluso a nuestro reino vegetal! Pero yo no creo que debamos considerar, dentro de una perspectiva muy dilatada, que la migración sea un fenómeno negativo. En realidad, en los últimos ochenta mil años la humanidad se ha hecho a sí misma en base a tres hechos culturales: la alimentación omnívora, la migración (que yo preferiría denominar como el "desplazamiento" a partir del África oriental a todos los rincones del planeta) y mediante las uniones exogámicas.
En una entrevista[4], Ud. dijo que Mario Vargas Llosa le había pedido que retire la dedicatoria a su persona en El narrador de historias. ¿Por qué cree que lo hizo?
Fue una afirmación, no confirmada, que me hicieron llegar. Pero la dedicatoria se mantiene. Pienso que debemos diferenciar los grandes méritos literarios de Mario Vargas Llosa de sus extrañas posiciones políticas.
Identidad, Nación y Globalización
Sobre los países en los que Ud. ha vivido (Perú, Venezuela, Bolivia), ¿se podría afirmar a grandes rasgos que la idea de nación está siendo reemplazada por la de comunidades más reducidas, casi tribales, que ya no se identifican por compartir un pensamiento homogéneo, sino que buscan resaltar sus diferencias y se unen por intereses particulares?
Aunque me ocupo de este asunto en 999 palabras, es evidente que en el Perú, y aparte del sentido de pertenencia al país, hay "nacionalidades menores", pero no menos cohesivas: "ser" del Alianza Lima y no de Universitario, o viceversa, también otorga sentido de identidad. Ser de Comas es muy diferente a ser de Miraflores.
Diversos críticos culturales afirman que en el mundo se ha pasado de la exigencia de redistribución de la riqueza a la exigencia de reconocimiento de las identidades (étnicas, sexuales, etc.). ¿Le parece que su novela 999 palabras para el planeta Tierra presenta una mirada negativa de esta situación? ¿Y cuál es su opinión sobre el fenómeno?
Históricamente hablando, las distintas reivindicaciones específicas jamás podrán ser más importantes que el gran problema entre los seres humanos: en qué proporción, cuánto a unos y cuánto a otros, se reparte la masa de bienes y servicios. En 999 palabras, y en forma de hipótesis, sarcásticamente aterradora para quienes la imaginan, está presente el tema de un posible reparto igualitario de la gran torta mundial.
En su novela El narrador de historias narra una situación de guerra entre los países latinoamericanos con la intervención de Estados Unidos y la ONU. En la realidad, ¿considera que un futuro igual de gris le espera a Latinoamérica?
Es un lugar común, y acertado además, afirmar que la realidad supera a la fantasía, es decir, que la imaginación de los narradores es rebasada por la mismísima historia. En ese sentido, y tan acostumbrados como estábamos a que las guerras fuesen entre países fronterizos, ¿quién hubiese podido concebir una guerra desatada por los Estados Unidos contra Irak y contra Afganistán, en las antípodas de Washington? Porque recordemos que cuando en Nueva York es mediodía en Bagdad es medianoche. En cuanto a nuestra Latinoamérica, no debemos descartar la posibilidad de que nos convirtamos en teatro bélico. Pero sin llegar a tanto, ¿qué porcentaje de jóvenes latinoamericanos están peleando en Irak? ¿Un diez, un quince, quizá hasta un veinte por ciento de la tropa de ocupación?
En una entrevista reciente a un medio local, Ud. dijo que jamás se volverían a escribir en el Perú novelas como las de Ciro Alegría y José María Arguedas. ¿Por qué?
Perfectamente, Ricardo Palma pudo haber dicho que en el Perú nunca más se iba a escribir como lo hizo Garcilaso de la Vega. Igualmente, José María Arguedas habría acertado si él hubiese dicho que en el Perú nunca más se iba a escribir algo similar a las Tradiciones peruanas. O sea que no me retracto ni corrijo mi afirmación. Toda la obra de Ciro Alegría y de José María Arguedas corresponden a un Perú donde había, como punta de lanza de los cambios sociales, un APRA proscrita y perseguida, y de un Perú que no había vivido ni el velasquismo ni el senderismo. Lo que afirmo es que lo mejor de la literatura de cada época es un reflejo de una realidad que, por definición, no pasa de ser una situación momentánea.
¿Qué tipo de novela cree que predomina actualmente?
Es imposible pronosticar hacia dónde se encausará la literatura peruana, latinoamericana y mundial. En mi caso personal, me atrevo a resucitar dentro de la literatura peruana porque creo que aporto, en lo que a mí respecta, temáticas novedosas y no reiterativas. Además, eso mismo fue lo que intentó hacer José María Arguedas con su novela chimbotana (también, novela sobre migrantes), aunque cuando él escribió El zorro de arriba y el zorro de abajo, ya estaba muy disminuido por sus problemas personales.
Lima-Cochabamba-Lima, 27 de noviembre del 2007
[1] 1954 y 1957, respectivamente.
[2] Según los censos de 1981 y 1993, el porcentaje de la población inmigrante en el departamento de Arequipa desciende del 5,9% en el período 1976-1981 al 5,4% en el de 1988-1993; mientras que el de Tacna asciende del 2,4 al 2,5 en los mismos. Varios. Migraciones Internas en el Perú. INEI: 1995. www.inei.gob.pe/biblioineipub/bancopub/Est/Lib0018/n00.htm.
[3]Lauer, Mirko. El sitio de la literatura. Escritores y política en el Perú del siglo XX. Lima. Mosca Azul Editores, 1987.
[4] Cabanillas, Carlos. "No uno sino muchos libros". Caretas, 17 de agosto del 2006. En: http://zonadenoticias.blogspot.com/2006/08/enrique-congrains-martin-regresa.html.
*Publicado en Casa de citas 5 (Lima, abril 2008): 18-21.
Introducción, edición y notas: Militza Angulo Flores*
Acorde con los tiempos actuales, y por distancias geográficas insalvables, Casa de citas le hizo esta entrevista vía e-mail al escritor Enrique Congrains. Su narrativa de la década de 1950 fue una de las pocas que representó desprejuiciadamente la problemática de la migración, el mundo de las barriadas y de los, en ese entonces, nuevos asentamientos humanos en la capital. Luego de cinco décadas, con tres nuevas obras que esperamos leer pronto, el autor habla, entre otras cosas, del fenómeno de la migración limeña, de sus nuevas novelas, de la literatura peruana en general y de la situación transnacional que estamos viviendo.
Generación del 50 y migración limeña
Pasados alrededor de 50 años de publicadas Lima, hora cero y No una, sino muchas muertes[1], obras en las que inserta en la literatura peruana las barriadas y los grupos sociales desposeídos que llegan a la capital, ¿cuáles afirmaría son los cambios más importantes en Lima en relación con este sector?
Aparte de haberse vuelto una ciudad macrocefálica, Lima fue definitivamente conquistada por el Perú profundo. El crecimiento informal de la ciudad ha dejado de ser noticia, y ha pasado a ser una solución "normal" para resolver el problema de desplazamiento del interior hacia la capital y del asentamiento primero informal y después formal. Pero además de lo dicho, el fenómeno se ha hecho nacional. De lo que fui testigo y narrador en la Lima de los años cincuenta, a partir de los años ochenta se ha vivido en Tacna y en Arequipa[2]. Los lugareños se sienten "invadidos" por los puneños, ante lo cual reaccionan con un marcado, e impotente, componente racista. Dicho sea de paso, de todos los países latinoamericanos el único que maneja el concepto denigrante de "provinciano" es el nuestro. Respecto a Lima, de ser cabalmente limeña pasó a ser cabalmente peruana.
Considerando, en su narrativa de los años 50, el protagonismo activo de ciertos personajes normalmente relegados, ¿cree que una situación como la de la migración, de reacomodo, inestabilidad y suspensión del orden, propicia que los sujetos subalternos como la mujer o el loco hagan escuchar su voz y puedan subvertir el orden establecido?
De una u otra manera, el "loco" es el más individualista de las personas o de los personajes, lo cual le impide ser un agente del cambio social y político. Y a propósito del "loco", en mi novela El narrador de historias, y en un intento de bosquejar un código de conducta, propongo, con muchos dobles sentidos, éste: el derecho a fingir locura siendo absolutamente cuerdo, y el de fingir cordura siendo cabalmente loco de atar. El caso de la mujer es totalmente diferente, y en mi novela 999 palabras para el planeta Tierra, describo, entre otros mil asuntos, cómo en una cadena por internet de más de tres millones de mujeres de todas las razas, continentes y condiciones sociales, estas exigen y logran equipararse, a nivel de obtener igualdad de participación, con el género masculino. En Bolivia existen colectivos feministas, y entre otras actividades se manifiestan ocupando y violando los espacios públicos con graffitis. Recuerdo uno muy bueno: "De tanto hacerte la cama, de tanto hacerte la cena, me olvidé de hacerte el amor", el cual, evidentemente, denuncia el rol de trabajadora doméstica dentro del cual la sociedad quisiera mantener encerradas a las mujeres.
Con respecto a la generación de narradores peruanos que surgen en la década de 1950, ¿qué aportes de sus obras considera que siguen vigentes?
La generación de los cincuenta hubiese sido imposible sin que antes no tuviésemos un Martín Adán, un Enrique López Albújar, un Ciro Alegría, un Arguedas. El agotamiento del costumbrismo permitió que surgiera el realismo urbano, cuya principal figura fue Julio Ramón Ribeyro. Después de agotarse el realismo urbano, ha habido exceso de novelas autobiográficas, miraflorinas, y apoyadas en la intención de convertir el escándalo en éxito de ventas.
¿Qué opina de la afirmación –sostenida por Mirko Lauer— de que no existen muchas novelas sobre la migración en el Perú[3]? Si está de acuerdo, ¿a qué cree que se deba esto, siendo la migración un fenómeno que ha afectado y afecta de diversas maneras a todos los estratos sociales en todo el país?
¿Cómo se puede establecer cuánto es "suficiente" literatura sobre un tema determinado? Además, veamos la última novelística de Alfredo Bryce Echenique como una consecuencia de la migración del Perú profundo hacia Lima: retrata el pataleo de una clase social que, medio inconscientemente, presiente que ya perdió su posición de dominio tradicional en el país y que por eso trata de encontrar un postrer refugio en Europa.
Salida del Perú y nueva narrativa
Ud. ha mencionado que una de las razones por las que se fue del Perú era de carácter político. ¿Por qué no se quedó en el país incursionando en la vida política?
En 1958, con 23 años, ya casado y con un hijo, y con No una, sino muchas muertes a medio hacer, salí de Lima con rumbo a Santiago de Chile. No lo hice por ningún motivo político, sino por puro espíritu trashumante. Así como a algunos les da por la bebida, a otros por el juego, y a otros por lo que sea, a mí me dio por la inquietud andariega. Retrospectivamente, puedo suponer que hice mía la propuesta de Ciro Alegría: que el ancho mundo es una anchura por conocer. Y así fue cómo, sin buscarlo con deliberación, me volví ciudadano latinoamericano, de lo cual no me arrepiento. Ojo, mi militancia política fue posterior, entre 1961 y 1965.
¿Cuáles fueron los motivos por los que su narrativa ha pasado del realismo urbano a la temática futurista?
Con Lima, hora cero y con No una, sino muchas muertes, y en lo que a mí respecta, y para mí mismo, agoté el tema del realismo urbano. En la literatura peruana hay escritores monotemáticos, lo cual me parece empobrecedor, porque luego de la primera obra todas las siguientes son variaciones respecto de la primera. En ese sentido, y ése es uno de sus grandes méritos, Mario Vargas Llosa es lo menos monotemático que puede haber: después de escarbar en las oscuridades humanas en la vida del Leoncio Prado, se ha ocupado, con altibajos, por supuesto, de todo lo habido y por haber: de Piura, de la guerra de los canudos en Brasil, del mundo de las telenovelas, de Gauguin y de Flora Tristán, de la dictadura trujillista en la República Dominicana, entre muchísimos otros temas que cada quien debe recordar o enumerar por su cuenta. En mi caso personal, me demoré cuarenta años en encontrar la nueva temática que buscaba y con la cual me podía sentir identificado. A finales del siglo pasado, y como despedida de la temática limeña, escribí lo que llamo un "juguete literario", Gallinita portahuevos, con algún marco autobiográfico, y con mucho de libro-objeto, y de narrativa experimental y minimalista, (lo más probable es que yo mismo lo edite en el 2008). Entre el 2000 y el 2007 he escrito dos novelas ambiciosas, extensas, El narrador de historias primero y luego 999 palabras para el planeta Tierra, con cuyas temáticas me siento como "pez en el agua". Respecto a que mi temática es "futurista", antes de afirmarlo habría que comprobarlo y tamizarlo. Como narrador, y sobre todo con 999 palabras he conquistado nuevos espacios: físicos, en el sentido de que me salgo de los límites latinoamericanos, y temporales, en el sentido de que rompo cualquier barrera determinada por el tiempo. En esta segunda novela, por ejemplo, me ocupo, dedicándole bastante espacio y situando la especulación en pleno período neolítico, del arco y de la flecha, en tanto que lo considero uno de los grandes inventos de la humanidad. En realidad, el situar la acción en el futuro no pasa de ser un recurso literario. Para no dejar nada por fuera, afirmo tajantemente que en esta última novela no incursiono en la ciencia-ficción, sino que más bien, en todo caso, abiertamente me hago la burla de ella.
Hay una constante entre El narrador de historias y 999 palabras para el planeta Tierra que se traduce en la imposibilidad de llegar a un acuerdo entre los distintos países. ¿El nacionalismo hace imposible el diálogo? Por otro lado, en su propia vida no parece haber problemas para considerarse más latino que peruano. ¿Por qué en su ficción no puede haber esta integración (o desprendimiento de la nacionalidad)?
En los últimos cien años, en todos los continentes ha habido guerras. Afortunadamente, Latinoamérica es la región del globo que menos las ha padecido, pero ni siquiera así nos hemos librado de ellas: guerras internas, como las que se desarrollaron bajo el membrete de "Operación Cóndor", en Argentina, Chile y Uruguay. Guerras de baja intensidad, como la que le cayó encima a la Nicaragua sandinista de los ochenta, y guerras "relámpago", como las que Estados Unidos libró contra Granada y contra Panamá. También se debe mencionar la prolongada guerra civil en Colombia, aparte de otras dos guerras civiles: en El Salvador una y en Guatemala la otra. En el Perú también tuvimos nuestra propia y delimitada guerra civil, la que encabezó Sendero Luminoso. Y nunca jamás olvidemos que la historia la escriben los vencedores. Me pregunto, ¿cuál sería la "historia oficial" si Sendero se hubiese hecho del poder? Por otro lado, ¿acaso podemos garantizar que, de aquí en adelante, las guerras han pasado a ser el "fin de nuestra historia"? Lo dudo, inclusive porque en este momento, en esta Bolivia en la cual vivo, se habla a troche y moche, y tanto desde un bando como del otro, de una próxima guerra civil.
Siguiendo la pregunta anterior, asumimos que el interés actual de su narrativa por problemáticas menos locales como las de los años 50 y su autopercepción como latinoamericano antes que peruano guardan una relación estrecha con su vida como migrante. ¿Le parece que, en el contexto presente de globalización, es prescindible la experiencia de la migración para que se desdibujen los contornos nacionales y sus limitaciones?
Obviamente, mis viajes me han dado una perspectiva latinoamericana y universal. Creo que la migración es un componente muy importante para que lentamente, así como los idiomas se desprenden de viejos vocablos e incorporan nuevos, los países vayan mutando casi imperceptiblemente. Una simple prueba: durante mi infancia y juventud, nunca fui testigo de que la fiesta del Halloween se celebrase en el Perú. Mucho me temo que ahora infinidad de latinoamericanos creen que la "fiesta de las brujas" es parte de nuestro patrimonio cultural. Es exactamente igual que lo que ocurre con el pino navideño: ¡qué estupidez tan ajena a nuestra cultura, a nuestra geografía, e incluso a nuestro reino vegetal! Pero yo no creo que debamos considerar, dentro de una perspectiva muy dilatada, que la migración sea un fenómeno negativo. En realidad, en los últimos ochenta mil años la humanidad se ha hecho a sí misma en base a tres hechos culturales: la alimentación omnívora, la migración (que yo preferiría denominar como el "desplazamiento" a partir del África oriental a todos los rincones del planeta) y mediante las uniones exogámicas.
En una entrevista[4], Ud. dijo que Mario Vargas Llosa le había pedido que retire la dedicatoria a su persona en El narrador de historias. ¿Por qué cree que lo hizo?
Fue una afirmación, no confirmada, que me hicieron llegar. Pero la dedicatoria se mantiene. Pienso que debemos diferenciar los grandes méritos literarios de Mario Vargas Llosa de sus extrañas posiciones políticas.
Identidad, Nación y Globalización
Sobre los países en los que Ud. ha vivido (Perú, Venezuela, Bolivia), ¿se podría afirmar a grandes rasgos que la idea de nación está siendo reemplazada por la de comunidades más reducidas, casi tribales, que ya no se identifican por compartir un pensamiento homogéneo, sino que buscan resaltar sus diferencias y se unen por intereses particulares?
Aunque me ocupo de este asunto en 999 palabras, es evidente que en el Perú, y aparte del sentido de pertenencia al país, hay "nacionalidades menores", pero no menos cohesivas: "ser" del Alianza Lima y no de Universitario, o viceversa, también otorga sentido de identidad. Ser de Comas es muy diferente a ser de Miraflores.
Diversos críticos culturales afirman que en el mundo se ha pasado de la exigencia de redistribución de la riqueza a la exigencia de reconocimiento de las identidades (étnicas, sexuales, etc.). ¿Le parece que su novela 999 palabras para el planeta Tierra presenta una mirada negativa de esta situación? ¿Y cuál es su opinión sobre el fenómeno?
Históricamente hablando, las distintas reivindicaciones específicas jamás podrán ser más importantes que el gran problema entre los seres humanos: en qué proporción, cuánto a unos y cuánto a otros, se reparte la masa de bienes y servicios. En 999 palabras, y en forma de hipótesis, sarcásticamente aterradora para quienes la imaginan, está presente el tema de un posible reparto igualitario de la gran torta mundial.
En su novela El narrador de historias narra una situación de guerra entre los países latinoamericanos con la intervención de Estados Unidos y la ONU. En la realidad, ¿considera que un futuro igual de gris le espera a Latinoamérica?
Es un lugar común, y acertado además, afirmar que la realidad supera a la fantasía, es decir, que la imaginación de los narradores es rebasada por la mismísima historia. En ese sentido, y tan acostumbrados como estábamos a que las guerras fuesen entre países fronterizos, ¿quién hubiese podido concebir una guerra desatada por los Estados Unidos contra Irak y contra Afganistán, en las antípodas de Washington? Porque recordemos que cuando en Nueva York es mediodía en Bagdad es medianoche. En cuanto a nuestra Latinoamérica, no debemos descartar la posibilidad de que nos convirtamos en teatro bélico. Pero sin llegar a tanto, ¿qué porcentaje de jóvenes latinoamericanos están peleando en Irak? ¿Un diez, un quince, quizá hasta un veinte por ciento de la tropa de ocupación?
En una entrevista reciente a un medio local, Ud. dijo que jamás se volverían a escribir en el Perú novelas como las de Ciro Alegría y José María Arguedas. ¿Por qué?
Perfectamente, Ricardo Palma pudo haber dicho que en el Perú nunca más se iba a escribir como lo hizo Garcilaso de la Vega. Igualmente, José María Arguedas habría acertado si él hubiese dicho que en el Perú nunca más se iba a escribir algo similar a las Tradiciones peruanas. O sea que no me retracto ni corrijo mi afirmación. Toda la obra de Ciro Alegría y de José María Arguedas corresponden a un Perú donde había, como punta de lanza de los cambios sociales, un APRA proscrita y perseguida, y de un Perú que no había vivido ni el velasquismo ni el senderismo. Lo que afirmo es que lo mejor de la literatura de cada época es un reflejo de una realidad que, por definición, no pasa de ser una situación momentánea.
¿Qué tipo de novela cree que predomina actualmente?
Es imposible pronosticar hacia dónde se encausará la literatura peruana, latinoamericana y mundial. En mi caso personal, me atrevo a resucitar dentro de la literatura peruana porque creo que aporto, en lo que a mí respecta, temáticas novedosas y no reiterativas. Además, eso mismo fue lo que intentó hacer José María Arguedas con su novela chimbotana (también, novela sobre migrantes), aunque cuando él escribió El zorro de arriba y el zorro de abajo, ya estaba muy disminuido por sus problemas personales.
Lima-Cochabamba-Lima, 27 de noviembre del 2007
[1] 1954 y 1957, respectivamente.
[2] Según los censos de 1981 y 1993, el porcentaje de la población inmigrante en el departamento de Arequipa desciende del 5,9% en el período 1976-1981 al 5,4% en el de 1988-1993; mientras que el de Tacna asciende del 2,4 al 2,5 en los mismos. Varios. Migraciones Internas en el Perú. INEI: 1995. www.inei.gob.pe/biblioineipub/bancopub/Est/Lib0018/n00.htm.
[3]Lauer, Mirko. El sitio de la literatura. Escritores y política en el Perú del siglo XX. Lima. Mosca Azul Editores, 1987.
[4] Cabanillas, Carlos. "No uno sino muchos libros". Caretas, 17 de agosto del 2006. En: http://zonadenoticias.blogspot.com/2006/08/enrique-congrains-martin-regresa.html.
*Publicado en Casa de citas 5 (Lima, abril 2008): 18-21.
En la foto: carátula del quinto número de la revista.