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martes, octubre 10, 2006

Autorepresentación, weblog de Juan Zevallos Aguilar

Con el objetivo de "reflexionar sobre cuestiones de autorepresentación cultural, social y política en América Latina", el crítico Juan Zevallos Aguilar acaba de lanzar el día de hoy su weblog Autorepresentación, el cual inicia con la versión ampliada y profundizada de su artículo sobre la película Madeinusa, publicado inicialmente aquí hace exactamente una semana.
En un tramo de su argumentación, Zevallos escribe lo siguiente: "Si una obra destaca por su excelencia artística hay que tener doble cuidado y no obviar el análisis de su propuesta política, en especial, si hace peligrar la vida de grupos humanos. El caso de la cineasta alemana Leni Riefenstahl (1902-2003) es un caso clarísimo para entender estos asuntos. Ella puso su talento, en películas como El triunfo de la voluntad (1934), al servicio de la propaganda nazi que manipuló a los ciudadanos alemanes. Con esta y otras películas, mensajes de radio y mítines se creó el mito de la superioridad aria que les hacía sentirse mejor a cualquier otro ser humano. Así apoyaron o se integraron a la máquina de matar minorías (comunistas, inválidos, homosexuales, gitanos, judíos, locos y socialistas) en la que se convirtieron los nazis. Otro caso equivalente, aunque diametralmente opuesto en cuanto a tiendas políticas, fue el del gran cineasta ruso Sergei Eisenstein y su apoyo al estalinismo".
Aquí recuerdo esta opinión de Emilio Bustamante, que consigné el último sábado: "Creo que se puede discutir la ideología de un filme, se puede ponerla en evidencia, se puede expresar un desacuerdo con ella; pero no descalificar a la película en cuanto objeto artístico por ella, y menos inventarle defectos formales y narrativos porque no compartimos la visión del mundo que trasluce. Si fuera así, tendríamos que descalificar a El nacimiento de una nación, Olimpia y Octubre. Ya Susan Sontag destacó el fascinante fascismo de las obras de Leni Riefenstahl; no por fascistas menos fascinantes que los filmes de Eisenstein".
A propósito de estos asuntos, quiero incluir algunas citas. Por ejemplo, Slavoj Zizek (mencionado por Zevallos en su texto), en un artículo titulado "Aprendiendo a amar a Leni Riefenstahl", publicado a pocos días de la muerte de la cineasta, invita a "tomarse el riesgo de gozar plenamente una película como Das blaue Licht (La luz azul), que contiene la posibilidad de una lectura política de su obra de una manera totalmente distinta al del punto de vista prevaleciente". Y menciona a su vez lo siguiente: "¿No es posible leer la película de manera exactamente opuesta a como usualmente es interpretada? ¿No es Junta, la solitaria y salvaje muchacha montañesa, una marginada de que casi se vuelve la víctima de un pogromo (no hay ninguna otra palabra apropiado para los lugareños)? (Quizás no es un accidente que Béla Balázs, el amante de Leni en aquel tiempo, que co-escribió el guión con ella, fuera un marxista)".
Santiago Roncagliolo tiene un ensayo, El arte nazi, publicado por Sarita Cartonera el 2004, en el que se refiere a Leni Riefenstahl como una "especialista en rodar eventos al aire libre, de hecho, nunca hizo una película de estudio normal" (27). También, describe a La luz azul como "una especie de fábula romántica con elementos de cuentos de hadas e historias de terror" (26). Y escribe esto sobre la película El triunfo de la voluntad: "Un montaje cinematográfico tan perverso como la retórica del Führer, dirigido no a mostrar la realidad documental, sino a convencer al espectador mediante la emoción, en un campo donde la razón no tiene lugar" (29).
Creo que hay un punto aquí. Efectivamente, como señala Emilio Bustamante, Susan Sontag "destacó el fascinante fascismo de las obras de Leni Riefenstahl", aquí pueden ver su ensayo. Sin embargo, el añadido dado por Bustamante, cuando dice que esas obras "no por fascistas [son] menos fascinantes que los filmes de Eisenstein", sí hay que leerlo con un poco más de cuidado. Veamos algunas lecturas. Zevallos, por ejemplo, hace la comparación, pero deja en claro que ambos casos son "equivalente[s], aunque diametralmente opuesto[s] en cuanto a tiendas políticas". Zizek hace referencia al "alegado carácter fascista de la coreografía de las masas, los movimientos disciplinados de miles de cuerpos: los desfiles, las actuaciones de las masa en los estadios, etc. Si uno también encuentra esto en el comunismo, uno bosqueja inmediatamente la conclusión sobre una 'solidaridad más profunda' entre los dos 'totalitarismos'. Tal formulación, el mismo prototipo del liberalismo ideológico, yerra en el punto. No sólo no son semejantes actuaciones en masa inherentemente fascistas; ellos no son nunca 'neutrales', esperando a ser apropiados por la izquierda o la derecha. Fue el nazismo quien los robó y se apropio de los movimientos obreros, su sitio original de nacimiento". Eso por una parte. Por su lado, Roncagliolo señala esto de aquí: "El comunismo era un movimiento hiperracional, donde cada acción se justificaba en función de una lógica histórica para dar un paso adelante. El nazismo era irracional, proclamaba la pasión en vez del diálogo, y eso lo hizo congénitamente incapaz de valorar razonablemente la fuerza del enemigo, porque todo su razonamiento se basaba en el convencimiento de su propia superioridad" (17).
Aquí toco el punto. Destaco cómo Roncagliolo habla, cuando se refiere a El triunfo de la voluntad, de "la emoción, un campo donde la razón no tiene lugar", y después de lo "irracional, la pasión en vez del diálogo". La fascinación es una atracción irresistible, es decir, atraviesa campos como la emoción o la pasión; lo irracional, no lo racional (recuérdese a Molina, el personaje de El beso de la mujer araña, la novela de Manuel Puig, y su fascinación con las películas nazis). En ese sentido, apunto que el cine de Eisenstein sobrepasa la mera fascinación.
Por otra parte, volviendo al motivo que en el fondo promueve todas estas líneas (la película de Claudia Llosa), y ya que he mencionado aquí a Santiago Roncagliolo (ambos estudiaron juntos hace unos años en una escuela de guión de cine en Madrid), quiero apuntar un detalle común a Madeinusa y a Abril rojo, aquello que en la película se denomina como el Tiempo Santo. Así lo narra en la novela el padre Quiroz, párroco de la iglesia del Corazón de Cristo, en Ayacucho: "Hay otro mito andino que quizá deberías conocer. Por lo general, desde la noche del Miércoles Santo, los indios se abandonan a las fiestas más... pecaminosas. Corren mares de alcohol, mucho sexo, normalmente hay incidentes violentos. Es así hasta el Domingo de Resurrección. [Y por qué hacen eso?] Es otra superstición andina. A partir del Miércoles Santo, día del calvario de Cristo, Dios está muerto. Ya no ve. Ya no condena. Hay tres días para pecar" (242).
Consultado sobre esta coincidencia en dos obras aparecidas en un mismo año de autores jóvenes peruanos (que han compartido además un espacio de creación en común, un taller), Santiago Roncagliolo me ofrece la siguiente respuesta por el e-mail: "La historia la leí en el guión de Claudia, en efecto, cuando estudiábamos juntos. Me resultó fascinante, pero no tenía más fuentes que la confirmasen. Así que la puse en boca del personaje del padre Quiroz. Me pareció que era el tipo de historia que -cierta o falsa- él contaría".
Finalmente, el weblog La cinefilia no es patriota acaba de anunicar su segundo número, el cual viene dedicado casi íntegramente a Madeinusa. En uno de los post, Fernando Vílchez Rodríguez se pregunta lo siguiente: "¿Es Madeinusa una película racista? No lo sé, pero sin duda activa el racismo y agrieta aún más las distancias".

En la foto: Leni Riefenstahl recibiendo el abrazo de Mick Jagger.